En Siria falta espacio para enterrar a los muertos

El número de bajas del conflicto sirio es tan enorme que no hay suficientes cementerios para acomodar a los fallecidos.

Una mujer en el cementerio de Douma, al fin del Ramadán.
Una mujer en el cementerio de Douma, al fin del Ramadán.
Imagen SAMEER AL-DOUMY/AFP/Getty Images

En abril 2016 el enviado especial de la ONU para Siria calculó que unas 400,000 personas han muerto en el conflicto del país desde que empezó en 2011. Con una cantidad tan vasta de muertos, ha sido un reto inmenso encontrar espacio para enterrarlos. Y debido a que la mayoría de los fallecidos practicaban Islam —una religión cuyos ritos funerarios incluyen el entierro en lugar de la cremación— la necesidad de suficiente terreno para llevar a miles y miles al reposo es aún más severa.

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A los residentes de Siria no les ha quedado más remedio que improvisar soluciones. Por ejemplo, en Douma —una ciudad que queda al noreste de Damasco que está controlada por las fuerzas opositoras— los lugareños enterraron a los fallecidos fuera de la ciudad en cuanto se llenaron los cementerios. A medida que aumentó la cantidad de muertos, empezaron a crear parcelas con gradas. Un trabajador le dijo a la Agencia Anadolu de Turquía que él está ayudando a excavar una parcela con tres niveles y cada uno de estos tiene la capacidad de 1,000 sepulturas.

En el este de Aleppo, zona actualmente sitiada a medida que las fuerzas opositoras tratan de repeler al gobierno sirio y a fuerzas rusas, los cementerios han estado al máximo de su capacidad durante varios años. Hasta los parques públicos que se habían convertido en cementerios provisionales estaban llenos hasta el tope, por lo que la gente ha tenido que enterrar a sus seres queridos en lotes vacíos o en campos.

Un padre y su hijo recorren el cementerio de Douma, al este de Damasco.
Un padre y su hijo recorren el cementerio de Douma, al este de Damasco.
Imagen SAMEER AL-DOUMY/AFP/Getty Images

Para sobrevivir, en Damasco los residentes están vendiendo sus parcelas funerarias en el mercado negro por cantidades enormes. “La gente está hambrienta y desesperada”, le dijo Abu Salah al-Maydani, un activista sirio, a Syria Direct. “[Ellos] están canjeando con la muerte para conservar vida”.

Establecer parcelas funerarias para sirios en países vecinos también presenta un reto. Si bien los refugiados se han escapado de la violencia directa, la mayoría vive en pobreza extrema y tiene índices de muerte más altos que los de la población de los países adonde se ha mudado. Por ejemplo, en el Valle Bekaa de Líbano —donde se encuentra más de un tercio del millón de refugiados sirios que viven el país — los cementerios de muchos pueblos ya estaban casi llenos antes del influjo de estos nuevos residentes. Cuando las autoridades libanesas les han negado el permiso de entierro o les han pedido pagar cargos altos que no pueden costear, los refugiados han confesado que han enterrado a sus muertos en cementerios de noche o en otros lugares, en secreto.

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Muchos de los sirios que huyen en embarcaciones quebradizas han muerto en el mar y sus cadáveres han llegado a las costas de lugares como la isla griega de Lesbos. Efi Matsoudi —un activista de la isla— ha establecido un cementerio musulmán para los que se han ahogado. Tales esfuerzos tanto dentro como fuera de Siria les ha dado a algunos un entierro más digno de lo que se esperaría en tiempos tan caóticos.

Para los que aún esta vivos. Hasan Monir Jakal —un enterrador en Aleppo— quizás ofrezca la descripción más apropiada de su sufrimiento incalculable. “Sueño con el momento mío que me llegará, cuándo y cómo llegará” le dijo al periódico Middle East Eye. “¿Me enterrarán bajo los escombros, sofocado? Estas son las preguntas que los vivos de Aleppo del este se hacen todos los días. Preferiría estar enterrado a ver esto”.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.