Varios extraños entraron al patio de una casa en Carolina del Norte, pero los siete perros que allí estaban no trataron de morderlos. Uno de ellos caminó cabizbajo y moviendo la cola para agradar a los presentes, hasta que una pesada cadena lo jaló hacia atrás recordándole que todavía no era libre. Esa mañana se alteró el destino que les había trazado su dueño: volverlos asesinos para ganar dinero en peleas clandestinas.
Perros de pelea entrenados para matar: una cruel actividad impulsada por jugosas apuestas
Se estima que más de 40,000 personas organizan, participan y asisten a peleas ilegales de perros en este país, una actividad criminal que atrae a pandilleros, pedófilos y miembros de carteles. Estos combates sangrientos continuaron durante la pandemia, según activistas.

Esos siete canes fueron rescatados a principios de junio por agentes de la Policía del condado Gaston y miembros de la organización defensora de animales The Human Society.
Llegaron alrededor de las 7:15 a.m. del 2 de junio a una propiedad de 1.5 acres en Queens Road. Por varios meses investigaron a Rico Pagan, de 49 años, quien supuestamente se dedicaba a criar perros para combates ilegales. Ahora enfrenta varios cargos criminales, incluyendo crueldad animal y organizar ese tipo de eventos.
“Los perros están en horribles condiciones: tienen bajo peso, están llenos de pulgas, todos tienen cadenas muy pesadas, collares muy apretados que no les quitan desde hace tiempo. Es un lote sucio. Algunos perros tienen agua, otros no”, describió en un video Laura Koivula, representante de The Human Society.
Operativos policiales como este son comunes en Estados Unidos, a pesar de que las peleas de perros son tipificadas como un delito grave en los 50 estados y por el gobierno federal.
The Human Society reclama que los castigos que en ocasiones les imponen a estos delincuentes son “una palmada en la mano” y por eso reinciden. Las consecuencias legales llegan a ser tan débiles, afirma el grupo, que lo consideran “el costo de hacer negocios”. Rico Pagan, por ejemplo, ya había sido convicto por crueldad animal en 2008.
Más de 40,000 personas organizan, participan y asisten a peleas ilegales de perros en este país; mientras “cientos de miles” más lo hacen de manera improvisada, según The Human Society.
La pandemia por el coronavirus no impidió que esta actividad delictiva siguiera ocurriendo. Expertos indican que, a diferencia de las peleas ilegales de gallos que ocurren en ciertos estados, las de perros se realizan en cualquier lugar, desde patios traseros y ranchos, hasta sótanos y casas abandonadas.
Los promotores no solo se reúnen para ver dos animales mordiéndose hasta matarse, sino que son bandas organizadas que entrenan a los canes durante años, que buscan a perros competidores con un peso específico (como si fueran boxeadores profesionales), que registran cada triunfo para ser reconocidos y que apuestan hasta 200,000 dólares en un combate.
Ese ambiente cargado de violencia atrae a pandilleros, traficantes de armas, depredadores sexuales y hasta miembros de carteles. Algunas competencias han terminado por balaceras que dejaron muertos y heridos, afirma Leighan Lassiter, directora de políticas sobre crueldad animal de The Human Society.
“Es una actividad ilegal que no se detuvo por la pandemia… Está pasando en muchos estados, de costa a costa. Vemos peleas de perros en Nueva Jersey, Nueva York y también en California, Nevada y Arizona”, dijo Lassiter en una entrevista con Univision Noticias. “Es un problema latente en todo Estados Unidos”.
Cómo operan estos delincuentes
Hay una raza que los criadores de perros de pelea buscan con particular interés: pitbull. Los consiguen desde cachorros para irlos preparando casi siempre encadenados, en jaulas y lejos de otros animales. Suelen ponerles gruesas cadenas para que desarrollen fuerza en el cuello y es común que los mantengan fuera de la vista del público, en patios rodeados de bardas altas, sótanos y cocheras.
El duro proceso de entrenamiento al que los someten consiste en ponerlos a correr varios minutos en caminadoras eléctricas o caseras para incrementar su resistencia, les colocan peso para aumentar su masa muscular y les ponen palos gruesos a lo largo del hocico o los cuelgan mordiendo un pedazo de llanta amarrado a una soga para fortalecer su mandíbula.
Además, les alimentan con una dieta especial y regularmente les dan suplementos y vitaminas. Los más comunes son esteroides, antibióticos y suplementos de hierro que se venden en el mercado.
Antes de una pelea, los dueños llegan a un acuerdo para determinar la raza, peso y sexo de los perros; el lugar donde será el combate (a veces se mantiene en secreto hasta poco antes del evento); quién será el “réferi”; se establece una multa si algún participante se retira o no llega al peso establecido; y la suma de dinero que apostarán.
Buscan a oponentes incluso en otros estados, a través de llamadas, mensajes de texto y correos electrónicos. Es lo que se conoce como “calling out a weight” (buscar un peso similar).
Es la técnica que usaba una banda que organizaba peleas en Georgia, Florida y otros estados. Un total de 11 individuos son mencionados en una acusación de 136 cargos que fue desvelada en enero. Espiando sus conversaciones, las autoridades determinaron que fueron a varios combates de ese tipo entre mayo de 2019 y febrero de 2020. Cuatro de ellos también enfrentan cargos por distribución de cocaína.
Los criadores suelen tener varios perros para tener una “reserva” de distintos pesos en ambos sexos que les permita apostar más de dos veces por año, vender cachorros con ciertos rasgos y hacer un linaje. En esta actividad delictiva es importante el pedigrí: un registro de las peleas que ha ganado el can, su línea de sangre que se remonta a varias generaciones y datos de las peleas en las que participó su ascendencia.
Hay una regla clara en los enfrentamientos: terminan cuando uno de los perros huye, cuando el guía que lo puso a pelear lo “levanta” o retira, o cuando uno de los animales muere. Aunque sobrevivan, estos terminan con lesiones graves que pocas veces revisa un veterinario, para evitar los denuncie con la Policía.
Notas Relacionadas
El arresto de un criador de California
Un perro “campeón” es aquel que gana tres combates y el “gran campeón” es el que triunfó en cinco. Toda esa información se redacta en un libro que se conserva ya sea en una copia impresa o electrónica.
Un registro de ese tipo fue el que investigadores del Departamento de Agricultura de EEUU encontraron en la casa de Carlos Villaseñor en Placerville, en el norte de California, el 17 de junio. En su propiedad tenía 27 perros tipo pitbull, uno de los cuales tenía heridas en la cara consistente con las que padecen aquellos canes que son obligados a pelear.
El pedigrí de una perra llamada ‘Miss Easy’, que llevaba el sello de un grupo identificado como ‘ American Dog Breeders Association Inc’, estaba en su vivienda. El documento señala que su linaje se remota a seis generaciones y que tenía la sangre de dos peleadores, ‘Little Gator’ y ‘Chucho’.
Una de las anotaciones decía ‘ROM’ o ‘Registro de Mérito’, que se refiere a que es un perro que “produce campeones”. También tenía un número seguido de las letras ‘XW’, indicando el número de peleas en las que ha competido el animal y ‘Min’, para señalar los minutos que le llevó matar o herir gravemente a su rival.
En su casa presumía placas de reconocimientos por el “El mejor del espectáculo” que le entregaron en la “Convención de Mexicali”, en el estado fronterizo de Baja California, en 2020 y 2021.
Villaseñor tenía en su propiedad varios dispositivos para entrenar a sus pitbulls, como tres caminadoras, palos para abrirles la mandíbula y una báscula para revisar su peso. Tenía suplementos alimenticios y un “perchero de violación”, en el cual sujetan a las perras que son demasiado agresivas para aparearse.
Anitra Mackie, agente del Departamento de Agricultura, describe en una declaración jurada, que fue sometida a una corte del Distrito Este de California de la Fiscalía federal, cómo lograron capturar a Villaseñor.
Todo comenzó en mayo, cuando a través de un intermediario le compraron un perro de pelea de un año de edad por 1,500 dólares. Mackie y otro agente encubierto fueron a su casa en Placerville para recogerlo. El veterinario que lo revisó detectó en el animal niveles elevados de creatina fosfocinasa, como resultado del ejercicio extremo y el estrés.
El 9 de junio, Mackie volvió a comunicarse con el criador a través de la aplicación Telegram para pedirle que le vendiera un cachorro. Se lo ofreció en 700 dólares. La siguiente semana se realizó el operativo para detenerlo y registrar su propiedad. Villaseñor ahora está siendo acusado de posesión de perros para uso en una empresa ilegal de peleas de animales.
“Esta investigación y acusación deben enviar un fuerte mensaje de tolerancia cero a aquellas personas que trafican para infligir dolor y sufrimiento a los animales”, dijo Patricia Contreras, agente especial a cargo de la oficina local del Departamento de Agricultura, en un comunicado.
Notas Relacionadas

Acusan a hombre por la posesión de 27 perros de pelea en Placerville
“Viven en un mundo violento”
Las leyes federales castigan con mayor dureza a los criadores de perros de pelea. Si Villaseñor es declarado culpable enfrentaría una pena de hasta cinco años de prisión y una multa de 250,000 dólares. También se le puede ordenar que pague una indemnización por el cuidado y rehabilitación de los canes que maltrató.
Por llevar a un menor a este tipo de eventos, una persona puede pasar hasta tres años en la cárcel y pagar una multa de 250,000 dólares. Mientras que participar como público conllevaba a una condena de hasta un año tras las rejas y una infracción económica similar.
Cada estado impone sanciones distintas, dependiendo de lo que su código penal establece para los delitos relacionados con el maltrato animal y el historial delictivo del acusado. Si bien en los 50 estados del país es considerado un delito grave, algunos catalogan como una falta menor el tener perros con la intención de ponerlos a pelear. Es el caso de Texas, Nueva York y West Virginia.
En casi 20 estados no se castiga con severidad a quienes son espectadores de este “deporte”, como le llaman algunos, incluyendo California, Oklahoma, Arkansas, Kentucky, Montana, Utah, Idaho y Kansas. En esa lista estaba Mississippi, pero en 2020 actualizó su ley para imponer penas más duras.
The Human Society recomienda a otros estados imitar a Mississippi para detener algo que está ligado a otros delitos. “Hay tráfico de drogas, tráfico de armas, prostitución. Hemos visto que gente ha resultado herida, incluso han ocurrido asesinatos por disputas de apuestas. Hay muchos criadores de perros que han sido convictos por abuso sexual infantil y pornografía infantil… Los carteles están involucrados tanto en peleas de perros, como de gallos”, dijo Leighan Lassiter, su directora de políticas sobre crueldad animal.
Esa mezcla de actividades criminales ocurrió en el condado Gadsden, Florida, donde una violenta pandilla por igual se dedicaba al tráfico de narcóticos que a la cría de perros bravos en 2018 y 2019. Un total de 21 personas fueron acusadas por ambos delitos. El líder de la banda Jermaine Hadley, de 32 años, fue sentenciado en una corte federal en junio a 30 años de prisión.
“Son personas que básicamente viven en un mundo violento”, señala Lassiter. “No tienen problemas al cometer actos violentos contra animales, como tampoco los tienen agrediendo a personas”.






