La semana pasada el implacable ente que vigila la publicidad en Inglaterra, el Advertising Standards Authority, le pidió a la marca Gucci que retirara dos imágenes, que calificó de “irresponsables”, de una campaña de video que promocionaba su colección Crusero 2016, en la que aparecían dos modelos que, bajo sus criterios, se veían “insanamente delgadas”.
Cinco razones por las que se siguen viendo modelos tan delgadas en los avisos de moda
La solicitud de retirar un aviso de Gucci por la flacura de dos de sus modelos vuelve a abrir una pregunta fundamental ¿por qué es tan estratégica la delgadez para la moda?
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La marca argumentó que en el video no se veía ningún hueso expuesto y que era la posición de la modelo, recostada sobre la pared, la que la hacía ver tan delgada. Sin embargo, las imágenes ya han sido retiradas del video.
Como este, otros avisos han sido señalados por la autoridad inglesa que parece ser de los pocos estamentos que están velando porque la moda global deje de reproducir ese estilo Heorin Chic ( ese que apela al look tradicional de las chicas que son adictas y que lucen delgadas, huesudas y ojerosas) que se impuso en los años noventa con el asenso de Kate Moss como insignia de lo bello y que ha instaurado de manera natural, desde niñas, el sueño de ser más delgadas.

Lo que no es fácil de entender es qué se traen las marcas que insisten, a pena de ser señalados y multados, en usar modelos tan delgadas que incluso llegan a estar un 23% por debajo del peso regular de una mujer norteamericana.
¿Por qué ante tanto clamor popular por ver mujeres más reales y de carnes más prominentes en la publicidad y en las pasarelas, la moda más tradicional parece sorda a los reclamos y sigue insistiendo en celebrar los cuerpos extremadamente flacos?
La verdad es que hay varias razones para que la delgadez sea estratégica en la moda y que, por tanto, sea tan difícil para los diseñadores y la gente de la industria desapegarse de ella.

1. Tallas para hacer ropa más fácil
La popularización de los espejos de cuerpo entero y de las pesas portátiles, a principios del Siglo XX, hicieron que fuera más fácil para las mujeres escrutar su apariencia y su peso. Luego, la aparición de la talla, a finales de 1949 en pleno final de la Segunda Guerra Mundial, hizo que a diferencia de lo que había pasado en décadas anteriores, no fuera la ropa la que tuviera que ajustarse a la medida de cada cuerpo -a la medida de las caderas y la cintura, al ancho de los muslos o al largo de las piernas- sino que eran las personas las que tenían que acomodarse en unas estándares de Small, Medium y Large, cupieran o no.
2. Más flaquitas más barato
El problema es que de manera arbitraria y dependiendo de cada marca y cada diseñador, esas medidas que se le asignó a cada talla fueron variando con los años, haciéndose cada vez más pequeñas.
Tenía que ver entonces con un asunto de producción. Primero, era más fácil hacer que todo el mundo cupiera en 3 o 4 tallas que tener que diseñar jeans con 20 tallas diferentes para 20 tipos de caderas diferentes y, segundo, sí era más fácil hacer ropa más pequeña y que en tanto demandara menos material.
3. La riqueza se relacionó con ser delgadas.
La belleza y la distinción se apegó inesperadamente a unos ideales de delgadez. Mientras en otras décadas el delgado era el podre que tenía que trabajar al aire libre y que no tenía como costearse su ostentosa comida, con una sociedad más sedentaria y confinada a las oficinas y a las comidas chatarras, la delgadez se convirtió en sinónimo de tiempo de ocio para ejercitarse y dinero para comer más sano.

4. Más flaquitas menos poderosas
Libros como The Religion of Thinness, de Michelle Lelwica, aseguran que la obsesión por la delgadez coincide con una aumento de mujeres activas en el mundo laboral y, en tanto, con más poder en los asuntos públicos. Su postura es que mientras esa presencia femenina empezó a aumentar se incrementó también toda un discurso que busca hacerla más delgada para “minimizar su presencia”.
5. Más flaquitas, más plata para la industria de alimentos
La moda de la delgadez alienta una millonaria industria de alimentos de dieta y logra que las revistas de mujeres estén llenas de avisos publicitarios de comidas sanas, de maneras de reducir de peso o de mejorar tu apariencia. Esta obsesión con la delgadez vuelve eterna la necesidad de consumo porque a la mujer promedio de un índice de masa muscular de 27.5 le queda imposible aspirar a 17.2 que ostentan las modelos. Entonces el consumo queda asegurado, siempre querremos ser más delgadas.
Al final, el problema no es solo de Gucci, de Yves Saint Laurent, el problema es que con décadas y décadas de insistencia, todas las mujeres han deseado ser una misma mujer, delgada, joven, saludable, alta porque si todas queremos ser la misma mujer le queda más fácil al mercado atender nuestras demandas.
Pero lo cierto es que aunque la moda esté tan reacia a sacudirse de su productivo modelo económico cada vez habrán más consumidores indignados que llamarán a entes como el de Inglaterra y harán sentir su voz de protesta: no queremos ser como ellas, no queremos que nuestras hijas sean como ellas.
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