Da la medida de lo insólita que se ha vuelto esta contienda presidencial el que dos de los principales precandidatos, Donald Trump y Bernie Sanders, no paran de denunciar que el proceso de sus respectivos partidos republicano y demócrata se está manipulando en forma fraudulenta en su contra. Sanders apunta al abrumador respaldo que los super delegados demócratas le dan a su rival Hillary Clinton. Trump ha acumulado un rosario de quejas alimentado ahora por la decisión de sus rivales Ted Cruz y John Kasich de colaborar durante lo que queda de las primarias para evitar que el magnate de bienes raíces obtenga los 1,237 delegados que necesita para ganar la nominación presidencial del GOP. La manipulación partidista es evidente. Refleja la desconfianza de líderes y militantes demócratas y republicanos hacia dos aspirantes a los que no consideran representantes genuinos de sus partidos. Pero no hay pruebas fehacientes de que esa manipulación haya sido fraudulenta. Al menos hasta ahora.
¿Hay fraude en nuestra contienda presidencial?
“La manipulación partidista es evidente. [...] Pero no hay pruebas fehacientes de que esa manipulación haya sido fraudulenta”.


El proceso mediante el cual el Partido Demócrata permite que los superdelegados apoyen al precandidato de su elección, independientemente de la votación popular, precede a la actual contienda presidencial. Sanders lo aceptó tácita o explícitamente cuando se postuló como demócrata. Y aunque hay motivos para criticar ese proceso, no parece haberlos para denunciarlo como espurio. Se erigió bajo la antigua idea platónica de que, en circunstancias muy particulares como las actuales, los militantes partidistas se hallan mejor calificados que muchos votantes regulares para seleccionar al candidato idóneo para el partido y el país. Aunque el senador de Vermont ha hecho una campaña extraordinaria, hasta ahora también ha recibido menos votos populares que Clinton y, por lo mismo, ha acumulado menos delegados para la convención presidencial.
Trump se queja de manipulación con mayor frecuencia y amargura que Sanders. “El proceso está ‘rigged’ o arreglado en forma fraudulenta”, declara con estridencia en sus comparecencias públicas. Y se entiende. Parte del liderazgo tradicional republicano lo ha rechazado. Muchas figuras que influyen en el partido mediante donaciones millonarias le han dado la espalda. Y luego de su contundente victoria en su estado natal de Nueva York, sus rivales Cruz y Kasich forjaron una polémica alianza que crea la apariencia de una acción desesperada para frenar al atrabiliario puntero republicano. Pero ni siquiera eso equivale a fraude, sino a una estrategia que ni es excepcional en la puja por la Casa Blanca ni viola las reglas del proceso electoral.
Trump y los dirigentes de su campaña están pagando un alto precio por su novatada en contiendas presidenciales. No se percataron hasta hace poco de que éstas se libran en dos frentes, el de la votación popular en primarias y asambleas electorales, y el de la asignación de delegados. En algunos estados, la lucha en este segundo frente no depende de la votación de la gente de a pie, sino que los delegados se distribuyen conforme a complejas reglas internas del partido. Cruz y sus asesores lo sabían y oportunamente cortejaron delegados incluso en estados en los que el senador tejano perdió el voto popular, como Colorado, Wyoming y Dakota del Norte. Una consecuencia es que Cruz tiene más delegados de los que debería tener.
Pero, ¿pueden confiar Cruz y Trump en los delegados que hoy dicen apoyarles? Las reglas partidistas obligan al 90% de ellos a emitir su primer voto en la convención por el candidato que ganó la elección en los estados a los que representan. Pero cualquier cosa puede suceder si en esa primera votación ningún candidato logra los 1,237 que necesita para coronarse. Cuando Trump acusa a Cruz de “robarle” delegados mediante sobornos, en realidad se refiere a militantes del partido que se han comprometido a apoyar a Cruz después de la primera votación en Cleveland. Esta intrincada maniobra no parece muy democrática. Pero tampoco es fraudulenta. Figuraba en las reglas del juego desde antes de que arrancara la campaña.
El profundo descontento popular, a la derecha e izquierda del espectro político norteamericano, ha estimulado las candidaturas de Trump y Sanders más allá de toda expectativa. Esto a la vez ha dado paso a manipulaciones por parte de republicanos y demócratas para frenar a dos precandidatos a los que consideran ajenos a la filosofía de gobierno de sus respectivos partidos. El espectáculo resultante no es agradable. En ocasiones incluso insulta nuestra inteligencia como votantes. Pero no constituye fraude. Al menos todavía. Y teniendo en cuenta las evidencias con que contamos.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







