El transporte público saldrá debilitado con el nuevo presupuesto

El plan de Trump tiende a fomentar la infraestructura para el automóvil y podría amenazar a una serie de planes de las ciudades, así como al transporte en el campo.

Proyectos de trenes, metros, tranvías y buses podrían quedar severamente afectados con este plan presupuestario.
Proyectos de trenes, metros, tranvías y buses podrían quedar severamente afectados con este plan presupuestario.
Imagen Drew Angerer/Getty Images

¿Te acuerdas de todas esas medidas en cuanto al transporte público que triunfaron en grande en la votación del noviembre pasado? Para muchos votantes urbanos con tendencias liberales, estas representaron un puntito de esperanza en un cielo de tristeza republicana. A ambos lados del pasillo político, algunos pensaron que el presidente recién electo cumpliría con su alarde en cuanto al gasto en infraestructura, es decir, la flamante inversión de un billón de dólares para “construir nuevas vías y carreteras y puentes y aeropuertos y túneles y vías férreas a lo largo de nuestro maravilloso país”.

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Pero donde algunos oyeron oportunidad, otros intuyeron fanfarronería. El plan presupuestario federal que ha propuesto el presidente Trump confirma estas ansiedades: se planea un recorte de 2,400 millones de dólares para el Departamento de Transporte. Los sistemas urbanos de transporte público, los corredores de Amtrak y las redes de aviación se debe preparar para sentir unas punzadas presupuestarias.

Los expertos en transporte público ya estaban prediciendo un recorte para el programa TIGER de subvenciones. Desde 2009 este programa ha otorgado miles de millones en subvenciones sumamente flexibles a programas locales de transporte, entre ellos una línea de autobuses rápidos en Birmingham, senderos para ciclistas y peatones en Phoenix y mejorías de la infraestructura de los trenes suburbanos en Chicago. Es uno de los pocos programas de subvenciones que a lo largo de los años ha disfrutado de apoyo bipartidista en el Congreso. El presupuesto del presidente elimine el programa, declarando que le ahorraría unos 499 millones de dólares al año al gobierno federal.

Después hay que considerar el límite impuesto en el Capital Investment Program (Programa de Inversión de Capital) de la Administración Federal de Transporte Público, también conocido como “New Starts”. El presupuesto propone “financiamiento solamente para proyectos con acuerdos existentes de subvenciones con financiamiento completo”. Esto significa que estarían a salvo tanto la extensión del la línea verde de Boston como el proyecto de tren ligero Portland-Milwaukee, en Oregon, además de otros proyectos. Pero algunos de los proyectos “de inicio inmediato” del país (para usar un término favorecido del equipo Trump), no tienen un acuerdo completo establecido, entre ellos el proyecto de electrificación del ferrocarril Caltrain, en California. Docenas de iniciativas quedarían en limbo, entre ellos varios proyectos en áreas metropolitanas que aprobaron grandes referendos sobre el transporte público en noviembre, como Los Ángeles, Indianápolis y Seattle. Yonah Freemark —un investigador del transporte y consultor— reunió una lista completa aquí (en inglés):

Incluso con miles de millones en fondos locales apartados y disponibles, estas ciudades tendrían serias dificultades en completar estos proyectos, sin mencionar sus promesas de una movilidad mejorada, mitigaciones ambientes y desarrollo económico. Estos beneficios se extienden mucho más allá de los límites urbanos, pero el documento sobre el presupuesto no lo ve así. “Futuras inversiones en nuevos proyectos de transporte público serían financiadas por las localidades que usan y se benefician de estos proyectos localizados”, dice el documento.

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Tal como observó Freemark, se trata de un lenguaje extraño para un presidente que quiere conseguir la aprobación de un proyecto de ley sobre infraestructura. “Si su gobierno cree esto, ¿cuáles proyectos financiaría un proyecto de ley sobre infraestructura?” tuiteó Freemark (a lo mejor serían autopistas con peaje y quizás más oleoductos y gasoductos). Además, ¿cuáles “centros de ciudades” piensa revitalizar Trump si no son los que están en las áreas metropolitanas en la lista de recortes?

El plan presupuestario de Trump también promueve dos deseos perennes de legisladores republicanos: privatizar la función de control de tráfico aéreo de la Administración Federal de Aviación y recortar fondos para Amtrak. El documento propone la eliminación total de apoyo para servicios de larga distancia dentro de estados, lo cual “permitiría a Amtrak a centrarse en manejar mejor sus servicios de tren apoyados por el estado y del Corredor Noreste”. Esto quizás presente un reto, ya que uno de los proyectos más críticos que se requiere para mejorar el servicio del ferroviario del Corredor Noreste —el sumamente complejo proyecto del Túnel Hudson— está en la lista de proyectos ‘New Starts’ que no recibirían financiamiento.

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El presupuesto también propone ponerle fin al programa Essential Air Service (Servicio Aéreo Esencial). Este programa tiene un costo de 175 millones de dólares y subvenciona vuelos hacia y desde aeropuertos rurales. Poner al límites al acceso rural a trenes y aviones quizás parezca afectar a la base de apoyo de Trump, pero este documento parece proceder bajo la suposición de que los estadounidenses rurales no desean viajar más lejos de lo que sus autos los pueden llevar, ya que muestra un compromiso inquebrantable con financiar nuevas vías y carreteras.

Especialmente, el presupuesto respeta al programa de subvenciones Nationally Significant Freight and Highway Projects (Proyectos Nacionalmente Significativos de Flete y Carreteras), el cual “apoya proyectos más grandes de carreteras y de flete multimodal con beneficios demostrables a nivel nacional o regional”, según indica el documento.

Unos cuantos puntos prominentes que se deben recordar: este presupuesto no hace nada para tocar la fuente más grande del gasto en transporte, el Fondo Fiduciario de Carreteras. Dinero de este siempre insolvente fondo —el cual es alimentado por un impuesto en gasolina que no ha cambiado en 24 años— se distribuye en base a la distribución intransigente de un 80% para carreteras y un 20% para el transporte público. Tomará un acto enorme de voluntad por parte del Congreso para cambiar esa fórmula de alguna forma u otra.

De hecho, el Congreso establece el presupuesto federal, no el presidente. Los legisladores demócratas han señalado lo que ellos ven como las “enormes mentiras” implícitas en este proyecto cuando se trata del compromiso de Trump con la infraestructura del transporte. Y los republicanos también han prometido resistir cortes específicos. La misma Elaine Chao —secretaria del Transporte— ha hecho declaraciones a favor del programa TIGER. Quizás sea que el presidente sólo está echando pestes de autobuses, trenes y aviones. Ahora le toca al Congreso unirse o devolverle el fuego.

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Sin importar lo que suceda después, una cosa es cierta: el financiamiento para el transporte público, el cual ya era flojo en administraciones recientes, no se volverá más fácil de conseguir.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.