A medida que el presidente Obama se adentre en los meses finales de su mandato, no espere de él que dedique demasiado tiempo a hablar de la Ley de Atención Asequible, normalmente conocida como Obamacare. Y es que tiene poco que celebrar. Los conservadores advirtieron, con razón, que Obamacare daría como resultado unas primas más altas y menos opciones de atención médica para la mayoría de las personas inscritas. Predicciones que en su mayor parte han demostrado ser ciertas.
Clinton no podrá escabullirse de las muchas promesas incumplidas de Obamacare
“Se trata de una auténtica lección sobre las limitaciones de un gobierno omnipresente que intenta acometer algo tan complejo como proporcionar atención médica a millones de personas que viven en un país tan vasto y diverso como el nuestro”.


Pero lo que resulta más interesante es que los progresistas tampoco están satisfechos con el principal objetivo legislativo del presidente, impuesto en el Congreso sin un solo voto republicano. Como prueba de la preocupación de los progresistas, baste recordar las escenas durante la Convención Nacional Demócrata de Filadelfia, en las que una multitud de furiosos seguidores de Bernie Sanders expresaron su frustración con la nominada demócrata a la presidencia, Hillary Clinton, por su excesiva involucración con los intereses empresariales. Y es que Clinton no es lo suficientemente progresista para la izquierda. Estas acaloradas manifestaciones, tanto dentro como fuera de la convención, dificultaron la presentación de un frente de unidad en un partido que va a tratar de ganar sus terceras elecciones presidenciales consecutivas.
Para los progresistas, la respuesta siempre es más gobierno, nunca menos (en realidad, la pregunta ni siquiera importa). Y ciertamente esto se puede aplicar a la atención médica, respecto a la cual la utopía socialista consiste en la opción de pagador único (o sea el gobierno), lo que significa que el gobierno desplazaría al sector privado.
El desencanto con Obamacare es palpable incluso entre los demócratas de base que con más entusiasmo respaldan a Clinton. De manera coherente, las encuestas muestran que el respaldo a Obamacare oscila por debajo del 50%, a pesar de la insistencia de sus seguidores en que el respaldo a la legislación aumentaría una vez que se limasen sus imperfecciones.
Esto puede ayudar a explicar por qué Clinton no hizo mención alguna de Obamacare durante su discurso de aceptación en la Convención Demócrata. Para una candidata presidencial que en la práctica opta por un mandato que sería el tercero de Obama, omitir Obamacare no es pura coincidencia. Dicha omisión era más bien una decisión política perfectamente calculada con el objetivo de distanciarse de la rémora política que representan las fallidas promesas progresistas.
Uno de los mea culpa más reveladores es una columna de Bob Kocher publicada en el Wall Streer Journal, titulada How I Was Wrong About Obamacare (Por qué estaba equivocado sobre Obamacare). Kocher es un médico que trabajó como asesor especial de Obama cuando la Casa Blanca estaba peleando por Obamacare en el Congreso.
Aunque no se autoexcluyó por completo del caos de Obamacare, Kocher admite que la consolidación del sistema de atención médica no ha dado como resultado el incremento del ahorro y la mejora de la calidad que se habían previsto.
Kocher utiliza un breve ejemplo para exponer su punto de vista: “Los grandes sistemas de atención médica prestan una atención ‘personalizada’ del mismo modo que GM puede venderle un auto con las opciones deseadas. Aunque las relaciones personales del tipo que a menudo se dan en los consultorios más pequeños son clave para la práctica de la medicina”.
Kocher está en lo cierto, por supuesto, y gran parte de lo que describe forma la base de lo que los congresistas republicanos han estado argumentando durante años y que supone un mejor enfoque para ampliar la atención médica. En pocas palabras, la verdadera cobertura de atención médica está centrada en el paciente y es personalizada. Cuando se habla de algo tan personal como la atención médica, un enfoque universal y a gran escala es absolutamente irresponsable.
Recientemente, los republicanos de la Cámara dieron a conocer una serie de propuestas normativas para la atención médica que crearían un entorno de mercado, al tiempo que instaban a un mayor nivel de innovación en un sector que ha evolucionado demasiado lento.
Entre las muchas promesas rotas de Obamacare se incluyen poder quedarse con su médico, rebajar las primas de la atención médica y disponer de mayores opciones dentro del mercado. Se trata de una auténtica lección sobre las limitaciones de un gobierno omnipresente que intenta acometer algo tan complejo como proporcionar atención médica a millones de personas que viven en un país tan vasto y diverso como el nuestro.
Este es el legado de la presidencia de Obama y el que Hillary Clinton tendrá que defender si pretende ganar en noviembre.
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