El mexicano que convirtió su taller mecánico en un albergue que ha dado asilo a 35,000 indocumentados
Desde hace unos 50 años, Armando ayuda a los indocumentados que se bajan de La Bestia y deambulan por las vías del tren cerca de sus taller mecánico. Primero les llevaba de comer pero ahora ha reconvertido su negocio en un albergue que mantiene él solo con la ayuda de las donaciones de la comunidad.
Siempre dispuesto a ayudar y con las puertas de su taller bien abiertas, Armando Vilchis se ha convertido en un super héroe para todos los
inmigrantes que llegan a pasar por su albergue en Metepec, Estado de México (en el centro del país)
a tan solo unos metros de las vías por donde pasa el tren llamado La Bestia que utilizan miles de personas para tratar de llegar a Estados Unidos.
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“Nos sentimos seguros porque mínimo no estamos en la calle.
Aquí tenemos comida, agua y baño”, dice Keyla, una hondureña que forma parte de los 60 inmigrantes que actualmente tiene Armando en su refugio, donde pueden encontrar paz mientras intentan resolver su estatus migratorio.
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Desde hace 50 años, Armando se levanta todos los días muy temprano para comenzar una larga jornada de 14 horas dentro de su taller que ha pasado de convertirse en un simple refugio
a una nueva oportunidad de una vida mejor lejos del sueño americano que habían pensado en un principio.
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“Comencé con esto del altruismo desde hace mucho tiempo cuando veía gente que no tenía para comer, por lo que comencé a llevarles a las vías del tren”, recuerda un orgulloso Armando que
ha recibido a unos 35,000 indocumentados en todo este tiempo.
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Armando dice que por su albergue han pasado historias de dolor, desesperación y de mucho peligro que orillaron a todos los indocumentados
a dejar sus países en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias.
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Un claro ejemplo de ese doloroso periplo que tienen que vivir es Alejandro, un colombiano al que persiguieron y amenazaron de muerte varias veces. Sin embargo, al llegar a
México le robaron el poco dinero y las pertenencias que traía consigo. El haber encontrado el albergue de Armando le salvó la vida.
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“Pocas personas hacen lo que hace Don Armando: ayudar a quien ni siquiera es de tu país solo lo hace una persona que se guía por Jesucristo”, dice un emocionado Alejandro, quien ve con sus propios que
nunca falta un plato de comida o un vaso de agua en el albergue a pesar de la voraz pandemia del
coronavirus.
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Armando cuenta que nunca ha dejado que falte lo esencial, porque independientemente de las constantes donaciones en especie que recibe de la comunidad,
él es el que asume gran porcentaje del gasto diario; algo que lejos de pesarle, lo asume como lo manda su educación cristiana. “Este lugar tiene a Jesús y Dios”, añade Armando.
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Sin embargo, el altruismo de Armando no nació de la nada, se fortaleció con una empatía curtida gracias al viaje que realizó hacia la frontera con Guatemala donde vivió en carne propia lo que ellos estaban sufriendo.
“Me he subido La Bestia y caminé con ellos para sentir lo que vivían”, dice.
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El cariño y la dedicación que Armando le ha puesto a su albergue no solo ha salvado vidas, sino que las ha cambiado por completo. Muchos indocumentados que llegan al refugio deciden renunciar a Estados Unidos para empezar una nueva vida en México, donde han convertido un taller mecánico
en una gran familia llena de hermandad y bienestar que los gobernantes no han podido darles.
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En medio de la adversidad Armando Vilchis abrió las puertas de su taller para recibirlos y garantizarles un techo y comida durante su estadía en suelo mexicano, a solo unos metros de donde pasa el tren llamado 'La Bestia', el cual es utilizado por migrantes para llegar a EEUU.