Ganarse la vida en aguas contaminadas: la pesca en el derrame petrolero del lago de Maracaibo (fotos)
El célebre lago del occidente de Venezuela fue el epicentro de la industria petrolera de un país que hasta finales del siglo XX fue considerado uno de los más prósperos del mundo, pero ahora produce apenas una quinta parte de lo producía hace dos décadas. La crisis convirtió al lago de Maracaibo en un lodazal de donde emana crudo de oleoductos y plataformas resquebrajadas, y el hidrocarburo cubre los pescados y mariscos que recogen los pescadores, que deben limpiarlos y fregarlos antes de poder venderlos para la exportación. "Esto es como el fin del mundo", dice un pescador.
Por:
Scott Smith y Rodrigo Abd (AP)
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Con las manos cubiertas de petróleo, Edward Alexander Barrios organiza la pesca que recogió en el lago de Maracaibo, en Cabimas, al oeste de Venezuela. No hay nadie que esté sufriendo más de las consecuencias ambientales del colapso de la industria petrolera de ese país,
hasta hace unos años pionera en el mundo, que los humildes pescadores en las aguas sucias y negruzcas del lago de Maracaibo, una zona de intensa producción petrolera.
Rodrigo Abd/AP
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Estas fotografías fueron tomadas a mediados de 2019,
cuando aumentaron la cantidad y duración de los apagones provocados por el colapso del sistema eléctrico venezolano. El célebre lago del occidente de ese país se ha convertido en un desolado lodazal de donde emana crudo de oleoductos y plataformas resquebrajadas. Gran parte de la sustancia oleaginosa cubre los pescados y mariscos recogidos por los pescadores, que deben limpiarlos y fregarlos antes de poder venderlos para la exportación.
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Las manchas cubren las lanchas y dañan los motores y redes. Al final de cada acalorado día, los pescadores se lavan afanosamente las manos y pies con gasolina pura. Les salen erupciones en la piel pero dicen, resignados, que ese el precio que deben pagar para poder subsistir. “Esto es como el fin del mundo”, dijo a la agencia AP Lenin Viera, de 28 años, uno de los pescadores que reconoce la dura realidad del trabajo en las cercanías de la ciudad de Cabimas: Si no salen a pescar, sus familias no comen.
Pescadores de cangrejo con su ropa y equipo manchados de petróleo cerca de Cabimas. Expertos ambientales dicen que la contaminación petrolera en el lago comenzó en la década de 1930, cuando se cavó allí un canal para permitir la navegación de buques petroleros grandes. En poco tiempo entró agua salada de mar, lo que mató a parte de la fauna lacustre. Aparte de eso, se desarrolló la agricultura en la zona cercana al lago, lo que vertió fertilizantes a sus aguas y destruyó parte del ecosistema.
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Hoy en día, el lago es un desolado lodazal donde los desechos sucios y manchados aparecen en la ribera. Un hedor fétido permea la zona y llega a las aldeas aledañas, de viviendas humildes hechas de ladrillos y techos de zinc.
Ni el ministerio de comunicaciones de Venezuela ni la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) respondieron a las solicitudes de comentario de la agencia AP para este reportaje.
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Esa no es la realidad que vislumbraba Yanis Rodríguez, hoy de 37 años (en la fotografía), cuando empezó a pescar allí siendo adolescente. En ese entonces soñaba con comprarse un carro nuevo y mandar a sus hijas a una escuela privada. “Ya no sueño eso”, declaró Rodríguez,
quien vive bajo un régimen de racionamiento de electricidad y a duras penas consigue agua limpia para beber, bañarse o lavar. "Aquí las cosas van de mal en peor”.
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Aparte del riesgo a la salud que implica vivir cerca de aguas contaminadas,
hay peligros más inmediatos. Una explosión dejó gravemente quemados a tres pescadores recientemente cuando encendieron el motor de su lancha justo en el lugar donde vertía un escape de gas, envolviéndolos en llamas.
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Los pescadores Erick ALejandro (izq) y Kelvin Alcalá quitan el petróleo acumulado dentro del bote al finalizar la jornada. Los residentes locales dicen que la primera vez que vieron manchas de petróleo en la orilla fue a comienzos del gobierno de Chávez, cuando la industria petrolera empezó a deteriorarse.
El socialista sustituyó la estructura de méritos en la organización de PDVSA por el clientelismo político y muchos de los ingenieros y gerentes, formados en universidades públicas del país y en el exterior, emigraron. Finalmente la infraestructura cayó en el deterioro y el desuso.
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En Punta Gorda, cerca de Cabimas, los pescadores sacan los cangrejos del agua manchada de petróleo, los pesan, y luego sus esposas los limpian uno a uno con trapos y cepillos de dientes. Estos crustáceos del lago de Maracaibo comenzaron a ser exportados EEUU en 1968, después que un empresario petrolero de Luisiana descubriera el potencial de este negocio y se lo contara a su hermano, que ya estaba en la industria de los mariscos.
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El pescador Antonio Tello bromea con su hija Génesis mientras limpian el petróleo de los cangrejos. La carga se lleva a plantas procesadoras y de allí al mercado nacional o internacional, pero en ninguna parte se informa que fueron sacados de aguas contaminadas. Parte de este producto procesado se lleva a la vecina Colombia y a EEUU.
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Cornelis Elferink, profesor de farmacología y toxicología de la Universidad de Texas en Galveston, dijo que el ingerir ocasionalmente cangrejo recogido de aguas contaminadas probablemente no implica un riesgo a la salud, pero cree que los que
sí están en grave riesgo son los pescadores, que deben trabajar en un ambiente contaminado día tras día. En la fotogra´fia José Lugano, mientras recoge el petróleo que se escapa cerca de las tuberías que llevan gas a su cocina en Cabimas.
Rodrigo Abd/AP
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El pescador José Miguel Pérez, empapado en petróleo, sostiene un recipiente con sl almuerzo durante un descanso de la pesca de cangrejos en el lago de Maracaibo. “Esos pescadores venezolanos tienen una existencia infernal”, declaró Elferink. "Están en el epicentro de todo". El agua oleaginosa, los vapores tóxicos y la ingestión diaria de los productos contaminados pueden causar una gran variedad de enfermedades como dificultades respiratorias, lesiones dérmicas e incluso cáncer, estimó.
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Simón Bolívar, de 53 años, dice que ha sido pescador en el Lago Maracaibo desde que tenía 7 años de edad. Al igual que sus compañeros, termina todos los días hundiendo sus pies en un recipiente de gasolina y lavándose el petróleo de sus manos y rostro. Dice que ya está acostumbrado al ardor en la piel.
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Fabiola Elizalzabal lava el pescado capturado por su padre cerca de un terminal de embarque de petróleo crudo en Cabimas.
Con la crisis política y la escasez de alimentos que afectan a Venezuela, Bolívar ha perdido 46 libras (21 kilos) en años recientes, y mantiene a su familia básicamente gracias a los cangrejos y otros productos que saca del lago. “Deberíamos tener miedo”, dice Bolívar, bautizado con el nombre del prócer independentista sudamericano. "Si no pescamos, ¿qué comemos? Nadie va a venir a salvarnos".