Estados Unidos sí es excepcional, precisamente porque (hasta ahora) los impuestos han financiado las artes

A pesar de que el plan de Trump de "hacer a América grandiosa de nuevo" incluye cortar la financiación de las artes, un profesor descubrió que la historia del 'excepcionalismo americano' está ligada a la historia de la subvención de las humanidades.

El presidente Ronald Reagan y su esposa Nancy en Washington, D.C.
El presidente Ronald Reagan y su esposa Nancy en Washington, D.C.
Imagen Getty Images

Por: Abram Van Engen, profesor asociado de inglés, Universidad de Washington en St. Louis.

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Cuando Ronald Reagan llamó a Estados Unidos una "ciudad sobre una colina" en 1974, encapsuló con esta frase una visión expansiva y optimista de Estados Unidos.

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La frase proviene de un sermón de John Winthrop llamado "Un modelo de caridad cristiana". Pero nadie sabía del sermón de Winthrop hasta 1838, cuando lo descubrió la Sociedad Histórica de Nueva York. Esta sociedad casi había desaparecido en 1825, pero el gobernador de Nueva York de ese entonces instó al estado a rescatarla.

El valor de la Sociedad Histórica de Nueva York se convirtió en un tema de debate público y, finalmente, la mayoría de los legisladores del estado accedieron a pagar su deuda y mantener intactas sus colecciones. Con $10,000 - una suma considerable en aquellos días - los ciudadanos terminaron preservando y descubriendo el sermón que Reagan más tarde utilizaría como pieza clave de su carrera. La financiación estatal de la Sociedad Histórica de Nueva York fue un ejemplo entre muchos en los albores de Estados Unidos de financiación a las humanidades que precedió al Fondo Nacional para las Humanidades (NEH, por sus siglas en inglés).

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Fondo Nacional para las Artes
NEH
excepcionalismo estadounidense

el apoyo de los contribuyentes a las humanidades se remonta a los comienzos mismos del país.


Preservando la historia

La primera subvención federal para investigación histórica se remonta a 1778, cuando fue recomendada por el Congreso Continental. Estados Unidos había declarado su independencia dos años antes, pero aún estaba luchando una guerra para defenderla.

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En medio de la Revolución de las Trece Colonias, con muchas ideas en mente, Sam Adams, William Duer y Richard Henry Lee - figuras líderes del norte y del sur en el Congreso Continental - aprobaron una subvención de US$1,000 para que se recopilara, editara, presentara y publicara manuscritos, cartas y documentos estatales de la historia estadounidense. Los estadounidenses necesitan conocer la historia estadounidense, pensaron, y así recomendaron que se le otorgara dinero de los impuestos.

Los Padres Fundadores se unieron para apoyar a Hazard. Thomas Jefferson alabó a su proyecto como "una empresa de gran utilidad para el continente en general". Cuando Hazard finalmente terminó su proyecto, envió una propuesta para su colección en 1791, preguntando quién estaría dispuesto a comprarla. La suscripción fue firmada por las más destacadas figuras de la época, comenzando con el presidente George Washington e incluyendo al vicepresidente, miembros del gabinete, senadores, representantes y otros.

Al recomendar la concesión, el Congreso Continental determinó que la "empresa [de Hazard] es encomiable y merece patrocinio y aliento públicos, por ser provechosa para la utilidad pública". Ése era un punto de vista común en aquellos días. Un buen conocimiento de la historia - tanto estadounidense como en general - le daba a la gente perspectiva y le permitía utilizar su libertad y promover el bien de la república. Los Padres Fundadores y la naciente república consideraron la historia una materia "práctica" esencial para la ciudadanía.

George Washington sobre una plataforma rodeado por miembros del Congreso Continental.
George Washington sobre una plataforma rodeado por miembros del Congreso Continental.
Imagen Cortesía Library of Congress

Un 'servicio público'

No hay que rebuscar mucho en los escritos de John Adams, Thomas Jefferson y muchos otros para encontrar ejemplos de cuánto apreciaban las bondades de la historia.

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Jefferson, por ejemplo, creía que el conocimiento de la historia les permitiría a los ciudadanos resistir la invasión de la tiranía. Al iluminar "las mentes de la gente en general", especialmente con "un conocimiento de esos hechos, los cuales la historia exhibe", los estadounidenses "tendrían la capacidad de conocer la ambición bajo todas sus formas, y se motivarían a ejercer sus poderes naturales para derrotar sus propósitos". Los estudios históricos eran la mejor manera de comprender cómo surgían y caían las sociedades, brindando lecciones morales y políticas de la vida real. Para Jefferson y muchos otros, el estudio de la historia era necesario para la defensa de la libertad.

Ese pensamiento explica por qué la Sociedad Histórica de Massachusetts, fundada en 1791, fue declarada "servicio público" por el estado. Su fundador, el ministro Jeremy Belknap, escribió:

"Me entusiasma tanto la causa de Estados Unidos que deseo que brille como Señora de las Ciencias, así como Asilo de la Libertad".

Para él, las ciencias incluían las humanidades. Soñaba con la creación de una red de sociedades e instituciones educativas, y concibió "un Congreso de Filósofos, así como de Estadistas". Pronto la nación lo imitó al fundar la Biblioteca del Congreso en 1800.

Pero este punto de vista fue más allá de ellos. El apoyo de los contribuyentes a las humanidades nunca fue una actividad privilegiada de las élites de la costa este. A principios del siglo XX, las sociedades históricas de Iowa y Kansas competían con las sociedades de la costa este. El tamaño y la estabilidad de la Sociedad Histórica de Wisconsin superaron a los de la Sociedad Histórica de Massachusetts porque las legislaturas estatales apoyaron la historia.

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El historiador más influyente de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Frederick Jackson Turner, surgió del Medio Oeste. Gracias al apoyo de los contribuyentes y a un amplio apoyo legislativo, Wisconsin dominó durante varias décadas la conformación de la historia estadounidense.

En 1965, se creó el NEH en parte porque cualquier "civilización avanzada" debe apoyar las humanidades. Desde la fundación de la nación, hasta el siglo XIX y hasta el actual, los líderes formativos de esta nación han coincidido en esto: preservar la historia es fundamental. Hoy la historia encuentra su más firme apoyo en el NEH.

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