¿Tendrá el más reciente capítulo de la novela de los correos electrónicos vinculados con Hillary Clinton algún efecto sobre los resultados de la contienda presidencial?
Vota: los contrastes entre Trump y Clinton son inmensos
“Ni cien mil correos borran la realidad de que Trump ha encabezado una campaña enmarcada por el racismo, el prejuicio, la división, el negativismo casi apocalíptico de hacernos creer que la nación está deshecha, apelando a los instintos más bajos de la base que lo idolatra”.


El nominado republicano, Donald Trump, ruega que así sea y aunque los benditos emails descubiertos por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) no son de Clinton sino de su asistente, Huma Abedin, y aunque nadie ha explicado su contenido, su relevancia o si es información clasificada, el director del FBI, James Comey, sin duda, le ha provisto a la campaña de Trump material para sus ataques hacia Clinton.
Trump ya tilda a Clinton de "criminal" y de actuar de manera "ilícita", sin saber qué contienen los correos de Abedin, y a pesar de que el propio director del FBI dijo en el verano que la decisión de Clinton de utilizar un servidor personal cuando era Secretaria de Estado demostró poco juicio pero no constituyó un acto criminal.
El dramón de los correos ha hecho que el culebrón de las acusaciones contra Trump por asalto sexual por más de una decena de mujeres haya pasado a un segundo plano.
Quienes ya apoyaban a Clinton no cambiarán de postura, del mismo modo que a quienes apoyan a Trump no los perturba que su nominado haya sido señalado como un acosador sexual.
Pero están los indecisos, incluyendo independientes o incluso republicanos que no toleran a Trump y estarían considerando votar por Clinton, a quienes el lío de los correos les recuerda el drama que persigue a los Clinton, sea por sus propios actos, o por los que intenten achacarles.
Pero ni cien mil correos borran la realidad de que Trump ha encabezado una campaña enmarcada por el racismo, el prejuicio, la división, el negativismo casi apocalíptico de hacernos creer que la nación está deshecha, apelando a los instintos más bajos de la base que lo idolatra. Las demostraciones de odio racial entre algunos de sus seguidores son repugnantes. Y los ataques no son únicamente contra Clinton o el presidente Barack Obama. También arremeten contra la prensa, envalentonados por el propio Trump que la ataca a cada oportunidad, aunque esa prensa le ha provisto publicidad gratuita a lo largo de la campaña.
El sábado uno de los rabiosos seguidores de Trump, en un evento en Phoenix, Arizona, señaló a la prensa vociferando “Jew-SA”, en vez de USA. Los ataques de Trump y de sus seguidores han sido antitodo: antisemitas, antiinmigrantes, antimujeres, antimusulmanes, antilatinos, antiafroamericanos, antidemocracia.
Trump denota un total desconocimiento de política doméstica e internacional. Sus propuestas de política pública se limitan a frases incendiarias: en inmigración habla de "muros", "deportaciones" y "criminales". En política exterior promete bombardear a ISIS hasta desaparecerlo, como si se tratara de una nación o un ente estático, y se jacta de saber más que los generales sobre el Estado Islámico. Pero si lo presionan con detalles, sus cantinfladas aturden y preocupan.
Su conducta errática, narcisista y vengativa suena alarmas sobre de qué sería capaz desde la presidencia y con los códigos nucleares.
Independientemente de la opinión que cada quien tenga de Clinton, su experiencia, su inteligencia, sus conocimientos de política doméstica y exterior son innegables. La abogada ha sido primera dama, senadora y secretaria de Estado. Su temple ha sido probado desde sus días como una inusual primera dama entre 1993 y 2001, cuando sobrevivió a los ataques republicanos y los de su propio partido, así como pruebas matrimoniales, hasta la presente campaña, pasando por el controvertido ataque al complejo diplomático de Bengasi cuando era secretaria de Estado, y las 11 horas que testificó ante el Congreso republicano que sigue intentando pillarla en algún acto criminal. Once horas de testimonio que ni Trump ni ninguno de sus acusadores toleraría sin perder la tabla.
Si bien ambos candidatos no gozan de altos índices de popularidad entre los electores, hay que votar; y los contrastes entre Trump y Clinton son inmensos.
La última palabra la tendrán los votantes el 8 de noviembre, en el único y verdadero sondeo que cuenta: el de las urnas.
No dejes que otro decida por ti. Vota.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







