¿Por qué los niños japoneses son tan independientes?

Es común ver a los niños desfilando por el transporte publico japonés, pasando de vagón a vagón, ya sea solos o en grupos, buscando asientos.
Andan con calcetines altos, zapatos de charol bien pulidos, chaquetas escocesas y sombreros de ala ancha abrochados bajo el mentón. Tienen pases de trenes sujetos a sus mochilas. Estos niños de hasta seis o siete años de edad vienen de o van a sus escuelas sin ningún adulto encargado a la vista.
En Japón los padres habitualmente mandan a sus hijos a andar solos en la calle a muy temprana edad. Un popular programa televisivo llamado Hajimete no Otsukai, lo cual significa “mi primer mandado”, muestra a niños pequeños de dos o tres años despachados a hacer algún tipo de mandado para sus familias. Mientras caminan a tientas al supermercado o a la panadería, un equipo sigilosamente filma su progreso. El programa ha estado en el aire durante más de 25 años.
En este segmento de Mi primer mandado (con subtítulos en ingles) un hermano y una hermana salen a comprar comestibles por primera vez, no sin soltar unas cuantas lágrimas.
Kaito, un niño de doce años de Tokio, desde los 9 años de edad ha estado viajando en tren entre las casas respectivas de sus padres, quienes comparten su custodia. “Al principio estaba un poco preocupado por andar en el tren solo”, reconoce. “Pero sólo un poco preocupado”.
Hoy día, dice, le es fácil. Al principio sus padres también se sentían nerviosos con respecto a esto, pero finalmente se lo permitieron porque pensaban que ya tenía edad para hacerlo y que muchos otros niños lo estaban haciendo sin problemas.
“Sinceramente de lo que me acuerdo que pensé en aquel momento fue que los trenes son seguros, llegan a tiempo y son fáciles de navegar y que él es un niño inteligente”, dice la madrastra de Kaito (sus padres pidieron que no se publicara ni su apellido ni sus nombres por cuestiones de privacidad).
“Yo tomaba los trenes en Tokio por mi cuenta cuando era menor que él”, recuerda la madrastra. “No teníamos teléfonos móviles en mis tiempos, pero aún así logré viajar de un punto A a un punto B en el tren. Si se pierde, nos puede llamar”.
¿Qué explica este nivel poco común de independencia? No se trata de autosuficiencia. En realidad, se trata de “dependencia en el grupo”, según explica Dwayne Dixon, antropólogo cultural que escribió su tesis doctoral sobre la juventud japonesa. “Los niños [japoneses] aprenden temprano que, idealmente, a cualquier miembro de la comunidad se le puede pedir que atienda o que ayude a los otros”, dice.
Esta suposición se refuerza en la escuela, donde los niños se turnan para limpiar y servir el almuerzo en lugar de depender del personal escolar para realizar estas tareas. “Se distribuye la labor en distintos hombros y van rotando las expectativas. Al mismo tiempo, se les enseña a todos lo que se necesita para limpiar un inodoro, por ejemplo”, dice Dixon.
Tomar responsabilidad por espacios compartidos significa que los niños tienen el “orgullo de propietario” y entienden de manera concreta las consecuencias de ensuciar, ya que ellos mismos tendrán que limpiar cuando ensucien. Esta ética se extiende a los espacios públicos de manera más amplia (sería una de las razones por las que las calles japoneses generalmente son tan limpias). El niño que está en público sabe que puede contar con el grupo para ayudarle en caso de una emergencia.
Japón tiene una tasa delictiva muy baja y seguramente dicha índice es una razón clave por la que los padres sienten confianza al enviar a sus hijos solos para la calle. Pero espacios urbanos en pequeñas escalas, una cultura de caminar y el fuerte uso de transporte público también promueven la seguridad y —lo que quizás sea igualmente importante— la percepción de seguridad.
“La escala de los espacios públicos es mucho mejor aquí. Se trata de espacios al estilo antiguo, del tamaño de personas, los que también controlan el flujo y la velocidad”, comenta Dixon. En las ciudades japonesas las personas están acostumbradas a caminar a todas partes y el transporte público pesa más que la cultura automovilística. En Tokio, la mitad de todos los viajes se hacen en tren o en autobuses y un cuarto se hacen caminando. Los conductores están acostumbrados a compartir las calles y a cederles el paso a peatones y a ciclistas.
La madrastra de Kaito dice que no dejaría a un niño de nueve años andar solo en el metro en Londres o en Nueva York. Eso es algo que sólo haría en Tokio. Esto no quiere decir que el metro de Tokio esté libre de riesgos. El problema persistente del toqueteo de mujeres y niñas, por ejemplo, en 2000 condujo a la introducción de vagones exclusivamente para mujeres en líneas selectas. Aun así, muchos niños de la ciudad siguen tomando el tren a la escuela y hacen mandados en sus vecindarios sin supervisión cercana.
Al darles esta libertad los padres están depositando mucha confianza no sólo en sus hijos, sino también en la comunidad entera. “Hay muchos niños autosuficientes en todo el mundo”, observa Dixon. “Pero sospecho que lo que intriga a los occidentales [en cuanto a Japón] es el sentido de confianza y cooperación que ocurre sin expresarse ni pedirse”.
Esta historia fue publicada originalmente en inglés en CityLab.com, como parte de la serie de artículos City Makers.