Hubo que esperar más de tres décadas para ver la secuela Blade Runner 2049 y el regreso del legendario Rick Deckard y del eterno enigma en torno a su verdadera naturaleza.

Cuando Stanley Kubrick hizo 2001: Odisea del espacio el mundo aceptó que el cine de ciencia ficción podía ser serio, podía ser importante, sofisticado, de autor, trascendente y hasta filosófico; que podía ser más que esas películas clase B y de bajo presupuesto (muchas veces maravillosas pero con mucho menos alcance) de monstruos o invasiones alienígenas que habían dominado el género por casi tres décadas.

Guillermo del Toro. Su nombre ya nos dice todo. Hablamos de una eminencia del cine latinoamericano e internacional. Famoso por utilizar, en sus films, estéticas oscuras y de fantasía, el director mexicano ha logrado cautivar al público más fanático de este género, a lo largo de estos años. Pero también a la crítica. La forma del Agua, su último estreno en pantalla grande, le valió su primer Oscar como «Mejor Director».

Universos cinematográficos basados en icónicos personajes de los cómics que atraviesan etapas cruciales; grandes franquicias animadas que regresan; secuelas de las películas de horror que más cautivaron al público en los últimos tiempos; adaptaciones de videojuegos, remakes de viejos clásicos, Tarantino, Scorsese...

Stanley Kubrick ha influido en la nueva generación de directores gracias a su estética impecable y sus planteamientos existencialistas en torno al hombre. En este caso, 2001: A Space Odyssey marcó la pauta para los venideros films de ciencia ficción.

Esta nueva película, una historia romántica situada en el espacio, ha sido descripta como una combinación de Romeo y Julieta y Gravity.