Aunque aparentemente inofensiva, la práctica de la bicicleta consigue que 500,000 norteamericanos cada año den a parar a una sala de emergencias. Tan solo en 2009, cerca de 85,000 casos fueron reportados por algún tipo de lesión en la cabeza. Los golpes severos en esa zona del cuerpo suelen ser particularmente peligrosos, pues pueden provocar fracturas de cráneo, conmociones cerebrales y otros traumas semejantes. ¿Podría la ciencia encontrar una forma de proteger a los ciclistas de ese tipo de percances, los cuales incluso pudieran amenazar sus vidas?
Científicos prueban que los ‘airbags’ de bicicletas podrían reducir los daños cerebrales
Un estudio de la Universidad Stanford asegura que un casco sueco autoinflable es más eficaz que los populares cascos de espuma a la hora de evitar traumas en el cráneo.


Recientemente, investigadores de Stanford trataron de responder a esa pregunta en el laboratorio. Minimizar las lesiones cerebrales podría ser una simple cuestión de acumular relleno y protección en los cascos: si la gente pedaleara por ahí, con cascos de motocicleta, habría de seguro muchos menos traumas cerebrales. Pero los ciclistas, por una mayoría abrumadora, prefieren los casco de espuma de poliestireno, con cubiertas plásticas, debido a que son más ligeros, frescos y estéticamente más presentables. Pero estos no son, precisamente, los mejores para ahorrarnos una contusión cerebral.
“Algunos estudios han mostrado que aunque portar cascos de espuma reduce en un 75% el riesgo de severas lesiones en la cabeza, la disminución, en el caso de las lesiones traumáticas leves, es estadísticamente insignificante”, reseñaron los investigadores en los Annals of Biomedical Engineering.
Sin embargo, hay un nuevo tipo de casco que es ligero, discreto, y esponjado con relleno: el implemento sueco Hövding, el cual se fija alrededor de la nuca como un cinto y, en caso de colisión, “estalla” para crear a una mullida almohada de aire. El equipo de Stanford simuló pruebas de caídas con maniquíes antropomórficos y dos tipos de cascos, el corriente de espuma y el Hövding, equipado con bolsas de aire. El resultado fue que este último redujo el riesgo de conmoción cerebral 8 veces por debajo del relativo a la popular versión de espuma.
Los valores de lesiones en la cabeza fueron más bajos con cascos con airbags (las cuatro barras a la izquierda y al centro) que con cascos que utilizan espuma. Las barras rojas representan los golpes en la parte superior de la cabeza y las azules, los golpes a los lados (Kurt, Laksari, et al./Annals of Biomedical Engineering).
Sin embargo, no todo es perfecto. Uno de los factores disuasorios son los 330 dólares del precio de entrada del Hövding. Y otro problema es la presión del aire al interior del saco inflable del casco. Así lo explica Neuroscience News: “En la prueba, el casco con bolsa de aire fue preinflado y los investigadores maximizaron la presión dentro del casco antes de cada caída, con el fin de obtener estos resultados”.
“Nuestro trabajo sugiere que, aunque los cascos con bolsa de aire tienen el potencial de reducir los niveles de aceleración que uno experimenta en un accidente en bicicleta, al mismo tiempo la presión inicial de la bolsa de aire del casco es muy crítica como para reducir estos niveles de aceleración”, explicó Mehmet Kurt, científico de Stanford, a la publicación Neuroscience News.
De acuerdo a los autores del artículo, sin el máximo volumen de aire, el casco con bolsa de aire podría tocar fondo, provocando que la cabeza se dé con el suelo con mucha más fuerza que si se tratara de un casco tradicional de espuma. En las actuales versiones de los cascos con bolsas de aire, un proceso químico provoca la expansión, lo cual no parece garantizar una presión de aire máxima.
Así se ve el casco luego de los ejercicios que realizaron los científicos de Stanford:
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.









