Esta es la historia de un pueblo que se vio severamente afectado por un brote de coronavirus que se produjo a 4,000 kilómetros de distancia.
Fotografías interactivas del pueblo mexicano que se detuvo cuando el coronavirus afectó a Nueva York
Las remesas que envían los inmigrantes desde Estados Unidos son el motor de lugares como San Jerónimo Xayacatlán, un pueblo de Puebla. El coronavirus sacudió la economía local cuando la enfermedad trastocó las vidas de familiares que viven en Nueva York desde la década de 1990. Siga aquí nuestra cobertura del cornavirus

San Jerónimo Xayacatlán es un pequeño poblado en el árido centro de México. No tiene señal de celular, y la canalización de las aguas fue hecha hace pocos años.
Un tercio de su población vive desde hace décadas en Nueva York, que se ha convertido en el motor de la economía local.
Antes de que México empezara a hablar de cuarentenas, a 4,000 kilómetros de distancia, los emigrantes de este pueblo ya le habían impuesto involuntariamente una a sus familias: San Jerónimo se paralizó.
El sueño americano suspendido
La capacidad de producir de Axayácatl Figueroa, quien migró desde San Jerónimo Xayacatlán hace más de una década, se detuvo cuando se contagió de covid-19. Cada mes enviaba a su esposa y su hijo 300 o 400 dólares, gracias a su trabajo deshuesando pollo y cortando carne en la cocina de un restaurante vietnamita.
“Sentí desesperación, no podía hacer nada”, asegura Axayácatl, de 42 años, que fue su reacción al caer enfermo.
Un día se sentía tan mal que llamó a su esposa, Elisabeth Alvarado, en San Jerónimo, y le dijo que si pudiera, volvería a casa. “No va a volver hasta que tenga más edad o no pueda trabajar”, dijo Ariel Juan, su hijo.
Migrar para poder tener algo
Jorge Vázquez vivió en Nueva York a principios de la década de 2000 pero tuvo que regresar a su pueblo para cuidar de su madre y las tres hijas de su hermana Magnolia Ortega, quien emigró con él y todavía continúa en la Gran Manzana.
Magnolia desea ver crecer a sus nietas pero sabe que el pueblo no hay trabajo. Y si vuelve, tampoco habrá más dólares.
“Si yo regresara", reflexiona Magnolia, "no tenemos nada”.
Lejos de sus hijas y nietos
“De sus esfuerzos se han logrado cosas aquí”, asegura Ivette, hija de 25 años de Magnolia. “Pero estamos preocupados”, porque su madre es sobreviviente de cáncer y vulnerable a agravarse si se enferma de covid-19. En su memoria todavía está fresca la imagen de su madre el día que se fue del pueblo.
La peor noticia para un familiar de un enfermo de covid-19.
“Yo no me creía esto hasta que lo viví en mis carnes”, dijo Wilfrido Martínez en San Jerónimo Xayacatlán. El hombre de 69 años, que perdió a su hijo Mauricio, de 39, quien trabajaba en una cocina en Nueva York. Era diabético y no se protegió, lamenta el hombre.
El 11 de julio, casi tres meses después de su muerte, las cenizas de su hijo dejaron Nueva York con destino al panteón del pueblo, en el patio de la iglesia, donde serían enterradas junto a su madre.
“Se van con el sueño de hacer algo, pero ahora, con esta epidemia que ha habido, ha muerto mucha gente”, agregó Don Wilfrido. “Ahí se acaban las ilusiones”.
Las fotografías fueron realizadas por Fernando Llano en México y Mark Lennihan en Nueva York, de la agrencia AP.





















