En este artículo vamos a tratar el tema del tartamudeo en la infancia, un trastorno que impide la correcta locución del niño y que consiste en repeticiones, bloqueos, interrupciones y/o cortes del lenguaje a la hora de expresarse.
El tartamudeo en la infancia

A menudo va acompañado de tensión muscular en el rostro, producida por el miedo a expresarse en público o circunstancias meramente coyunturales. Muchos psicólogos aluden a la ansiedad en el niño para explicar este desorden en el habla.
Según los estudios estadísticos, el tartamudeo afecta aproximadamente al 2% de la población infantil y se da más en los niños que en las niñas. El rango de edad abarcaría desde los 3 a los 5 años, aunque puede aparecer más tarde, siendo un problema que demanda un tratamiento psicológico y logopédico.
Tipos de tartamudeo en niños
Hay varios tipos de tartamudeo según sean los problemas de vocalización.
El tartamudeo clónico es aquel en el que se repiten fonemas o contaminaciones de otros fonemas.
El tartamudeo tónico, en cambio, se distingue por un habla entrecortada (con una imposibilidad de emisión libre) y espasmos focalizados en los grupos musculares que trabajan en la fonación.

También hay una distinción según el tartamudeo sea episódico, es decir, que se produzca en un momento y circunstancias concretos, o fisiológico, que hace referencia a una fase evolutiva en la que el niño puede hablar de manera titubeante, repitiendo sílabas o palabras, y que es algo transitorio, para nada preocupante y típico del desarrollo del niño.
Cómo tratar el tartamudeo en los niños
Es obvio el carácter psicológico de numerosos casos de tartamudez. Los padres debemos ser muy sensibles y en ningún momento someter a nuestro niño a casos de estrés ni mostrarle un descontento a modo de riña o reprimenda pública.
Las situaciones de tensión y ansiedad como los exámenes, las exposiciones públicas o las reuniones incómodas pueden provocar el tartamudeo de nuestro niño.

Procuremos eliminar esa inseguridad en nuestro hijo, en nuestro entorno debemos adquirir hábitos que ayuden al niño a serenarse e imitar comportamientos que, por repetición, ayuden en su habla. Por ejemplo, debemos crear ambientes de aprendizaje totalmente relajados y favorecedores de la desinhibición.
Evidentemente, una más que probable solución al problema sería acudir a un profesional de la logopedia, que sabrá perfectamente cómo tratar este caso. Pero si no tenemos la posibilidad -ya sea por economía u otros motivos- tendremos que tener paciencia y estudiar técnicas de trabajo favorecedoras de la fluidez.









