Los inmigrantes se están bajando del transporte público y eso no es algo bueno

Los recién llegados suelen ser los usuarios más fieles de metros y buses, pero su uso está descendiendo. Utilizar automóvil puede implicar costos de hasta 10,000 dólares al año sólo en mantenimiento.

Residentes de Queens, en Nueva York, esperan el bus en su paradero. 
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Residentes de Queens, en Nueva York, esperan el bus en su paradero.
Imagen Spencer Platt/Getty Images

Para llegar a su clase, Ramón Garibaldo Valdez salía de su casa en East Charlotte, Carolina del Norte, a las 8 am cada día entre semana. Tomaba el autobús N°17 en la estación cercana de autobuses y se acomodaba para dar un viaje de 40 minutos hasta el centro de la ciudad. Hacía trasbordo al N°7 que lo llevaba hacia el norte al campus de la Universidad Johnson C. Smith en Biddlevuille. Ese viaje es un brinco de 15 minutos en auto, pero en autobús tomaba más de una hora. Algunos días, después de terminar en la escuela Ramón tomaba un autobús expreso a los suburbios del sur donde les daba clases a muchachos en la secundaria. Llegar allá tomaba más o menos una hora con cuarenta minutos.

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Durante esos viajes Garibaldo Valdez tenía mucho tiempo para pensar en el estado del transporte público en su ciudad. De 22 años, el joven había vivido en Charlotte desde que llegó a EEUU desde México unos ocho años atrás. Como es indocumentado, no tiene derecho a obtener una licencia de conducir en Carolina del Norte. Y, si lo tuviera, no podría costear su propio auto. Por todo esto, él dependía de la bondad de amigos con autos y del irregular servicio de autobuses en Charlotte.

Mientras tanto, en su cabeza comenzó a crear una lista de deseos en cuanto a mejorías, como más paradas en barrios obreros de inmigrantes en la línea expreso del sistema de trenes ligeros. También reduciría las cuotas para el transporte público, incrementaría la frecuencia de autobuses y extendería las horas de servicios, además de hacer que las paradas de transporte sean más seguras y emplear a más personal de habla hispana. “En medio de las quejas, a uno se le ocurre muchas ideas”, dice Garibaldo Valdez.

Ahora Garibaldo Valdez está cursando un doctorado en la Universidad Yale en New Haven, Connecticut, un estado en que tiene derecho a una licencia de conducir. Desde que empezó en el otoño 2016, ha estado ciñéndose a un presupuesto estricto. “En realidad estoy muy emocionado”, dice. “Estoy ahorrando para un auto”.

Históricamente los inmigrantes como Garibaldo Valdez han estado entre los más leales usuarios del transporte público debido a las barreras estructurales para poseer autos que enfrentan, así como limitaciones socioeconómicas y patrones de asentamiento. Pero a lo largo de las últimas décadas, han estado dejando atrás el transporte público y tomando el volante. Y tal éxodo quizás esté bajando la cantidad general de pasajeros en transporte público, particularmente en lugares en que los inmigrantes están altamente concentrados.

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Las cifras del uso del transporte público por parte de los inmigrantes

Comparados con los estadounidenses de nacimiento, los inmigrantes tienen una menor probabilidad de conducir solos al trabajo ( un 80% de los estadounidenses de nacimiento hacen esto frente a un 65% de los inmigrantes) y tienen una mayor probabilidad de usar alternativas como compartir vehículos (el ‘ carpool’ como se le conoce en EEUU), bicicletas y transporte público. Alrededor de un 10% de las personas nacidas en el extranjero que viajan diariamente a sus empleos se montan en trenes o autobuses locales, en comparación con un 4% de los viajeros diarios nacidos en EEUU. Los últimos datos son de un análisis publicado en 2015 por Brian McKenzie, un sociólogo en el departamento Journey to Work and Migration Statistics (Viaje al Trabajo y Estadísticas sobre Migración) de la Oficina del Censo de EEUU. Pero a lo largo del tiempo la dependencia de los inmigrantes en el transporte público ha estado descendiendo. En una conferencia sobre el transporte público en 2016, Evelyn Blumenberg —profesora y directora de planificación urbana en la Escuela Luskin de Asuntos Urbanos en la Universidad de California del Sur en Los Ángeles— presentó el gráfico abajo. Mientras que el descenso mayor en pasajeros de transporte público ocurrió con los inmigrantes (de un 16% a un 10%) entre 1980 y 2014, no ha habido mucho cambio que digamos con los demás grupos (en realidad, el uso del transporte público para todos los grupos ha estado bajando desde los años 60, y los datos que existen de esta fuente datan de esa década hasta el presente. Si bien el uso de transporte público por los demás grupos ha empezado a estabilizarse desde los años 80, el uso por parte de los inmigrantes sigue disminuyendo).

El uso del transporte público entre inmigrantes ha descendido entre 1980 y 2014 comparado con el uso general en EEUU y en comparación con otros grupos con limitaciones económicas parecidas (Cortesía de Evelyn Blumenberg).

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Tal descenso entre inmigrantes —junto con un incremento ligero en la cantidad de personas que conducen solosdebe ser un motivo de preocupación para las agencias de transporte público y en realidad, también para cualquier persona interesada en el urbanismo sustentable. ¿Por qué ocurrió? Y si es posible lograrlo, ¿qué se puede hacer para que regresen al transporte público?

Donde los inmigrantes viven y trabajan ha cambiado

La narrativa de inmigrantes que desembarcaron en Ellis Island y vivieron en un denso ‘enclave étnico’ en la ciudad ya no ocurre al mismo grado en que ocurrió en el siglo XX. Más y más inmigrantes están circunvalando las entradas tradicionales de inmigrantes como la Ciudad de Nueva York, San Francisco y Chicago y viajando directamente a nuestros destinos como Dallas, Atlanta y Charlotte. Aunque todavía sigue viviendo desproporcionadamente en áreas metropolitanas grandes de EEUU, la población de inmigrantes también se ha está mudando a los suburbios desde los años 80. Estos centros de inmigrantes no sólo son donde encuentran trabajos y vivienda asequible, sino también donde descubren que la necesidad de tener un auto es mucho más imperativa.

La ubicación de los trabajos también influye las opciones para llegar a ellos. Si los inmigrantes están trabajando en distritos centrales de negocios ubicados en un pedazo denso de transporte público, quizás tengan una mayor probabilidad de usarlo, por lo menos en parte de su viaje al trabajo. Pero muchos inmigrantes trabajan en industrias como construcción y agricultura y quizás necesiten viajar a sitios lejanos. Además, la naturaleza de los trabajos obreros de muchos inmigrantes requiere autos.

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“Los autos también son esenciales para viajes al trabajo en industrias que tienen sitios variables de trabajo (p.ej., construcción), la necesidad de cargar equipo (p.ej., paisajismo) y turnos tempranos o tardes (p.ej., trabajos de servicio)”, escribió Blumenberg en un artículo académico publicado en 2009, donde analizó la conducta viajera de inmigrantes en California.

Mientras más tiempo los inmigrantes tienden a vivir en el país, mayor es su probabilidad de empezar a conducir solos al trabajo y eso es verdad a lo largo del contexto geográfico. “Varias características sociales y económicas de la población nacida en el extranjero reflejan cada vez más las de la población nacida en EEUU a medida que la cantidad de años pasados en EEUU incrementa”, dice McKenzie, el sociólogo de la Oficina del Censo. “La conducta viajera no es una excepción a ese tipo de integración”.

He aquí una tabla de su análisis de 2015 que desglosa la probabilidad de conducir solo para cada intervalo de tres años que los inmigrantes pasan en el país:

Esto tiene sentido: a medida que pasa el tiempo, es más probable que los inmigrantes se vuelvan más instruidos y ganen mayores ingresos, lo cual les da mejores condiciones financieras para comprarse un auto (y quizás resulte más probable que adopten la obsesión cultural decididamente estadounidense con autos). Poseer un auto también se relaciona con verdaderos avances en el empleo para los estadounidenses de bajos ingresos y eso también se aplica a los inmigrantes.

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“Para los inmigrantes mexicanos, el auto es un modo importante y necesario de transporte… el acceso al auto significa más libertad, más oportunidades laborales y una mejor calidad de vida; para algunos es un símbolo de mayor estatus social”, escribió Blumenberg en su artículo.

Inmigrantes diferentes, diferentes autos

La inmigración ya ha desempeñado un papel en disminuir la cantidad de pasajeros en transporte público en estados como California. Y en el futuro, si la administración entrante implementa su plan declarado de deportar casi tres millones de inmigrantes indocumentados y restringe la inmigración legal más generalmente, eso quizás les dé un golpe adicional a los índices de uso del transporte público. Pero entre la población de personas nacidas en el extranjero están subgrupos con una conducta marcada relacionada con viajar que los expertos aún no entienden totalmente. Por ejemplo, una observación es que muchos inmigrantes de clase obrera en EEUU llegan de México y la inmigración anual de ese país ha estado descendiendo durante los últimos 15 años. Por otra parte, está en aumento la cantidad de inmigrantes de Asia, quienes tienden a ser ‘altamente capacitados’. Debido a su posición socioeconómica, el último grupo tiene una mayor probabilidad de poseer autos, dice Mike Smart, profesor auxiliar en la Universidad Rutgers que ha estudiado extensamente la conducta viajera de los inmigrantes.

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¿Entonces qué pueden hacer las agencias de transporte público?

Es probable que aumentar la cantidad de pasajeros entre las comunidades conllevaría invertir más fuertemente en proveer servicios a los vecindarios suburbanos donde los inmigrantes y sus hijos ahora viven. Hacer que sistemas de tránsito sean más seguros y amigables para los usuarios también ayudaría. Otra idea que está ganando terreno entre las agencias de transporte público y también entre pasajeros es emplear servicios de transporte (como Uber y Lyft) para cerrar las brechas en conectividad. Pero, al final, competir con un auto en los suburbios es una lucha contra la corriente. “Lo que hemos sabido durante décadas y décadas es que el transporte público realmente tiene éxito donde supera la conducción de un auto”, dice Smart. “Eso se trata tanto del transporte público como se trata de la competencia principal del transporte público: el auto”. Se ha demostrado que tácticas como adoptar la fijación de precios usando “tarifas de congestión” y aumentar los cargos de estacionamiento hacen que los estadounidenses en general (no sólo los inmigrantes) sean más probables de abandonar a sus autos. Pero tales métodos quizás impongan una carga en inmigrantes de manera desproporcional, particularmente si la infraestructura de transporte público todavía no existe en áreas muy extendidas (es por eso que en estados como California, los legisladores están tratando de proveer seguro de bajo costo a los conductores inmigrantes).

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Quizás sería mejor dirigir los recursos escasos hacia la mejoría de los modos de transporte que los inmigrantes utilizan en áreas urbanas. “Si no estamos mejorando las áreas en que el transporte público ya funciona bien, donde muchos inmigrantes tienden a vivir, creo que al final será problemático para [aumentar] la cantidad de pasajeros inmigrantes”, dice Blumenberg. “Podemos hacer que el transporte público sea mucho más atractivo no solo para inmigrantes sino también para otros viajeros para detener esa marea [del descenso en la cantidad de pasajeros], pero quizás nos obligue a emplear soluciones de compromiso que será políticamente complejas”.

Hacer que el servicio de autobuses sea más frecuente, confiable y eficiente definitivamente sería una manera de atraer y retener a pasajeros leales, tanto inmigrantes como no inmigrantes. En muchas ciudades eso no está ocurriendo. En la Ciudad de Nueva York —la ciudad con la red más robusta de transporte público del país— la cantidad de pasajeros en autobuses está en declive. Lo mismo sucede con el servicio de autobuses en Washington DC. Esto refleja recortes de servicio, no una demanda en descenso, escribe Daniel Hertz de City Observatory. “No son los autobuses los que están siendo abandonados. Son los pasajeros”.

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La tabla abajo vuelve clara la aseveración de Hertz. En ciudades que aumentaron sus servicios de autobuses, la cantidad de pasajeros también aumentó. O sea, si se invierte en estos servicios, los pasajeros vendrán.

Es difícil de desenredar cuánto de la conducta viajera de los inmigrantes surge de limitaciones y cuánto es un resultado de preferencias. Pero hacer que el transporte público sea una opción más atractiva para ellos tendría una gran ventaja económica: gastar hasta 10,000 dólares al año para mantener a un auto puede neutralizar los beneficios potenciales de empleo que los inmigrantes de bajos ingresos obtienen de conducir, según un artículo académico de 2015 escrito por Smart y su colega Nicholas Klein. Para agregar a eso, los inmigrantes latinos son multados de manera desproporcionada por infracciones menores de tráfico en muchas partes del país.

Sin embargo, los inmigrantes aspiran cada vez más a poseer autos, incluso si no pueden sostener esta propiedad de autos de manera permanente. Para los estadounidenses más nuevos, conducir quizás sea la única forma en que puedan reclamar las horas perdidas esperando por el transporte público e introducir algún indicio de certeza a sus vidas.

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Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.

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