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La corbata: el arma super poderosa de Donald Trump

En la era Obama, en la que ni para conocer a los Duques de Cambridge se lleva este accesorio, el candidato republicano parece querer convertirla no solo en mandato estilístico sino en negocio redondo.

La corbata es la fiel compañera del candidato republicano Donald Trump
La corbata es la fiel compañera del candidato republicano Donald Trump
Imagen Getty Images

Si John F. Kennedy es recordado por ser aquel presidente que se atrevió a dejar atrás la formalidad del sombrero y por aparecer en público sin la emblemática prenda, Barack Obama pasará a los anaqueles de la moda por ser el presidente que más militancia hizo por desaparecer de los códigos de la elegancia, la corbata.

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Sin embargo, ahora, en la acalorada carrera presidencial, se asoma un candidato de radiante cabellera que amenaza con no seguir con el legado de Obama y que, es más, parece no estar de acuerdo con que cada vez más el vestido de los hombres muestre tanto desparpajo. Si él llegara a ser presidente su mandato sería que a todos los eventos de Estado habría que asistir con saco y corbata. Claro, estamos hablando de Donald Trump.

El candidato Donald Trump ha hecho de las corbatas su insignia.
El candidato Donald Trump ha hecho de las corbatas su insignia.
Imagen Getty Images

A lo largo de toda la campaña electoral los contrincantes del bando Demócrata y del Republicano han decidido aparecer en repetidas ocasiones sin corbata, en señal, quizás, de camaradería con el electorado, de quitarse unos años o de presentarse como personajes relajados y reales que se pueden sacudir, de vez en cuando, de los formalismos de la política.

Bernie Sanders ha hecho de la ausencia de corbata una sello de su look.
Bernie Sanders ha hecho de la ausencia de corbata una sello de su look.
Imagen Getty Images

Lo ha hecho Bernie Sanders, quien a pesar de no tener tan dominado el arte del buen vestir ni el de mantener erguidos los cuellos de su camisa, sí ha logrado hacer de su ausencia de corbata un guiño con los votantes más millennials que, posiblemente, ni siquiera comprendan para qué sirve ese accesorio. Pero, lejos de los aires demócratas, el gesto de ir sin un nudo decorando la garganta lo ha hecho también el poco agraciado Ted Cruz, que ha apostado por usar vaqueros, botas de cowboy y camisas sin corbata que le demandan llevar el primer botón desapuntado.

El republicano Ted Cruz también ha aparecido desenfadado sin su corbata
El republicano Ted Cruz también ha aparecido desenfadado sin su corbata
Imagen Getty Images

Sin embargo, Donald Trump apuesta por una estrategia muy diferente. Mientras el mundo grita que llevar corbata es casi un acto pasado de moda, una vez que ni los mismísimos duques de Cambridge la consideran indispensable para honrar al Presidente Obama, Trump está empecinado en hacer del colorido adminículo su marca registrada.

En este encuentro ni los príncipes ni los presidentes usaron corbata.
En este encuentro ni los príncipes ni los presidentes usaron corbata.
Imagen Getty Images

Tan bien ha resultado su estrategia, la de relacionar su imagen estrechamente a la de la formal corbata, que vasta con poner su nombre en la web -y superar las infinitas menciones sobre su pelo- para toparse con sitios online que ofrecen con bombo la corbata “al estilo” Donald Trump.

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Claro él mismo ya tiene su propia marca y más allá de sus inconvenientes orígenes, una vez que se ha denunciado que se cosen en China quién sabe bajo qué condiciones, lo cierto es que Trump está conquistando un terreno que en la política suele considerarse irrelevante pero que luego termina siendo decisivo: el del gusto. Que un candidato le hable en la intimidad de su clóset a cientos de hombres que han decidido comprar sus corbatas no debería ser considerado una asunto menor.

La corbata es al ropero masculino lo que los tacones al femenino, una prenda casi consustancial a la estética de cada género. Su aparición está ligada a la caballería que, para identificarse, empezó a anudar pañuelos en su cuello. Los teóricos aseguran que su procedencia es croata y que fue a finales del Siglo XIX cuando la corbata se hizo más angosta y se empezó a popularizar en el vestuario de todos los hombres sin importar su clase al punto de convertirse en el emblema de la nueva fuerza laboral.

Justamente, esas implicaciones de formalidad, de virilidad, de fuerza caballeresca u “oficinesca” se encierran todos en el signo de la corbata, por eso muchos hombres que también han querido invocar otros roles de género ven en ella una atadura, una amenaza, hombres como Trump, por el contrario, ven en ella la reafirmación de toda su ética, y la consolidación de los patrones tradicionales que han distinguido y distanciado a los dos géneros.

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La corbata así es un arma de doble filo para Trump: a la vez que la convierte en un resumen de sus ideales, es una efectiva campaña de marketing para vender las prendas que él mismo fabrica, que en el clóset se convierten casi en pancartas políticas. Como él siempre lo profesa, realmente es un hombre de negocios.