Barcelona dirá adiós a sus autos más antiguos

La Ciudad Condal prevé vetar la circulación de los coches de más de 20 años, en lo que sería la prohibición más amplia de esta naturaleza en Europa.

Las medidas contra los automóviles viejos en Barcelona buscan contribuir al medioambiente.
Las medidas contra los automóviles viejos en Barcelona buscan contribuir al medioambiente.
Imagen David Ramos/Getty Images

Varias ciudades del llamado Viejo Continente están regulando como nunca antes el impacto medioambiental de sus vehículos, por lo que sería fácil confundir la última prohibición anunciada en Barcelona con cualquier otra. Pero en la ciudad española se está gestando algo mucho más radical.

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Porque, según un reciente comunicado, la alcaldía prohibirá la circulación de los autos fabricados antes de 1997, y de las camionetas y camiones anteriores a 1994 en días laborales. Esto se implementará desde el 1 de enero de 2019. Barcelona, además, ha prometido establecer un observatorio para monitorear la contaminación del aire y sus efectos en la salud pública, al tiempo que la región de Cataluña está considerando un nuevo impuesto para financiar el transporte público, así como una zona de cargo por congestión.

Si algunas de estas medidas suenan familiares, es porque lo son. París introdujo, el pasado mes de enero, un veto similar los días sobre la circulación de sus coches más antiguos y contaminantes. Cabe mencionar el papel que realiza la organización parisina Airparif, creada en 1979, la cual monitorea la calidad del aire y comparte con Madrid, Atenas y la Ciudad de México el objetivo de vetar todos sus autos diésel para 2025. La idea de un cargo por congestión, por su parte, proviene de Londres.

Lo que hace del plan de Barcelona algo diferente, sin embargo, es su magnitud. La alcaldía de París, por ejemplo, solo tiene jurisdicción sobre el centro histórico de la ciudad, habitado por 2.2 millones de personas de los 10.5 millones que residen en el Gran París. Del mismo modo, la zona de cargo por congestión en Londres solo atañe al centro de la urbe.

El veto barcelonés, en cambio, abarcará la mayor parte de su área metropolitana. Las leyes regirán sobre unos 40 municipios, yendo mucho más allá del centro histórico, e incluyendo más de 4.3 millones de los cinco que habitan la conurbación. Esto la hará la prohibición de este tipo más abarcadora de todas las que, hasta la fecha, haya impuesto cualquier ciudad europea. La urbe estima que podría deshacerse de 106,000 autos (un 7% del volumen total de la ciudad) y de unas 22,000 camionetas. Entretanto, el cargo por congestión cubriría 40 municipios, la totalidad del área metropolitana más amplia de la ciudad.

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Lo anterior podría generar un efecto inhibidor de las emisiones de partículas y de NO2, el que Cataluña se ha comprometido a reducir en un 30% durante los próximos 15 años. Consecuentemente, este plan va a irritar a más personas que las iniciativas análogas llevadas a cabo en otras ciudades. Si bien por causas naturales algunos de esos vehículos podrían ya no estar circulando para 2019, no es despreciable la cantidad potencial de 128,000 choferes que se verían obligados a abandonar sus antiguos compañeros de viaje.

Con todo, es más que probable que la decisión afecte a las personas de más bajos ingresos: con la mínima excepción de los propietarios de autos vintage –y de los adolescentes–, la enorme mayoría de los dueños de estos coches antiguos no suelen ser gente de dinero.

Conscientes de esto, la región está ofreciendo incentivos a quienes renuncien a sus viejos automóviles. Quien lo haga, según ha trascendido, será elegible para recibir un pase por tres años para el transporte público de la región (siempre que se comprometa a no comprar un auto con características similares al que abandonó durante ese periodo).

La medida en Barcelona sería una de las más ambiciosas en Europa, por la extensión geográfica que afectaría.
La medida en Barcelona sería una de las más ambiciosas en Europa, por la extensión geográfica que afectaría.
Imagen nseagriff/iStock

El plan pudiera contar con cierto grado de apoyo popular debido a las alarmantes estadísticas recientes: 3,500 personas mueren prematuramente, cada año, gracias a la contaminación del aire. Josep Rull, consejero de Territorio y Sostenibilidad del gobierno de Cataluña, ha dicho oficialmente que los autos viejos contribuyen en gran medida al problema: un coche europeo promedio fabricado antes de 1997 emite 11.6 veces más dióxido de nitrógeno (NO2) que un vehículo hecho bajo los estándares contemporáneos.

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Hay otro hecho muy significativo implícito en la declaración del funcionario. Quienes abogan por las nuevas regulaciones no solo proceden del Ayuntamiento de Barcelona, que es de izquierda, sino que pertenecen también al gobierno regional, el cual ejerce una considerable influencia política en el descentralizado sistema de gobierno español.

Se trata, ni qué decir, de una cuestión bien sensible. En París, los planes de retirar de las calles los vehículos más contaminantes corren el riesgo de tornarse un callejón sin salida para el centro urbano y sus suburbios, aún más dependientes de sus autos, y con las necesidades de cada lado enfrentadas entre sí. Como tal, París viene a ser el reflejo de batallas similares entre urbe y periferia que han tenido lugar, en décadas recientes, desde Varsovia hasta Toronto. De modo que si Barcelona puede crear políticas verdaderamente aceptadas y promovidas a nivel de toda la región, tanto su ciudad como su periferia podrían abrir nuevos caminos para toda Europa.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.