El círculo vicioso de la ansiedad y las malas dietas
Normalmente las personas siguen una dieta en pos de reducir su peso (sin contar a aquellas personas que siguen dietas para poder mejorar sus niveles nutricionales, las cuales están fuera de la temática de este artículo). Cada vez es más creciente la tendencia a obsesionarse con el peso de uno, glorificando a la dieta y pensándola como la solución a todos nuestros males.
Lo paradójico es que muchas veces la dieta, en lugar de reducir nuestro peso termina aumentándolo, volviéndose así un arma de doble filo que merece ser tratada con prudencia y delicadeza.
El enemigo número uno de las personas que siguen una dieta es la ansiedad. Esta ansiedad los hace consumir más alimentos con mayor frecuencia, y suele ser la protagonista de los famosos atracones de comida que algunas personas se dan para calmar un estado de ánimo.
La cuestión es que al seguir una dieta que no contemple aspectos nutricionales y que nos haga pasar todo el día comiendo poquísimo (desayuno insignificante, ausencia de almuerzo, merienda básica), conlleva en muchos casos la aparición de la ansiedad, la cual termina aplacándose abarrotando nuestro sistema digestivo con una cena desproporcionada y contundente.
Esto es un círculo vicioso, y éste comienza con la escasa ingesta de alimento. El comer poco hace crecer los niveles de ansiedad de nuestro organismo; a consecuencia de esto nuestros niveles de adrenalina se ven notablemente acrecentados, lo cual nos hace controlarnos menos y comer mucha comida durante la cena a causa de la adrenalina acumulada durante todo el día, lo cual trae obvios e innumerables trastornos digestivos.
Es importante balancear la comida durante todo el día, y no hacer esas locuras de no desayunar o no almorzar; debemos intercalar comida a lo largo de todo el día, pues no es nada saludable pasar parte del día con hambre y la otra parte abarrotados de comida. El círculo vicioso de la ansiedad es algo que si no se maneja con cautela es imposible manejarlo.
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