Su marido murió por el coronavirus y perdieron el cuerpo: apareció en un camión de mudanza descomponiéndose 2 semanas después

La muerte del diácono Nathaniel Hallman, de 72 años, fue un duro golpe para su familia y amigos. Pero la pesadilla empezó después, cuando tuvieron que encontrar una funeraria para él y su cuerpo fue encontrado luego descomponiéndose en un camión de mudanzas en Brooklyn.

Video Covid-19: Indignación en Nueva York por el hallazgo de decenas de cuerpos descompuestos en dos camiones de mudanzas

El párkinson afectó los últimos años de vida de Nathaniel Hallman, de 72 años y diácono de la Iglesia bautista del Meek, en el Bronx, Nueva York.

Últimamente se caía demasiado, por las pérdidas de equilibrio que le ocasionaba la enfermedad. Entre eso y una neumonía que lo afectó, Hallman fue internado en una residencia para recuperarse. Pero allí se contagió con el coronavirus y fue trasladado al hospital de Saint Barnabas, que se había convertido en un caos, repleto de casos de covid-19.

PUBLICIDAD

Al día siguiente de su traslado, el 10 de abril, era su cumpleaños 72. Su enfermera, Tamaykia Epps, le escribió "Feliz cumpleaños" en la pizarra blanca de su habitación y desde la cocina le enviaron una tarjeta y un dulce, pero ya no tenía ganas de comer y en los días siguientes no hizo más que empeorar y sus niveles de oxígeno comenzaron a caer.

Mitzi Hallman, su esposa por 42 años y diaconisa de su iglesia, consiguió que le permitieran entrar a verlo, aunque estaba prohibido. Una doctora le puso una bata de protección y una mascarilla y la dejó entrar para despedirse.

De 63 años, Mitzi hizo un esfuerzo por contener las lágrimas e intentó mostrarse sonriente ante su marido, pero él solo abrió los ojos cuando ella empezó a cantar 'Walk with the Lord', una canción de su iglesia. "No te preocupes por mí, estaré bien", le dijo a su esposo. "Vuelve con tu madre y tu padre y tus hermanos y hermanas".

La noche siguiente, la señora Hallman recibió una llamada del hospital que le anunciaba la muerte de Nathaniel. Era el 17 de abril de 2020, el peor día de la pandemia en los Estados Unidos, cuando murieron 2,614 personas en todo el país en apenas 24 horas. Solo en Nueva York fallecieron 383 personas ese día y otras 900 fueron ingresadas en hospitales.

Pero la pesadilla de esta familia solo empezaba.

No había morgues

Hope Dukes, de 37 años, era la ahijada de Mitzi y Nathaniel. Al morir su padre y su abuela, los Hallman se quedaron a cargo de ella, que aunque ya era adulta, comenzó a llamarles mamá y papá.

PUBLICIDAD

Al morir Nathaniel, Dukes comenzó a dar carreras para buscar un depósito de cadáveres que se hiciera cargo de su cuerpo, ya que tenía la impresión de que el hospital solo le daría una semana de plazo para encontrar un sitio al que trasladar su cuerpo, y si no, pensaba Dukes lo enterrarían en una fosa común en Long Island Sound.

Según el diario The Wall Street Journal, que publicó esta historia, un portavoz del hospital les dijo que los plazos que dan los hospitales en estos casos no suelen ser tan inflexibles, y que nunca enterrarían un cuerpo reclamado por la familia sin el consentimiento de ellos.

Abrumada, la ahijada llamó a más de 20 funerarias. Cada una estaba a máxima capacidad y no aceptaban más cuerpos, así tras hacer varias gestiones con conocidos sin éxito entró en pánico pensando que se acercaba la fecha límite. Finalmente llamó a un amigo de su abuela, el reverendo Marshall Morton, pastor de la iglesia Bautista Unity en Norwalk, Connecticut. Él, como pastor de iglesia, tendría que conocer a varios funerarios y finalmente la puso en contacto con uno: James Robinson, que dirigía una funeraria en Nueva Jersey desde hacía casi 20 años.

El contacto con James Robinson

El reverendo Morton vino a visitar a Hope Dukes y se dispuso a llamarla, así que en su presencia le marcó a James Robinson y le explicó la situación, pidiendo ayuda.

Robinson era el director ejecutivo de una funeraria en Neptune City y también había invertido en una morgue en la avenida Utica en Brooklyn.

PUBLICIDAD

A partir de aquí, según cuenta el diario The Wall Street Journal, las historias de ambas partes no coinciden. Robinson dice que nunca accedió a hacerse responsable del cuerpo de Nathaniel, pero tanto el reverendo Morton como Hope Dukes lo recuerdan diciéndolo claramente: "Yo me ocuparé de él".

Según el relato de ellos, Robinson le pidió al reverendo Morton que contratara un servicio funerario de Nueva York que le transportara el cuerpo desde el hospital hasta su depósito mortuorio en Neptune City. Y así lo hicieron. El conductor autorizado recogió el cuerpo de Nathaniel en el hospital sobre las 8:00 pm del 23 de abril y condujo durante 75 minutos hasta la funeraria de Robinson en Neptune City, seguido por Morton y el hijo mayor de Hope Dukes. Pero cuando llegaron, Robinson no se encontraba allí y quien estaba al mando en el lugar les dijo que no podía hacerse cargo del cuerpo.

Tras comunicarse finalmente con Robinson por teléfono, este les dijo que nunca les había dicho que lo llevaran a ese lugar y que lo tenían que trasladar a la funeraria de Brooklyn. Aunque contrariados y furiosos con la actitud de Robinson, así lo hicieron, pero esta vez fue solo el conductor, pues ya era tarde.

Al llegar a la puerta cerrada del 2037A en la avenida Utica, se leía el cartel que decía "Servicios funerarios Andrew. T. Cleckey", dueño del lugar y que tenía negocios con Robinson. Los dos asistentes que salieron a atenderlos se sorprendieron al ver el cuerpo, pues no lo esperaban. El conductor les explicó que Robinson lo había derivado hacia allí.

Los hombres tomaron el cuerpo de Nathaniel y lo llevaron a un semirremolque refrigerado estacionado en la propia avenida Utica, según contó el conductor que hizo el traslado.

PUBLICIDAD

Sin embargo, al día siguiente, el reverendo Morton recibe un mensaje contradictorio de Robinson, que fue visto por el equipo del Wall Street Journal: "No puedo tomar más cuerpos. Tenemos 124 cuerpos en un camión refrigerado, no puedo".

Morton no podía creer lo que estaba leyendo. Ya habían dejado el cuerpo allí, habían pagado el traslado. ¿Cómo le salía este hombre con eso a esas horas? A pesar del enfado, una vez más, Morton apeló a pedírselo como un favor y finalmente Robinson aceptó y le dijo que dejara el cuerpo allí y que enviaran dinero para la cremación.

Robinson lo niega todo

Pero esta es la versión del reverendo. Según Robinson, él nunca les dijo que llevaran el cuerpo a Brooklyn y, cuando el Journal lo contactó, negó haber escuchado hablar de Nathaniel Hallman y su muerte.

Sin embargo, al día siguiente del traslado, según Morton, él transifirió $300 a Rita Baskerville, la esposa de Robinson, y puso como concepto "Cremación para Nathaniel Hallman", según el recibo. Tres días después, envió $200 más, que el reverendo dijo que le habían vuelto a solicitar.

Aunque en una entrevista de seguimiento a mediados de junio, los Robinson reconocieron que habían recibido $500 del reverendo Morton, dijeron que no lo habían notado hasta semanas después de su llegada.

"Nunca tuve posesión de ese cuerpo", dice Robinson. “No estoy en ningún papeleo relacionado con ese cuerpo en ninguna capacidad. El reverendo Morton está mintiendo ”, dice el Sr. Robinson. “Nunca le dije que no trajera el cuerpo. Le dije que cambiara el papeleo y que luego podía traerme el cuerpo", dijo Robinson.

PUBLICIDAD

Cuerpos humanos en 2 vehículos

La cremación del señor Hallman estaba programada para el 29 de abril, según documentos de la ciudad emitidos cuando el conductor recogió los restos en el hospital.

Ese día, Hope Dukes llamó al crematorio para ver si se había hecho pero el contestador automático dijo que la instalación estaba cerrada por mantenimiento.

A las 11:22 am, una persona no identificada llamó al 911 e informó que había visto "cuerpos humanos dentro de 2 vehículos" en la avenida Utica en Brooklyn, según la policía.

Cuando la policía llegó a la escena, encontró dos camiones U-Haul con varios cadáveres descomponiéndose en bolsas, justo fuera de la funerara Cleckley. Los cuerpos fueron trasladados hasta que los forenses de la ciudad y el estado se hicieran cargo.

Al leer esta noticia e identificar la dirección, Hope Dukes saltó corriendo a llamar al reverendo Morton. Al día siguiente logró comunicarse con Robinson pero este le dijo que ni siquiera sabía de quién le estaba hablando, según contó la mujer. Robinson dice que nunca ha hablado con ella.

Sin embargo, por otra parte, Robinson le dijo a Morton que se habían hecho cargo del cuerpo, que se calmara, que todo estaba en orden.

Pero Dukes no le creyó, y tras varias llamadas y gestiones, terminó por avisar a la policía. Finalmente, el 5 de mayo, Dukes recibió una llamada de la oficina del médico forense notificándole que habían localizado a su padrino y que, en efecto, su cuerpo era uno de los encontrados en uno de los camiones U-Haul frente a la funeraria, en plena descomposición.

PUBLICIDAD

El médico forense prometió mantener su cuerpo a salvo en un lugar frío hasta que la familia pudiera organizar la cremación.

La demanda

Hope Dukes y la señora Hallman contrataron a la abogada Kathryn Barnett, quien se especializa en casos de cuerpos maltratados y el pasado mes le impusieron una demanda a James Robinson y a Cleckley en la corte del estado de Nueva York, en busca de daños compensatorios y punitivos no especificados. El cuerpo del Sr. Hallman, decía la denuncia, "quedó allí para que se pudriera".

Los demandantes exigieron un juicio con jurado en el Bronx.

Por el momento, el Departamento de Salud de Nueva York suspendió la licencia del funerario Cleckley, y un juez de derecho administrativo presidió audiencias en video para considerar si la revocaría de manera permanente.

Por su parte, Robinson dijo que planea demandar al reverendo Morton y a Dukes y añadió que buscaría una compensación de los periódicos que han publicado su nombre. "Me vas a construir una nueva casa funeraria", dijo en una entrevista telefónica con el Journal.

Solo después de haber contratado a la abogada, Dukes le dijo a su madrina, Mitzi Hallman, lo que había pasado en realidad con el cuerpo de su esposo, quien fue incinerado finalmente el 26 de mayo, 39 días después de su muerte.

Cada día, su viuda se despierta, saluda a la urna que contiene sus cenizas, junto a su cama, y reza porque realmente sean las cenizas de su esposo, y no las de otra persona.