En la película de Disney, Wendy es una joven que siempre está disponible para cuidar a Peter y a sus amigos. Ella ocupa el rol de madre de un grupo de niños que se niegan rotundamente a crecer. Eso es el síndrome de Wendy: ponerse en el papel de cuidadora abnegada de alguien más, ya sea de los hijos o incluso de la pareja. En esta situación, las necesidades y deseos personales quedan en segundo plano.
¿No sabes decirle NO a tus hijos y tu pareja? Quizás tienes el síndrome de Wendy

El síndrome de Wendy fue definido por el Dr. Dan Kiley en su libro The Wendy Dilemma: When Women Stop Mothering Their Men. Este texto de 1984 es la mancuerna de The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up, el cual se publicó un año antes.

Aunque ambos fenómenos no son considerados como condiciones que deban ser diagnosticadas y tratadas, sí representan ciertos patrones de conducta que existen y deben ser reconocidos. Sobre todo porque, combinados o en solitario, pueden desembocar en una relación violenta.
Quien coincide con los criterios del síndrome de Wendy (tanto hombres como mujeres) busca la aprobación de los demás y de uno mismo a través de la satisfacción de sus seres queridos. Es decir, sólo sienten que tienen valor en la medida que sean una madre perfecta y siempre en disposición de atender a los demás.
De acuerdo con el Centro de Psicología Clínica y Jurídica de Madrid, las personas con esta conducta padecen de miedo al abandono y de una gran necesidad de amor. En su mente, para evitar quedarse solas, buscan volverse imprescindibles e irremplazables. Para ellas, la resignación y el sacrificio van antes que el amor propio.

El síndrome de Wendy ocasiona que el individuo tienda a sentirse agotado por los esfuerzos excesivos. También acarrea ansiedad y depresión, porque consideran que siempre podrían hacerlo mejor y nunca cumplen las expectativas que se plantearon. Si alguien con síndrome de Wendy termina en una relación con alguien con síndrome de Peter Pan, las actitudes de ambos podrían fortalecerse aún más. Esta dinámica se asemeja más a una entre madre e hijo que entre amantes.
Para que el síndrome de Wendy se quede en el pasado, se recomienda que el afectado busque ayuda profesional para superar su miedo al abandono y sus ganas excesivas de ser necesitado por otros. El psicólogo Craig Malkin (especializado en relaciones) aconseja tomarse tiempo para reflexionar acerca de las emociones propias, esto ayudará a reconocerlas, a saber cómo expresarlas y así aprender a manejarlas.
Una pieza clave está en darle lugar a las necesidades propias, no sólo a las ajenas. Conocerse a uno mismo ayuda a reforzar el autoestima. Respetar la necesidad humana de sentirse conectado con los otros, en lugar de temerle, permite establecer relaciones más sanas y lejos de la dependencia, como afirma el Dr. Malkin.
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