La interrogante que plantean los atentados de Londres: cómo detener a los terroristas en vehículos

Quebec. Jerusalén. Niza. Berlín. Colombus. Estocolmo. Y ahora Londres, donde, por segunda vez este año, un vehículo atropelló a una multitud de personas.
El atentado del pasado fin de semana, que comenzó cuando tres hombres en una camioneta atropellaron a los peatones que cruzaban el Puente de Londres y culminó con una masacre a puñaladas en el cercano Borough Market, ocasionó siete muertos, sin incluir a los perpetradores que fueron muertos a tiros por la policía, y 48 heridos. Como este ataque más reciente nos recuerda, los "atropellos masivos" se han generalizado y la tendencia es preocupante.
Después de que las autoridades dificultaron el secuestro de aviones y la obtención de armas de destrucción masiva tras los atentados del 11 de septiembre —privando a los terroristas de los medios para lanzar espectaculares ataques— los extremistas cambiaron a actos de violencia simples y fáciles de ejecutar, como tiroteos masivos y atropellamientos con automóviles. La sencilla y omnipresente amenaza que plantea el terrorismo vehicular ahora está obligando a los encargados de la seguridad a repensar sus paradigmas.
Tras el ataque en Niza, donde murieron 86 personas en julio de 2016, el Estado Islámico publicó una guía para los potenciales atacantes, señalando que los vehículos son "extremadamente fáciles de adquirir" y probablemente no despierten las sospechas de los ciudadanos o de las autoridades. El grupo no fue el primero en sugerir tal enfoque. Al-Qaeda defendió los atropellamientos como un método eficaz de terrorismo años antes del surgimiento de ISIS. En un artículo del 2010 titulado 'La Mejor Segadora' en la revista Inspire, una publicación propagandística de Al Qaeda en la Península Arábiga, el autor dio orientaciones a los terroristas sobre cómo elegir objetivos, destacando cuáles vehículos probablemente provocarían el mayor número de bajas. Para semejantes ataques, la barrera de acceso es muy baja: la principal habilidad que se requiere es la de conducir. De hecho, un reciente informe de la Administración de Seguridad del Transporte advierte: "Ninguna comunidad, grande o pequeña, rural o urbana, es inmune a los ataques de este tipo".
Para los gobiernos, la protección completa no es ni posible ni viable, pero los esfuerzos proactivos pueden mitigar las amenazas.
Las soluciones infalibles a semejantes casos de terrorismo de baja tecnología siguen siendo esquivas por varias razones, que van desde la resistencia política y la represión de los derechos y las libertades civiles hasta el costo prohibitivo de proteger grandes espacios públicos. En particular, los peatones, especialmente los que se congregan en grandes multitudes para eventos especiales, son sumamente vulnerables a los ataques.
El hecho de si un atropellamiento tiene éxito o fracasa en su intento por matar a decenas de personas inocentes se reduce a cuatro elementos críticos. Este marco de cuatro puntos es clave para entender el terrorismo vehicular y la protección contra éste.
Densidad: ¿Cuán físicamente juntas están las víctimas potenciales? Pensemos en mercados al aire libre, desfiles, conciertos o marchas de protesta. Cuantas más personas se encuentren en estrecha proximidad unas de otras, más atractivo para los terroristas será el objetivo.
Confinamiento: ¿Cuán acorraladas están las víctimas potenciales? No es suficiente atacar un gran grupo abarrotado de personas. Los extremistas violentos también quieren grupos que estén atrapados, sin lugar para escapar una vez que comience un ataque.
Acceso: ¿Cuán accesible es la población objetivo? Las multitudes dentro de un estadio son densas y están confinadas, pero probablemente están protegidas de ser atropelladas por un camión. Los terroristas necesitan rutas despejadas para el ingreso de vehículos: una ruta directa a la gente.
Masa: ¿Cuán grande es el vehículo? Si hay una lección que podemos aprender de los ataques recientes, es que mientras más grande y pesado sea el vehículo utilizado para el atropellamiento, mayor es la tasa de mortalidad. Dicho simplemente, camiones y autobuses son más mortíferos que las camionetas y los automóviles.
La población de países occidentales comprende que incluso gastando miles de millones en contraterrorismo nunca podrá garantizarse la prevención de todos y cada uno de los ataques. Entonces, ¿qué opciones tienen las autoridades decididas a proteger a los ciudadanos contra los ataques con vehículos?
Para los gobiernos, la protección completa no es ni posible ni viable, pero los esfuerzos proactivos pueden mitigar las amenazas. Algunos pasos convencionales han demostrado ser eficaces. Por ejemplo, las patrullas estilo 'policía en servicio' por parte de las autoridades locales encargadas de la aplicación de las leyes y una presencia de seguridad pública visible en espacios abiertos pueden evitar que los potenciales atacantes vayan tras ciertos objetivos. Para eventos planificados en lugares específicos, la contravigilancia también es útil. Mantener registros detallados (especialmente imágenes) de actividades sospechosas que puedan ser compartidos por las autoridades —y, cuando proceda, difundirlos públicamente— puede ser instrumental para la identificación y localización de personas de interés para las autoridades encargadas de la aplicación de la ley.
Pero nada será más útil que aplicar el modelo de cuatro puntos anteriormente nombrado y negar el acceso a ubicaciones de alto impacto. Defender al público comienza con una sencilla cuestión: ¿Qué se puede hacer para impedir que un camión o un autobús llegue a una multitud de personas acorraladas? La respuesta exigirá que las autoridades identifiquen todas las rutas de acceso y coloquen obstáculos formidables en dichas rutas (por ejemplo, erigir barreras de hormigón o barreras y puntales, así como utilizar vehículos de gran tamaño como autobuses y camiones de saneamiento como bloqueos).
Por supuesto, una de las lecciones más importantes de la era posterior al 11 de septiembre es que la seguridad pública debe involucrar al público. "Si ves algo, di algo" es más que un lema publicitario. Es una mejor práctica que salva vidas. Garantizar que la población en general sepa lo que debe buscar y a quién llamar en caso de detectar actividades sospechosas sigue siendo un paso fundamental en la dirección correcta.
Por último, hay una sola cosa que todos podemos hacer para ayudar a frustrar el terrorismo vehicular: cerrar los vehículos con seguro. Los perpetradores de actos de violencia política comprenden que cuanto más grande sea el medio de transporte, mayores serán los daños. Sin embargo, la mayoría de los terroristas no tiene acceso a camiones y autobuses, que es la razón por la que algunos de los incidentes más letales, como los atentados en Jerusalén y en Estocolmo, han involucrado el robo de vehículos comerciales. Puede parecer obvio, pero nunca dejar las llaves en camiones desatendidos es una medida sensata que puede contribuir mucho a la seguridad de las multitudes. El terrorismo —especialmente el terrorismo yihadista— suele ser un crimen de oportunidad.
Hacer que las autoridades, las empresas y el público en general reconozcan el peligro creciente del terrorismo vehicular es un paso importante hacia la reducción de su impacto. Y el primer paso comienza con la toma de conciencia. Después de todo, una sociedad vigilante es una sociedad más segura.
Este artículo apareció originalmente en The Atlantic.