Por qué el sistema de alerta sísmico de México se equivoca y no cubre zonas como Chiapas

La alerta llegó. Funcionó como debía. La gente en la Ciudad de México se levantó –agitada, de sorpresa– tras el estallido de un sinnúmero de sirenas y alarmas que advertían la llegada de un terremoto a las 11:49 de la noche.
¿Qué tan fuerte iba a ser? Nadie sabía. ¿Cuánto tiempo iba a durar? Desconocido. Las sirenas sólo significan que la tierra se iba a mover en cualquier minuto.
Pero, a casi mil kilómetros al sureste de la Ciudad de México, en el estado de Chiapas, el escenario fue distinto.
El terremoto se originó a casi 100 kilómetros de las costas de ese estado, en el océano Pacífico. El movimiento fue tan grande que desató una fuerza que –según el Servicio Sismológico Nacional (SSN)– se ubicó en los 8.3 puntos en la escala de Richter. Fue el segundo terremoto más potente registrado en la historia de México, incluso más que el registrado en la capital azteca, en 1985.
Así, mientras las sirenas sonaban en la Ciudad de México y los capitalinos tenían alrededor de 92 segundos para tomar algún tipo de precaución, los chiapanecos no.
Un sistema que nació de la tragedia
El terremoto de 1985 sigue siendo un trauma colectivo para los mexicanos, especialmente para quienes vivían en la capital del país. Tras el sismo, cuyo epicentro se registró a solo 350 kilómetros de la Ciudad de México, las pérdidas humanas y económicas fueron devastadoras: cobró la vida de más de 5,000 personas –aunque el SSN las cifró en 40,000–, dejó casi 4,000 millones de dólares en pérdidas y destruyó barrios en la periferia de la ciudad, la mayoría de ellos vulnerables.
Seis años más tarde, en 1991, la capital inauguró un sistema único, pionero en la región y absolutamente vanguardista para la época. Se trata del Sistema de Alerta Sísmica, o SAS, puesto en marcha por Manuel Camacho Solís, el entonces jefe de gobierno de la Ciudad. El sistema contaba en esa época con doce sensores sísmicos a lo largo de la costa de Guerrero, el estado con salida al Pacífico que se encuentra más próximo a la Ciudad de México, y por ende, en plena zona sísmica.
El sistema recién se expandió en 1999 hacia Oaxaca, al sureste de la capital. Pero no sería hasta 2005 que toda la red se unificó, al menos de manera protocolar, bajo el nombre de Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX). Entre ese año y hoy, ciudades como Acapulco, Chilpancingo, Puebla y otras han entrado en la cobertura de las alertas. Sin embargo, las alertas sísmicas en México siguen siendo altamente dependientes del gobierno de la capital, focalizando su trabajo en advertir –principalmente– a los capitalinos y dejando pendiente su expansión a otros estados con actividades telúricas como Baja California y, claro, Chiapas.
"El sistema se ha extendido a otras ciudades, pero su propósito en sí es hacia la Ciudad de México. Creo que se requiere algo con más flujo, que pueda ser aplicado no solo a una ciudad, sino que a otras partes. Hace falta definitivamente más cobertura", agrega el doctor Allen Husker, sismólogo e investigador del Departamento de Sismología de la Universidad Nacional Autónoma de México.
¿Cómo funciona?
El sistema tiene 97 sensores en diversos lugares con alta actividad sísmica a lo largo del Pacífico mexicano. Éstos miden el movimiento de la tierra y se conectan con una estación a través de un miniprocesador, el que busca el patrón sísmico. Si da positivo, se envía la señal a través de un canal de radio propio, administrado por el gobierno y que tiene frecuencia única. La señal, por su parte, activa las alarmas y las sirenas, cuyas ondas viajan más rápido que las sísmicas.
Existen dos tipos de alertas: la temprana y la pública. La temprana solo se emite a ciertos dispositivos, repartidos por el gobierno de la Ciudad a escuelas y edificios públicos, si el sismo es menor a 6 grados en la escala de Richter. Si es sobre ese rango, la alerta es pública: las sirenas comienzan a sonar desde las cámaras de videovigilancia, junto a una transmisión en conjunto por radio y televisión.
Estado | Número de estaciones |
---|---|
Guerrero | 33 |
Oaxaca | 39 |
Michoacán | 9 |
Colima | 5 |
Jalisco | 6 |
Puebla | 5 |
Total | 97 |
Los desafíos: modernizar y expandir
Desde 1989, el sistema de alertas está manejado por una empresa sin fines de lucro llamada CIRES o Centro de Instrumentación y Registro Sísmico. No es parte del gobierno de la Ciudad de México, sino que es una asociación civil que ha mantenido los contratos de este sistema desde hace casi tres décadas. La expansión –y modernización– del sistema de alertas ha sido lento: solo se hicieron actualizaciones en 1999, 2005 y 2010.
Para Allen, el sistema necesita rápidamente una reforma en cuanto a la información que entrega. "Ha sido el mismo sistema siempre y el problema es que la única información que entrega es una alerta, nada más. Podrían entregar, junto a la alerta, el tiempo estimado de la llegada del sismo y su magnitud, entre otras cosas. Se podría modernizar y el gobierno, por su lado, podría impulsar un sistema más informativo", explicó.
Dado que los equipos son antiguos y prácticamente no han existido nuevos actores que puedan modernizar al sistema, aún existen áreas sin cobertura –como Chiapas y Baja California– que se ven afectadas por la lentitud en los procesos y la poca tecnologización de las alertas en un mundo ya dominado por los smartphones e internet.
Andrés Meira es un arquitecto británico que intentó mejorar el sistema de alerta sísmica en México. Tras fallidas conversaciones con el gobierno de la capital, Meira decidió emprender por sí solo y recibió 150,000 dólares del Departamento de Estado de EEUU, a través de la Agencia de Desarrollo Internacional, o USAID en inglés. Así fue como fundó Grillo y comenzó a instalar sismo-sensores a lo largo de la costa del Pacífico mexicano, independiente del gobierno. Hace un mes terminaron de posicionarlos y están en plena marcha blanca. Meira cuenta que el servicio será gratuito para quienes descarguen una app en su smartphone e incluirá información georreferenciada sobre el terremoto, incluyendo posición y magnitud.
"El sistema actual es no es confiable. Si bien estamos todos agradecidos de que existe este sistema, los expertos coinciden que no es muy bueno y que necesita modernizarse. De mi parte, veo muy bien la inversión que hacen cada año, pero podrían hacer algo mil veces mejor. No hay innovacion. No hay competencia. Todo es cerrado", argumenta Meira.
Uno de los graves problemas del actual sistema son los llamados 'falsos positivos'. Estos son alertas enviadas a la población ante terremotos que jamás existieron o que no ameritaban una alerta dada su baja intensidad. Por ejemplo, algunos de los casos más comunes son en relación a los sismos de intensidad 6 o 6.5 en la escala de Richter cuyo epicentro a cien o doscientas millas de las costas de Guerrero. Los sensores van a tomar ese movimiento, identificarlo como mayor a 6 y enviarán una alerta pública –innecesaria– a Ciudad de México. Otros, se deben a errores humanos, como el que se vivió un día antes del terremoto.
Estas alertas son innecesarias porque el sismo llegará con mucha menor intensidad a la capital a la que se detecta en el mar. Será casi imperceptible. "La mayoria de las veces es más bien que, si bien se alertó, la magnitud del sismo llegará en niveles tan bajos que nadie lo va a sentir. Muchas veces la alerta está bien, pero no tiene sentido, porque será imperceptible", explica Allen Husker, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Si bien la Ciudad de México reconstruyó sus viviendas y edificios con tecnologías antisísmicas luego del megaterremoto de 1985, Chiapas y Oaxaca viven realidades distintas. Las comunidades de esos estados son más rurales, pobres y con índices de desarrollo humano mucho menores que los de la capital. Según un estudio realizado en 2015 por el Cuerpo Académico de Prevención de Desastres Naturales de la Universidad Autónoma de Chiapas, y por el Instituto Andaluz de Geofísica de la Universidad de Granada, l a vulnerabilidad sísmica de las construcciones en el centro de Tapachula –la segunda más poblada de Chiapas– son preocupantes. De todas las casas y edificaciones ubicadas en 22 cuadras del centro, un 83% de ellas fue catalogada como "alta" o "muy alta", lo que hace que la población de esta y otras ciudades esté más en riesgo de un accidente al momento de vivir un terremoto, como lo que ya se vio en este último terremoto.