A su alrededor veía a los amigos de la familia que llegaban a acompañar a su madre en la angustiosa espera del desenlace de la toma del Palacio de Justicia. Asomada a una ventana de su apartamento en los cerros de Bogotá, entre las cortinas y el cristal donde había una calcomanía de una paloma de la paz, vio pasar un tanque de guerra que se dirigía al palacio en el que su papá, el magistrado auxiliar Carlos Horacio Urán, estaba atrapado entre las balas del ejército y del movimiento revolucionario M-19.
La hija de un magistrado muerto en el Palacio de Justicia de Colombia exhuma el crimen sin castigo
Después de casi 25 años de silencio, Helena Urán Bidegain cuenta en el libro "Mi vida y el palacio" cómo sufrió la pérdida de su padre y los hechos impunes que rodearon su muerte.


"Los segundos y minutos pasaban y yo permanecí ahí mirando hacia afuera, sintiéndome como elevada, por encima de lo real, como inexistente dentro de lo que acontecía, mi cerebro no podía ir a la velocidad del momento, ni entender qué pasaba. No lograba ordenar lo que oía, o lo que veía, yo era insignificante, todo pasaba, pero no podía actuar", escribió.
Helena Urán Bidegain no lloró la muerte de su padre cuando niña. Sin proponérselo se sumergió en sí misma y en un estado de distanciamiento inducido por su pena empezó a grabar en la memoria los acontecimientos que imprimió en "Mi vida y el palacio: 6 y 7 de noviembre de 1985", las memorias represadas de la muerte de su papá y las maniobras de quienes lo mataron.
El libro es un relato que enlaza cinematográficamente, yendo y viniendo, la narración de un crimen impune de Estado con las reflexiones de la niña abrumada por la desaparición de un papá siempre pendiente de su felicidad; el escapismo de la adolescente que posterga el enigma pendiente, y la adulta que finalmente asume el reto, desata, escudriña y cuestiona cada hallazgo. Sin rencor, la narrativa se encarga de dejar en el lector la impotencia rabiosa que produce el encubrimiento oficial de la verdad.
El padre de Helena salió cojeando del Palacio de Justicia, apoyado en los hombros de dos soldados y luego fue hallado muerto dentro de la misma edificación con laceraciones y traumas adicionales a los que había sufrido en el ataque del Ejército. Un dictamen forense permite concluir que fue torturado y ejecutado a quemarropa antes de ser plantado como una supuesta víctima del asalto.
"Era una imperiosa necesidad y un compromiso con no ceder al silencio, mi compromiso era no volver jamás a callar: durante casi veinticinco años lo había hecho y había llegado el momento de decir, de exponerse, de no huir de mí misma, de honrar la memoria de los míos, de mi padre, y la mía, por supuesto", afirma Helena.
La toma del Palacio ocurrió el 6 de noviembre de 1985. El M-19 mantuvo como rehenes a unas 350 personas entre quienes se encontraban magistrados de la Corte Suprema y del Consejo de Estado, personal administrativo, de la cafetería y hasta estudiantes que estaban allí presentando exámenes a los magistrados profesores.
El grupo revolucionario quería hacerle un juicio público al entonces presidente Belisario Betancourt por el fracaso de un proceso de paz. En una decisión que ha sido comparada con un golpe de Estado express, el ejército asumió el control de la situación desestimando los ruegos de un diálogo que pedían los magistrados con el estruendo de la balacera al fondo.
Los medios fueron censurados. La retoma por parte del Ejército dejó un saldo de un centenar de muertos entre quienes se encontraban civiles y guerrilleros que salieron con vida del palacio. Las investigaciones posteriores apuntan a que los civiles fueron torturados y ejecutados por sospechas de vínculos con el M-19 o simplemente por simpatizar con la izquierda. El padre de Helena era crítico de las fuerzas militares.
Con una prosa cálida y transparente, Helena cuenta año tras año su peregrinar por el mundo a raíz de las amenazas que su familia recibió en Colombia por no dejar las cosas quietas. "Dejar así", le dicen en Colombia a esta consigna del conformismo.
"El relato está cargado de una impronta humana que sacude al lector", escribió en el epílogo el sacerdote Francisco de Roux. "Como en la narración del momento en el que un fiscal les entregó la billetera de Carlos Horacio con sus papeles y una foto de la mamá y las tres niñas". Helena comenta: ese día "comprendí que el momento del asesinato de mi padre duraría toda mi vida".
Hace 13 años entrevisté a la madre de Helena, Ana María Bidegain, profesora de estudios religiosos en la Universidad Internacional de la Florida. Acababa de recuperar las pertenencias de su esposo.

La bala con la que lo ejecutaron perforó la fotografía de ella, dos tarjetas de crédito, el carné para entrar al edificio del Consejo de Estado y un boleto de lotería que el magistrado llevaba en el bolsillo izquierdo del saco.
Los documentos fueron hallados en mayo de 2007 por la fiscal colombiana Angela María Buitrago durante un allanamiento a los servicios de inteligencia del ejército de Colombia.
Las imágenes de Urán saliendo del edificio malherido fueron descubiertas por los periodistas de Noticias Uno, Daniel Coronell (hoy presidente de noticias de Univision) e Ignacio Gómez ,reportero del noticiero colombiano.
Los libros sobre el Palacio de Justicia nunca serán suficientes. El de Helena tiene la fuerza del primero que lo cuenta desde la ventana de una víctima que hizo su propia exhumación forense de sus recuerdos contenidos y de los giros siniestros que ocurrieron en las horas finales de su padre.
"Hoy miro para atrás y veo el largo camino que hemos recorrido plagado de injusticias, calumnias y engaño. Pero también desarraigo y ruptura familiar", escribió. "No tenían suficiente con torturar, asesinar y desaparecer a mi papá; no, quisieron ir mucho más allá. Intentaron callarnos, intentaron silenciarnos y que toda la sociedad olvidara".







