Nuestra orgía de violencia nace del odio

"Si por algo podemos apostar - como podemos apostar a que el sol saldrá cada día - es porque tras las matanzas de inocentes el pasado fin de semana, nada cambiará fundamentalmente".

Una mujer reza frente a las 26 cruces levantadas en memoria de las víctimas mortales del ataque en Texas.
Una mujer reza frente a las 26 cruces levantadas en memoria de las víctimas mortales del ataque en Texas.
Imagen AP

A los ojos de lo que queda de mundo civilizado, que no es mucho – nunca lo ha sido - en materia de violencia de las armas Estados Unidos ha rebasado la definición de locura que ofreciera Albert Einstein: “hacer lo mismo una y otra vez, pero esperar resultados diferentes”.

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Si por algo podemos apostar - como podemos apostar a que el sol saldrá cada día - es porque tras las matanzas de inocentes el pasado fin de semana, nada cambiará fundamentalmente. Poco importa que hayamos experimentado algunos de los días más sangrientos en la historia del país, con un saldo de 32 muertos y decenas de heridos en tres atentados en Gilroy, California, El Paso, Texas y Dayton, Ohio.

La realidad es que un partido político entero, el republicano, y sus seguidores obnubilados no nos permitirán nunca que protejamos a nuestros hijos y nietos, y a nosotros mismos, mejor que a las armas de fuego.

A ese fanatismo ciego por las armas debemos agregarle ahora las monstruosas peculiaridades del ataque en un Walmart de El Paso, Texas, donde la constante prédica y práctica de odio del presidente Trump hacia los inmigrantes, especialmente a los de origen hispano, se encarnó en la malevolencia con que un joven envilecido por el racismo y la xenofobia asesinó a 20 personas e hirió a decenas, en su mayoría hispanos y por más señas mexicanos.

Fue, sí, una monstruosidad en la inspiración y la ejecución. Pero una monstruosidad absolutamente previsible si tenemos en cuenta que el hombre que ocupa la tribuna de mayor resonancia en el país lleva años descargando exabruptos contra los extranjeros, especialmente contra los hispanos y, en particular, contra aquellos que provienen de México y Centroamérica o son de origen mexicano y centroamericano.

Matar por ver gente caer
Daniel Morcate

"La más reciente modalidad de violencia homicida con armas tiene que ver con propietarios de viviendas, negocios y autos que disparan sus armas a personas que por error o ingenuidad se acercan a sus propiedades. Inocentes, en cualquier caso. Primero las matan como a perros callejeros. Luego ni siquiera preguntan quiénes eran o por qué se les acercaron".

La normalización del horror
Jorge Ramos

"Estados Unidos y México están paralizados ante la violencia. Nadie hace nada. Estamos todos cansados y aterrados de escuchar sobre la última masacre o tiroteo. Pero luego de una bien aprendida rutina -sorpresa, indignación, aceptación y olvido- seguimos nuestras vidas con la esperanza de que la siguiente balacera no nos toque de cerca".

Una tragedia más: el debate de siempre, y ¿qué nos ocurre como sociedad?
Franklin Camargo.

"¿Por qué esta cultura está produciendo sociópatas homicidas? ¿Qué llevó a unjoven a atacar a sus excompañeros de trabajo en un banco o a una persona transgénero una escuela cristiana? ¿Por qué estos sucesos se han incrementado drásticamente en los últimos años? ¿Por qué la generación Z y los millennials son los más deprimidos? ¿Por qué en los últimos cinco años las personas transgénero, que representan menos del 0.5% de la población estadounidense, han realizado cuatro tiroteos masivos?".

Un nuevo tiroteo, una nueva excusa
Adonias Arévalo.

"Cada vez que el país se sacude por un nuevo tiroteo escuchamos una nueva excusa, una nueva manera de desviar la conversación y un esfuerzo para quitar la atención del verdadero problema a pesar que todos sabemos que el problema más grande que tenemos es el acceso que las personas tienen a las armas y el interés económico que existe detrás de la excusa de 'proteger la segunda enmienda'".

Cuando el extremismo republicano ya no se disimula
Maribel Hastings y David Torres.

"Bien dicen que nada hay más evidente que un racista siendo racista, no importa que su rechazo contra alguien por su color lo lleve a cabo en una tienda, un aeropuerto, una escuela o un recinto legislativo. Es algo intrínseco a su forma de ser y de pensar, a la cultura en que creció y a la educación familiar que recibió".

Alex Jones y el precio de la desinformación
Daniel Morcate

"Ahí precisamente, en una sala de justicia, es donde deben estar Jones y otros falsificadores de la realidad que medran con las inseguridades y vulnerabilidad de personas inocentes. El proceso constituye una oportuna advertencia de las graves consecuencias financieras que puede tener el difundir mentiras y desinformación para ganar dinero o acumular poder sobre los demás".

El negocio del odio
Julio Túpac Cabello

"La difamación prolongada de Jones no es única ni de su exclusividad. Con frecuencia, ahora que la desinformación se extiende con facilidad en las redes sociales, y muchos usuarios son susceptibles de no cuestionarla o verificarla, este tipo de especies se reproducen y encienden emociones fanatizadas que, con el tiempo, se convierten en un mercado".

El negocio del odio

Opinión
3 mins
La importancia de hablar
Julio Túpac Cabello

"Sin complejos y con responsabilidad, los inmigrantes, como cualquier otro ciudadano, tenemos el derecho y el deber de preguntarnos por qué ocurre lo que ocurre. Hacerle saber a nuestros cercanos que no es un fenómeno común ni normalizarlo. Indagar, hallar en la historia, en las leyes y en los hechos, por qué tanto civil tiene sin limitación alguna en este país tanta arma mortal que acaba a la primera locura con la vida de los demás".

“Dime con quién andas y te diré quién eres” también funciona en política
Maribel Hastings y David Torres.

"En efecto, hay un peligro latente en el proceso electoral que se avecina, pues esa retórica de odio que se extiende por estos días en el país también ha demostrado qué ocurre cuando figuras políticas se hacen de la vista larga y no denuncian ni condenan a quienes propagan mentiras, muchas veces con consecuencias fatales".

Cómo defender a las víctimas de los mercaderes de la muerte
Daniel Morcate

"Nosotros vivimos y padecemos una cultura de las armas de fuego con sus consabidos efectos mortíferos. Por eso, lo menos que pueden hacer las víctimas y familiares de las víctimas es demostrar su descontento y procurar justicia en las urnas de votación y en las cortes de justicia. En el caso de quienes han perdido seres queridos, esto no se los devolvería. Pero les daría la oportunidad de honrar su memoria previniendo otras muertes evitables de personas inocentes".

Por demencial que parezca, no solo podemos predecir que otros racistas enardecidos esgrimirán sus armas de fuego y odio para asesinar a más personas de minorías étnicas. Ambas clases de armas les resultan de fácil acceso. También podemos prever que contarán con las mismas excusas entre los responsables indirectos de sus ataques, que son los políticos y comentaristas radicalizados.

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Estos irresponsables continuarán diciendo que los mexicanos y centroamericanos invaden el país, que las minorías étnicas como la negra y la “marrón” (brown) se están adueñando de nuestros gobiernos, nuestros trabajos y nuestras riquezas y que a quienes los asesinan a balazos se les va la mano pero solo porque sufren de “enfermedades mentales” o porque ven “demasiados juegos de video violentos”.

Ellos, que supuestamente están mentalmente cuerdos, solo son partidarios de detener a los extranjeros en la frontera de México, encerrarlos indefinidamente en campos de detención, deportarlos en masa, ignorar los reclamos de aquellos que solicitan asilo y amenazar con represalias a los países de donde provienen.

El culto a las armas de fuego es un vicio letal y enajenante de la sociedad estadounidense que tiene un larguísimo historial y que ha dejado un reguero de muerte y destrucción. Pero a él se suma ahora el discurso de odio del presidente Trump y sus cómplices y facilitadores, quienes a propósito apelan a las más bajas pasiones de muchos estadounidenses, como el racismo, la xenofobia, el resentimiento social y el fanatismo religioso, para arrojárnoslos como si fueran dardos envenenados al resto de los norteamericanos y a los inmigrantes.

Ya sabemos cómo han terminado estas campañas de odio en el pasado no solo en Alemania, Rusia, China, la antigua Yugoslavia y muchos otros países, sino aquí mismo en Estados Unidos. Por lo tanto, no es difícil entender el campo minado por el que atravesamos ni tampoco imaginar el probable desenlace de crueldad y violencia, de destrucción y muerte.

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Quisiera concluir, como en otras ocasiones y en otras columnas sobre el mismo tema, con un mensaje de aliento y optimismo, con la sugerencia esperanzadora de que aún estamos a tiempo de corregir el rumbo torcido por el que vamos. Pero, francamente, la triple matanza de estos últimos días apenas deja espacio para el optimismo. Invocarlo sería intelectualmente deshonesto, profundamente inmoral.

En lugar de ello, prefiero expresar escepticismo ante las palabras con que hoy el presidente Trump ha condenado por fin el “supremacismo blanco”, al que tanto provecho político ha sacado, y prometido esfuerzos, en los campos de la salud y la justicia criminal, para enfrentar la violencia.

Mi escepticismo no solo se basa en los hechos trágicos que hemos vivido, sino en la ausencia total de contrición o arrepentimiento en el discurso de Trump, de una admisión de responsabilidad, de reconocimiento de la tirria divisiva que él mismo ha generado o agravado; y de cualquier referencia seria al rol de las armas en la carnicería humana.

Mi escepticismo se basa, además, en que dudo que el presidente y sus facilitadores acepten medidas significativas contra la violencia armamentista y el terrorismo doméstico porque saben que tales medidas irían contra mucho de lo que el presidente representa, incluyendo a esa famosa “base” a la que tantos comentaristas atribuyen grandes inseguridades y creencias alucinantes, sin atreverse a juzgarla.

Trump achacará su responsabilidad a otros – los demócratas, los periodistas, los inmigrantes - y probablemente acabará imponiendo condiciones onerosas a cualquier posible concesión en materia de armas, condiciones que ninguna persona decente aceptaría.

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No, después de los hechos sangrientos de Gilroy, El Paso y Dayton – y después del odio cerval que los inspiró - no hay motivos para ser optimistas, sino para comenzar a pensar en cómo nos ganamos de nuevo, como colectividad humana, el derecho a volver a ser optimistas y a tener esperanza.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.