"Estamos en un punto de crisis": ataque al esposo de Pelosi alimenta la violencia política con "consecuencias sangrientas"
Una de las seguidoras de Donald Trump que asaltó el Capitolio de EEUU el pasado 6 de enero de 2021 grabó un selfie en ese momento diciendo que andaba buscando a Nancy Pelosi para dispararle en su "j... cerebro". La turba que tomó la sede del Congreso ese día se ensañó particularmente con el despacho de la líder de la Cámara de Representantes.
Se llevaron su atrio, registraron y rompieron sus papeles, su computadora. La buscaban con malas intenciones, con odio. Un hombre que luego fue condenado a más de siete años de cárcel prometía sacarla del Congreso arrastrada por los tobillos, “con la cabeza golpeando cada escalón”. Su propia colega en la Cámara Baja, la republicana Marjorie Taylor Greene, dio like a un post de Facebook que hablaba de asesinarla, según un reporte de CNN.
Menos de dos años después del asalto al Capitolio, y a pesar del oscuro capítulo que se escribió ese día en la historia política estadounidense, ese odio sigue siendo fomentado, incluso por personalidades públicas y líderes políticos. El expresidente Donald Trump ha llamado a Pelosi "loca" en reiteradas ocasiones, la ha culpado de empeorar las cosas para Estados Unidos, de crear caos.
Kevin McCarthty, líder de la minoría republicana en la Cámara Baja llegó a decir recientemente y a modo de broma que de ganar la mayoría en estas próximas elecciones de mitad de período y convertirse él en el nuevo líder de esa cámara, "será difícil no golpear" a Pelosi con el que ha sido su mazo.
Este año Pelosi se transformó en el blanco de difamación preferido por los republicanos en sus campañas políticas. Según AdImpact, que rastrea el gasto en publicidad digital y televisión, han gastado casi $40 millones en anuncios que mencionan a la líder demócrata y la culpan de los principales problemas del país.
La ira, usada como combustible por líderes como Donald Trump y repetida en los últimos años por muchos republicanos, medios o activistas de extrema derecha, ha puesto la diana en Nancy Pelosi como un catalizador de movilización política en un país cada vez más polarizado y en año electoral.
Los efectos de esa demonización coordinada y cultivada durante años se vieron ya el 6 de enero de 2021 y llegaron a su cumbre la madrugada de este viernes cuando un hombre de 42 años irrumpió en la casa de la congresista, buscándola y llamándola por su nombre, con claras intenciones de hacerle daño. Al no estar ella terminó atacando con un martillo a su marido, Paul Pelosi, de 82 años, quien tuvo que ser sometido a cirugía en el hospital por fractura de cráneo.
Varios medios de prensa monitorearon las redes sociales y un blog que al parecer pertenecían al agresor, identificado como David Depape, y dieron cuenta de numerosos comentarios racistas, antidemócratas, antisemitas y en los que reproducía teorías conspirativas sobre las elecciones, el supuesto fraude electoral o sobre la pandemia del coronavirus.
Este intento de homicidio -uno de los cargos que enfrentará el atacante- ocurre poco antes de que los estadounidenses vayan a votar el próximo 8 de noviembre, en un ambiente de tensión plagado de teorías de la conspiración y discursos de odio que muchos expertos advierten que puede ser el escenario perfecto para desencadenar cada vez más incidentes de violencia; especialmente ante la perspectiva de que algunos candidatos republicanos perdedores no reconozcan los resultados, una nueva tendencia en el marco de las teorías conspirativas de fraude electoral difundidas por Trump tras su derrota en 2020 frente a Joe Biden.
“Lamentablemente, este ataque era inevitable. La violencia política va en aumento. Y en lugar de que los líderes republicanos la condenen, la aprueban con silencio o, peor aún, con glorificación”, dijo en Twitter el representante demócrata Eric Swalwell, también de California.
Un "punto de crisis" con "consecuencias sangrientas"
Tras el violento ataque a Paul Pelosi en su propia residencia, las reacciones de condena y alarma no se han hecho esperar, también del lado republicano, aunque algunos líderes políticos de esa formación hayan preferido mantenerse en silencio, o incluso, aprovechar el momento para enviar un mensaje electoralista que ha sido ampliamente criticado.
“El esposo de la líder Pelosi, anoche entraron a robar a su casa, lo asaltaron. No hay lugar para la violencia en ninguna parte, pero la enviaremos de regreso a California para que esté con él. Eso es lo que vamos a hacer”, dijo en un acto de campaña este viernes el gobernador de Virginia, Glenn Youngkin.
Por su parte, el senador republicano por Nebraska, Ben Sasse, emitió un comunicado condenando lo ocurrido y llamando a los estadounidenses a "bajar la temperatura". “Esto es cada vez más obvio: personas perturbadas sucumben fácilmente a las teorías de la conspiración y la ira; las consecuencias son sangrientas y antiestadounidenses”, agregó.
También el senador Mitch McConnell, líder de la minoría republicana en el Senado, se pronunció contra la agresión y dijo haberse comunicado con Nancy Pelosi para saber de su esposo y mostrarle su apoyo.
Dentro del Partido Demócrata este ataque contra Paul Pelosi ha causado conmoción. El presidente Joe Biden lo tildó de "despreciable" y el expresidente Barack Obama pidió una oración para su amigo Paul y criticó a los políticos que buscan generar ira y miedo entre las personas para su propio beneficio.
Para la representante por Minnesota Ilhan Omar, otro blanco frecuente de los comentarios misóginos y racistas de Donald Trump y sus seguidores, ella y su esposo han quedado impactados con esta agresión.
“Hablábamos teóricamente de qué pasaría si encontraran a nuestros hijos cuando vinieran a por nosotros; qué pasaría si encontraran a nuestros seres queridos cuando vinieran a buscarnos. Ahora lo sabemos”, dijo Omar a la cadena de noticias MSNBC.
“Cuando vemos cosas como lo que pasó anoche en la casa de la líder [Pelosi]; cuando vemos cosas como complots para secuestrar gobernadores; cuando vemos que aumentan estos actos manifiestos; vemos, francamente, una gran cantidad de indicadores que sugieren que realmente estamos en un punto de crisis”, dijo a The New York Times Peter Simi, experto en extremismo y violencia y profesor asociado de la Universidad de Chapman.
"Este fue claramente un ataque dirigido. El propósito era localizar y potencialmente dañar a la presidenta de la Cámara Baja", dijo por su parte a Reuters John Cohen, excoordinador de contraterrorismo y jefe de inteligencia del Departamento de Seguridad Nacional, quien actualmente trabaja estos temas con autoridades estatales y locales. "Esta es la continuación de una tendencia que hemos estado experimentando en los últimos años. Es una dinámica de amenaza que tiene extraordinariamente preocupada a la policía", agregó.
El extremismo de ultraderecha, el más activo y peligroso
La violencia política no es nueva en Estados Unidos, pero los observadores señalan que definitivamente ha entrado en una fase superior con un elemento nuevo que la distingue: su promoción e instrumentalización como una herramienta de campaña electoral por parte de ciertos líderes republicanos, comentaristas, activistas de ultraderecha, etc.
El Departamento de Seguridad Nacional ha advertido que EEUU enfrenta el peligro creciente y violento del extremismo interno, actualmente la mayor amenaza para el país, más que el terrorismo yihadista y otros.
Este movimiento de extremismo de ultraderecha, que ya venía tomando fuerza desde hace años, se envalentonó y fortaleció con la presidencia de Trump y con el asalto al Capitolio del 6 de enero, que viene a ser su hito colectivo.
Las redes sociales y foros online han sido un catalizador de esa ira, promoviendo teorías de la conspiración e instigando al odio, una tendencia que muchos políticos republicanos han seguido y estimulado para ganarse votos de una base agitada, que ha quedado resentida con la derrota de Donald Trump en las pasadas presidenciales.
Para esos votantes enojados, los demócratas o liberales, más que oponentes políticos son enemigos públicos y actores perversos que buscan expandir sus prácticas nocivas e inmorales o en todo caso económicamente inviables, por lo cual deben ser destruidos.
En una revisión que hizo a principios de año The New York Times de más de 75 acusaciones contra personas que amenazaron a legisladores desde 2016, más de un tercio de los casos eran republicanos o seguidores de Donald Trump y en menor medida demócratas que amenazaban a republicanos, por lo general, por su apoyo a Donald Trump, un ícono de la marcada polarización que lastra al país. De las amenazas contra demócratas, más de 1 de cada 10 era contra Nancy Pelosi. También ha habido amenazas de seguidores de Trump contra republicanos que el expresidente ha criticado.
Un estudio realizado por la Liga Antidifamación reveló que los extremistas de derecha han cometido alrededor del 75% de los 450 homicidios extremistas ocurridos en EEUU durante la última década, en comparación con el 4% atribuido a los extremistas de izquierda.
Según una encuesta reciente de PRRI, el 30% de los republicanos encuestados estaba de acuerdo con la siguiente declaración: “Debido a que las cosas se han desviado tanto, los verdaderos patriotas estadounidenses pueden tener que recurrir a la violencia para salvar a nuestro país”.
Otras amenazas y pasajes violentos contra miembros del Congreso
Desde el asalto al Capitolio algunos congresistas han manifestado sentirse más vulnerables, lo mismo en sus distritos que en la propia capital.
Entre 2016, cuando Trump tomó el poder, y 2021, las amenazas contra miembros del Congreso se han multiplicado por 10, según datos de la Policía del Capitolio. En ese período se reportaron cerca de 10,000 incidentes. En el último año y ante la proximidad de las elecciones de medio período, esas amenazas siguen en alza y se vuelven cada vez más desesperadas.
Muchas de esas amenazas provienen de personas con patologías de salud mental y muy pocas terminan en un arresto o acusación formal. Los más temidos son los llamados 'lobos solitarios', que actúan por sí mismos y son muy difíciles de detectar con antelación, como parece ser el caso de David Depape, el hombre que entró a la casa de los Pelosi buscando a la congresista.
La agresión contra Paul Pelosi viene a ser un punto culminante de otros ejemplos de agresiones y amenazas a legisladores.
La representante demócrata por el estado de Washington, Pramila Jayapal, recibió un correo electrónico amenazador de un hombre que luego, no conforme con ello, se le apareció varias veces frente a su casa, armado con un arma semiautomática y gritándole insultos.
Este año la senadora republicana Susan Collins, crítica de las políticas de Donald Trump, denunció que un hombre rompió una ventana de su casa para entrar. “No me sorprendería que mataran a un senador o a un miembro de la Cámara de Representantes”, dijo Collins en una entrevista. “Lo que comenzó con llamadas telefónicas abusivas ahora se está traduciendo en amenazas activas de violencia y violencia real”, agregó.
En Arizona, por ejemplo, un campo de batalla electoral y que fue clave en las pasadas presidenciales, la violencia se ha conducido contra funcionarios electorales, alegando presuntas tramas de fraude que nunca han podido ser demostradas. Hombres armados han tomado centros electorales o se han puesto a acampar fuera, fotografiando y hostigando a los votantes y funcionarios.
Otro caso extremo fue la trama para secuestrar a la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, un caso que esta semana dio noticias, ya que tres de los implicados fueron condenados por apoyar un complot que generó temores sobre posibles grupos paramilitares y sediciosos en EEUU.