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Afganistán

¿Quién perdió Afganistán, Biden o Trump?

El caótico final de la “guerra más larga” para EEUU tiene a republicanos y demócratas culpándose mutuamente del fracaso del esfuerzo y la humillación de dejar el país en manos justamente de quienes 20 años atrás sacaron del poder.
16 Ago 2021 – 11:30 AM EDT
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Caóticas imágenes llegan desde Afganistán: personas en el aeropuerto de Kabul tratando de encaramarse en los aviones para abandonar el país, carreteras que llevan a las fronteras atestadas de gente cargando lo que pudo sacar de sus casas ante el regreso del grupo Talibán al poder.

Es el cuadro de una derrota que tomó 20 años, miles de vidas y decenas de miles de millones de dólares en consumarse. Como presagiaban muchos expertos, el colapso de Afganistán al retiro de la misión militar de EEUU era inevitable, lo que sorprendió a casi todos fue lo rápido que sucedió, incluso antes del 31 de agosto, la fecha límite para la salida de las tropas que fijó el presidente Joe Biden.

El caos en Afganistán se ha convertido en un torneo de asignación de culpas en EEUU, con los republicanos responsabilizando al presidente demócrata por un “espectáculo” que a muchos ha dado por comparar con otra salida ignominiosa, el retiro de Saigón al final de la Guerra de Vietnam en 1975.

Los demócratas, con Biden a la cabeza, recuerdan que la situación actual quedó servida cuando en febrero de 2020, su predecesor, Donald Trump, se embarcó en unas, para algunos improvisadas, conversaciones de paz con el grupo Talibán en Doha, Qatar, en un esfuerzo por cumplir la promesa hecha en la campaña de 2016 de poner fin a la guerra más larga de la historia de EEUU.

“Heredé un acuerdo pactado por mi predecesor, que dejó al Talibán en su posición más fuerte desde 2001 e impuso una fecha límites del 1 de mayo de 2021 para la salida de las fuerzas estadounidenses”, aseguró Biden en un comunicado este fin de semana.

“Enfrenté un dilema: cumplir el acuerdo, con una breve extensión para sacar nuestras fuerzas y las de los aliados de manera segura o incrementar nuestra presencia y mandar más tropas estadounidenses para pelear una vez más en un conflicto civil de otro país”, afirmó el presidente, sentenciando que no le pasaría la responsabilidad de terminar con la guerra a un quinto presidente.

Por supuesto que esa es una culpa que no acepta Trump, quien el fin de semana emitió varios comunicados criticando lo que describe como la falta de liderazgo de Biden, de quien aseguró que “no podría aguantar la presión”.

“Él salió corriendo de Afganistán en vez de seguir el plan que nuestra administración le dejo. Un plan que protegía nuestra gente y nuestra propiedad, y aseguraba que el Talibán nunca soñaría en tomar nuestra embajada o en proveer una nueva base para ataques (terroristas) contra EEUU. El retiro habría estado guiado por los hechos sobre el terreno”, escribió Trump.

La opinión de Merkel

La guerra política que en EEUU ha generado el estrepitoso final de la que se desarrolló en Afganistán tiene dos claras trincheras en esos ejes. ¿Qué bando tiene más razón?

Tras la exitosa invasión de Afganistán en noviembre de 2001 para sacar del poder al grupo Talibán que se había instituido en un promotor de Al Qaeda y Osama Bin Laden, el país se convirtió en un pantano militar, en el que en 2010 llegó a haber 100,000 soldados de la coalición internacional, pese a que oficialmente la misión de combate había finalizado en 2004.

En medio de ese estancamiento llegó en 2003 la aventura militar en Irak ordenada por George W. Bush y desvió la atención del campo original de la llamada "guerra contra el terrorismo", que terminó así convertido en parte del paisaje geopolítico.

Pero los ocasionales reportes de muertes de tropas, la persistencia de la violencia sectaria promovida por los talibanes (aunque poco mostrada en medios estadounidenses), más el crecimiento del costo para el Tesoro nacional, hacían que lo que fue originalmente visto como una causa justa terminara siendo otra aventura militar antipática entre buena parte de la opinión pública, dentro y fuera de EEUU.

El fracaso del experimento de “construcción de naciones” eclipsó temporalmente a los “halcones” guerreristas, sobre todo dentro del Partido Republicano, que vieron cómo en la última década surgía un movimiento nacionalista (y casi aislacionista) al que la clase política tradicional tuvo que responder. Y en hombros del cual Trump llegó a la Casa Blanca.

La canciller de Alemania, Ángela Merkel, aseguró este lunes en una reunión de su partido que lo que estaba sucediendo en Afganistán se debía parcialmente a decisiones impulsadas dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por “razones de política interna”, de acuerdo con fuentes que hablaron con la AFP.

En esa misma línea el editor de asuntos internacionales de la BBC y veterano de la cobertura de Afganistán, John Simpson, estima que las escenas en Kabul no sería las que vemos ahora “si Donald Trump no hubiera decidido que necesitaba un éxito en política exterior antes de las elecciones de 2020 (…) y que, poniendo fin a una guerra de larga duración, la más larga de la historia de EE.UU., lo conseguiría”.

Según Simpson, políticos y periodistas afganos le dijeron que “estaban horrorizados por la conclusión de las conversaciones de EEUU con los líderes políticos talibanes en Doha en febrero de 2020, y doblemente horrorizados cuando el presidente Joe Biden dejó claro que no iba a reanudarlas”.

Pero el “error de cálculo” de cómo serían estos días finales en Afganistán queda en el terreno de la inteligencia que se le suministró a la Casa Blanca de Biden y en cómo la interpretaron.

El asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca Jake Sullivan intentó una explicación en una entrevista con ABC News en la que dijo que el presidente “no pensaba que era inevitable que el Talibán controlara Afganistán. Él pensaba que las fuerzas de seguridad afganas saldrían adelante porque gastamos 20 años, decenas de billones de dólares entrenándolos y dándoles el mejor equipo”.

La mirada en 2022

Afganistán promete convertirse en campo de batalla para las elecciones de mitad de período de noviembre de 2022, cuando se juegan las mayorías en ambas cámaras del Congreso estadounidense.

Los republicanos confían en que presentar a Biden y los suyos como “débiles” en política internacional y asegurando que el mundo ahora vuelve a ser lo inseguro que era antes del 11 de septiembre porque Afganistán volverá a convertirse en terreno fértil para el extremismo, les dará la ventaja que necesitan para recuperar el control de la Cámara de Representantes y el Senado.

Como siempre en política, los republicanos olvidarán las loas que destinaron a Trump cuando se negociaron los acuerdos de Doha, como parece indicar la repentina “desaparición” de la página del Partido Republicano del 15 de septiembre de 2020 en la que se alababa el “histórico acuerdo” para poner fin a la guerra. A esa página ya no se puede acceder, aunque queda en el Archivo de Internet, una organización que se encarga de preservar lo que se publica en la red.

“Tanto la administración de Trump como la de Biden parecen haber usado las negociaciones de paz como una cobertura política para el retiro (de tropas), y lo hicieron sin nunca haber promovido una plan de paz creíble y sin verdaderas negociaciones de paz en marcha”, aseguró en un reporte publicado el 11 de agosto Anthony Cordesman, especialista en Afganistán del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, un centro de estudios de Washington DC.

“Ambas administraciones deberían haber visto claramente las probables consecuencias y la posibilidad de contingencia del ‘peor caso’. Uno puede argumentar la sabiduría de sus opciones para el retiro, pero no en bases partidistas”, afirma Cordesman, para quien la pregunta no es ¿quién perdió Afganistán? sino ¿por qué perdimos Afganistán?

La reconstrucción de naciones

Por lo pronto, el desenlace de la guerra en Afganistán deja claro los límites (o la imposibilidad) de “construir naciones”, como justificó en abril de 2002 el presidente Bush en un discurso en el que aseguró que “al ayudar a construir en Afganistán que sea libre del mal y que es un mejor lugar para vivir, estamos trabajando en la mejor tradición de George Marshall”.

Bush se refería al exjefe del Estado Mayor Conjunto a finales de la Segunda Guerra Mundial y quien posteriormente como secretario de Estado concibió el plan de reconstrucción de Europa que lleva su nombre, al que se le acredita la recuperación y democratización de las naciones arrasadas por el conflicto.

En Afganistán, la ocupación militar nunca logró controlar la totalidad del territorio, ni cambiar las dinámicas tribales y guerreristas que por siglos han negado el éxito a ninguna fuerza invasora.

Los gobiernos afganos que fueron elegidos democráticamente en estos 20 años dependían grandemente de la ayuda internacional, nunca pudieron edificar una economía sustentable y ni siquiera organizar una eficaz fuerza de defensa. Los expertos indican que el alto grado de corrupción impidió crear un Estado viable en el país.

En ese sentido, la responsabilidad estadounidense en el fracaso final se extiende a la gestión de cuatro presidentes: George W. Bush (2001-2009), Barack Obama (2009-2017), Donald Trump (2017-2021) y los últimos 8 mese de gestión de Biden.

En este desenlace también contribuyeron cosas hechas o dejadas de hacer por los aliados de la OTAN, o naciones vecinas, como India o Pakistán, y la influencia en la región de los poderes antagónicos como Irán, China o Rusia.

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