Cómo EEUU con Trump dejó de ser el "faro" de los derechos humanos en el mundo

Bajo la segunda administración de Donald Trump, EEUU ya no considera esencial presentarse como promotor de las libertades y los derechos humanos.

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Por casi dos siglos y medio, EEUU se presentó ante el mundo como un “faro de libertades”, de respeto de los derechos humanos y un modelo de democracia, no importaba que muchas veces (dentro o fuera) el país no respaldara con hechos esos ideales, o que consideraciones geopolíticas o económicas forzaran a dejarlos en segundo plano.

Más allá de las inconsistencias que se veían en la realidad, libertad y derechos humanos siempre estuvieron al centro en el discurso político en Washington y en los foros internacionales donde participaba, hasta que este año Donald Trump llegó por segunda vez a la Casa Blanca, cuando se han desmantelado organizaciones y oficinas que se usaban para promover esos temas.

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El desmantelamiento de la que era la mayor agencia de ayuda humanitaria del mundo, USAID (eliminando planes sanitarios esenciales en muchos países pobres) o el retiro del financiamiento a oficinas de promoción de la democracia, como el National Endowment for Democracy (que cortó los fondos destinados a organizaciones que se oponen a gobiernos autoritarios) son ejemplos del proceso iniciado bajo la segunda presidencia de Trump.

En agosto, el gobierno de Trump se retiró del monitoreo de derechos humanos de la ONU, el llamado Examen Periódico Universal (EPU), un proceso de revisión vigente desde 2008 mediante el cual los Estados evalúan mutuamente su historial en materia de derechos humanos, algo que algunos expertos consideran que obstaculizará la rendición de cuentas tanto nacional como internacionalmente y debilita la protección en derechos humanos.

La reciente presentación de la Estrategia de Seguridad Nacional por parte de la Casa Blanca muestra un país replegándose a sus fronteras bajo la premisa de “EEUU primero” que promueve el presidente Trump porque “no todos los países, regiones, problemas o causas, por valiosos que sean, pueden ser el foco de la estrategia estadounidense”, como indica el documento.

EEUU pasó del compromiso de Kennedy al alejamiento de Trump

En 1961, en su discurso de toma de posesión, el presidente John F. Kennedy ofreció unos EEUU “reacios a presenciar ni permitir la lenta destrucción de los derechos humanos" con los que, dijo: "Esta nación siempre ha estado comprometida, y con los que nos comprometemos hoy en casa y en todo el mundo".

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“Que cada nación sepa, nos desee bien o mal, que pagaremos cualquier precio, soportaremos cualquier carga, afrontaremos cualquier adversidad, apoyaremos a cualquier amigo y nos opondremos a cualquier enemigo para asegurar la supervivencia y el éxito de la libertad”.

Aquellas palabras de Kennedy se enmarcaban en un EEUU triunfal tras la Segunda Guerra Mundial, muy seguro en su papel de “gendarme del mundo”, aunque, paradójicamente, empezaba a meterse en el gran problema interno y externo que sería la guerra en Vietnam, donde se documentaron crímenes cometidos por los militares estadounidenses y que socavó las libertades de miles de ciudadanos dentro de EEUU.

El país vivía, puertas adentro, en un sistema de discriminación racial, sobre todo en estados sureños, que era respondido por la población negra, metida en la lucha por los derechos civiles. Sin embargo, en la retórica, el mensaje subrayaba la búsqueda de la “libertad”.

Pero con Trump no solo se ha acabado la política práctica de promoción de la democracia o de los derechos humanos, se ha eliminado del discurso oficial y, en paralelo, las acciones desde la Casa Blanca están debilitando la estructura mundial de promoción de los derechos humanos, que siempre tuvo en EEUU uno de sus principales defensores.

El informe anual del Departamento de Estado sobre “Prácticas de Derechos Humanos" por país que se publicó en agosto refleja el cambio, al dejar fuera algunas categorías como la situación de las mujeres, colectivos LGBT, personas con discapacidad, corrupción gubernamental y libertad de reunión pacífica, y generó gran polémica porque presentó una mirada benevolente hacia gobiernos con los que tiene afinidad ideológica, como El Salvador.

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Eso llevó a la directora de Human Rights Watch, Sarah Yager, a decir que era “un ejercicio de encubrimiento y engaño" que cuestiona la credibilidad del informe y debilita la lucha global contra el autoritarismo.

Qué implica que EEUU no sea el tradicional promotor de derechos humanos

Y si EEUU ya no predica de palabra, tampoco parece ser capaz de hacerlo con el ejemplo, a juzgar por los problemas legales que ha encontrado Trump en su agresiva política contra la inmigración, en la que algunos tribunales han encontrado extralimitaciones y abusos del gobierno en el uso de la fuerza, control de manifestaciones y hasta detenciones arbitrarias, incluso de ciudadanos estadounidenses, solo por “lucir” como un indocumentado ( un uso de perfil racial que la Corte Suprema permitió aplicar para casos de inmigración).

La reacción “anti-woke” ha llevado al gobierno a tomar acciones que han sido desafiadas en tribunales por limitar la libertad de expresión consagrada en la Primera Enmienda de la Constitución, mientras que el despliegue de militares dentro del país para asistir en labores de orden público choca con leyes que lo impiden y una centenaria tradición.

“Estados Unidos no está siguiendo un poco sus principios”, dijo a Univision Noticias José Miguel Cruz, miembro de la junta directiva de Cristosal, una organización de promoción de derechos humanos que trabaja en El Salvador, Guatemala y Honduras que recientemente presentó un informe conjunto con Human Rights Watch sobre el tratamiento de venezolanos enviados a la cárcel del CECOT en El Salvador.

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En ese informe se hace una dura crítica al gobierno de EEUU, junto al salvadoreño y al venezolano, por no proteger los derechos de los deportados.

“Estados Unidos fue el principal impulsor de la Carta Interamericana de la Convención de Derechos Humanos, en la que se reconoce el debido proceso, se reconoce la protección de la dignidad humana. Lamentablemente, no hemos estado viendo eso mucho, particularmente en el caso de los venezolanos (que han sido deportados por el gobierno de Trump) cuando los envían sin debido proceso”, afirmó Cruz.

Sin embargo, Cruz no pone a Washington en la lista de los “malos actores” en la materia (como Venezuela o El Salvador) porque considera que “todavía hay separación de poderes”. "Hay la posibilidad de poder denunciar públicamente. Hay límites. Ciertamente, los espacios se han limitado en Estados Unidos, pero todavía hay espacios para hacer esto que estamos haciendo".

EEUU ya no da el “ejemplo” en derechos humanos

Por lo que se indica en la Estrategia de Seguridad Nacional o lo que se recoge en el Informe de Derechos Humanos del Departamento de Estado, Washington hoy no siempre ve necesaria la promoción de derechos humanos o las libertades de esa manera principista de la que hablaba el presidente Kennedy.

“Yo creo que vivimos en un mundo de mayor incertidumbre, y eso nos exige ser a los que trabajamos en derechos humanos, a los que creemos en la democracia, ser más ágiles, ser más flexibles, eh, ser más estratégicos, pensar múltiples avenidas para cambio, no estar atados únicamente a una estrategia única, eh, y ser y estar dispuestos a cambiar de estrategia en el camino”, dijo a Univision Noticias Juan Papier, subdirector para las Américas de Human Rights Watch.

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“Para defender esa premisa fundamental (el compromiso en la defensa de los derechos humanos), ese acuerdo al que llegamos después de la Segunda Guerra Mundial, tenemos que ser ágiles, flexibles e inteligentes, sabiendo que el mundo ha cambiado, que es difícil, que es inestable, pero que nos mantenemos atados a estos compromisos fundamentales”.

En su reciente informe “Hallazgos del 2025”, CIVICUS, una alianza global de organizaciones de la sociedad civil, advierte que la situación de derechos humanos en EEUU está bajo la condición de “vigilancia”, según el reporte “debido a los continuos ataques contra las libertades cívicas”.

“Durante los primeros seis meses del segundo mandato del presidente Donald Trump se hicieron patentes signos del deterioro democrático: el Ejecutivo consolidó su poder, se instaló a personas leales en todas las instituciones, se silenció a medios de comunicación independientes, se criminalizó la disidencia y se atacó a grupos marginados”.

El récord de derechos humanos de EEUU

Aunque sin llegar a los extremos de otros países, EEUU nunca ha tenido una hoja totalmente "limpia" en materia de derechos humanos, como se esperaría del país que se describe como la mayor democracia del mundo y se ufana de sus libertades.

En años anteriores, con administraciones demócratas o republicanas, los reportes especializados han reprobado al país en ciertas áreas, como el racismo sistémico en el sistema judicial y carcelario, la brutalidad policial y el uso excesivo de la fuerza contra grupos minoritarios, el deterioro de las políticas de inmigración, las restricciones al acceso a la atención médica y los desafíos al derecho al voto. Pero eran problemas en su mayoría reconocidos por Washington y en los que se hacía esfuerzo por corregir.

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La preocupación de muchos de quienes trabajan en el campo de la promoción de los derechos humanos es que el repliegue retórico y práctico de Washington puede dar alas a gobiernos poco democráticos a profundizar los abusos y la represión de sus sociedades, y afecte al trabajo que se ha hecho en las últimas décadas.

“Debilita, sin duda, porque en el hemisferio ya no existe el compromiso de hace unos años con el tema de derechos humanos. Eso es parte del problema. Sin embargo, todavía existe cierto sistema (de defensa de los derechos humanos). Pero hay que indicarlo, hay que señalarlo, para decir que no es posible que estemos regresando a una concepción del Estado de hace un siglo, donde no importaba mucho la dignidad humana, la dignidad de las personas", dijo José Miguel Cruz.