La adopción por lo general suele ser un proceso de honda reflexión y no de un impulso o por lo menos así debería ser. De este proceso, se desprende la duda tan común de qué adoptar, si un niño más grande o un bebé.
Esta es una decisión que algunos padres adoptivos tienen muy clara, pero que otros no y aquí comienza todo el tema porque la decisión no es sencilla de tomar. Influyen los sentimientos de la pareja, la forma de ser de cada uno o de ambos y la capacidad para adaptarse a los cambios.
Por lo general, en estos momentos los sentimientos juegan en contra porque no son siempre claros y en muchos momentos son contradictorios. El común denominador en todos estos casos es que los padres que adoptarán tienen mucho amor para dar. Este es un punto clave en la toma de la decisión, porque adoptar un niño es una verdadera prueba de amor y las chances de que los niños sean adoptados a medida que crecen van disminuyendo.
Lo más común es que las parejas deseen adoptar un bebé recién nacido y cuanto menos edad tengan, mejor. Debemos tener en cuenta que los niños más grandes también necesitan una familia y el amor que esta les brinda, aunque es más dificil que los más grandes sean adoptados porque menos familias los desean.
Tomar la decisión correcta es saber actuar con el corazón. Este es un tema que requiere de mucho diálogo de la pareja, que ambos sepan exponer sus sentimientos y pensar en el bienestar de los tres, pareja y niño, que a partir del momento de la adopción será otro miembro de la familia y totalmente dependiente de los padres adoptivos.