Una vez más miles de migrantes han partido desde Tapachula, en el sur de México, hacia el norte, en una caravana, el nuevo paradigma migratorio que apareció en 2018 y que año tras año se ha consolidado ante el aparente desconcierto de las autoridades mexicanas y estadounidenses. Lamentablemente, las caravanas se han convertido en un serio peligro para los migrantes mismos, las comunidades por donde pasan y los países que suelen ser sus destinos naturales, es decir, México y Estados Unidos.
La caravana es una forma equivocada y peligrosa de emigrar
"Los gobiernos de Estados Unidos, México y sus aliados democráticos en la región deberían coordinar una estrategia para frenar estas riesgosas marchas. Para ello, podrían comenzar por preguntarse quiénes las están organizando".


No se debería cuestionar el derecho que tienen las personas a emigrar en busca de mejores condiciones económicas, alimentos para ellas y sus familias o seguridad y protección de pandillas delictivas o gobiernos malhechores. Estados Unidos nos ha brindado a muchos de nosotros amparo de condiciones así por razones humanitarias. Lo mismo ha hecho México con migrantes y refugiados de diversos países. Pero el fenómeno de las caravanas plantea interrogantes sobre su espontaneidad, conveniencia y seguridad.
Los defensores de las caravanas, entre los que se hay activistas proinmigrantes bien intencionados, alegan que éstas permiten a sus protagonistas marchar rumbo a sus destinos con acceso a recursos básicos de supervivencia y mejor protegidos de delincuentes profesionales. No cabe duda de que a veces es así. Pero, al mismo tiempo, han ido surgiendo evidencias de que el crimen organizado ha infiltrado, organizado y controlado caravanas para lucrar con ellas o con otros fines criminales.
En Centro y Suramérica, Haití y otros países abundan las denuncias de que algunos organizadores de caravanas embaucan a personas desesperadas con falsas promesas de acceso fácil a México y Estados Unidos. A menudo les cobran honorarios por sumarse a las caravanas, aunque por regla general más baratos que si hicieran la travesía en pequeños grupos encabezados por coyotes. También se sospecha que funcionarios de gobiernos forajidos alientan las falsas esperanzas de los candidatos a emigrar en estas campañas organizadas.
Muchos integrantes de caravanas permanecen varados durante semanas y meses en poblaciones donde los tratan con desconfianza y rechazo. Algunos son víctimas de robos, violaciones sexuales y secuestros, a veces a manos de policías y funcionarios locales que deberían protegerles. Las caravanas en sí son motivo permanente de discordia entre Estados Unidos, México y sus vecinos centroamericanos. Como se recordará, el presidente Donald Trump llegó a suspender la ayuda humanitaria a países del llamado Triángulo Norte y a amenazar a México con subir las tarifas arancelarias si no paraban las caravanas migratorias. Y las caravanas alientan amargas desavenencias internas en los países por donde pasan.
Los gobiernos de Estados Unidos, México y sus aliados democráticos en la región deberían coordinar una estrategia para frenar estas riesgosas marchas. Para ello, podrían comenzar por preguntarse quiénes las están organizando, si hay intereses delictivos o políticos detrás de ellas y si las están utilizando bandas de narcotraficantes, contrabandistas de personas o terroristas para llegar a Estados Unidos.
Una estrategia bien coordinada presupone la investigación y el encausamiento de elementos que organicen caravanas con fines delictivos, ya sea para explotar económicamente a los migrantes, llevar personas de contrabando o introducir drogas o extremistas en México o Estados Unidos. También debería desarrollar una extensa campaña informativa y educativa en los países que más migrantes producen para que las personas entiendan mejor los riesgos a los que se exponen cuando emigran de manera irregular. Y debería incluir la ampliación de las cuotas anuales de refugiados no solo de Estados Unidos y México, sino también de otros países democráticos y prósperos que estén dispuestos a recibir mano de obra extranjera y fugitivos de la violencia estatal o criminal, como Canadá, para dar un ejemplo.
Los migrantes que se adhieren a las caravanas merecen todo nuestro respeto, nuestra consideración y nuestra ayuda solidaria. Eso incluye la información que necesitan para entender los peligros que ellos y sus familiares corren cuando se lanzan a la aventura de recorrer el largo trayecto que separa a Centro y Suramérica de Estados Unidos. En cambio, los organizadores de estas expediciones deberían ser debidamente investigados y procesados si se les comprueba que actúan de forma ilegal.
Los migrantes que se incorporan a las caravanas anhelan lo que muchos ya tenemos: trabajo, medios de sustento, educación adecuada, atención médica y libertad para ellos y sus familiares. Por eso, la mejor manera de prevenir las aventuras temerarias en las que se embarcan es llevarles a sus respectivos países esas condiciones deseables. Esto debería ser parte de una estrategia multinacional para frenar las caravanas.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







