Quienes no han salido de sus pueblos prefieren a Trump

El candidato republicano es mucho más popular que Hillary Clinton entre personas que aún viven donde crecieron.

Supporters hold their hands over their hearts as they say the pledge of allegiance at a campaign rally by Republican presidential candidate Donald Trump at the Henderson Pavilion, October 5, 2016 in Henderson, Nevada. / AFP / Robyn Beck (Photo credit should read ROBYN BECK/AFP/Getty Images)
Supporters hold their hands over their hearts as they say the pledge of allegiance at a campaign rally by Republican presidential candidate Donald Trump at the Henderson Pavilion, October 5, 2016 in Henderson, Nevada. / AFP / Robyn Beck (Photo credit should read ROBYN BECK/AFP/Getty Images)
Imagen ROBYN BECK/AFP/Getty Images

Recientemente tuve el placer de escuchar casualmente "Way Back Home", una canción de 1949 de Bob Crosby, el hermano menos conocido de Bing. En la canción, Crosby lamenta haber dejado la casa donde nació, donde "las tartas son más crujientes, las canciones más cordiales, y los amigos más fieles". En su lugar, se encuentra en el exilio, presumiblemente en alguna fría ciudad costera.

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Los estadounidenses tienen una relación complicada con sus lugares de origen, especialmente lo que vienen de pequeñas ciudades. A veces son hogares idealizados de personas virtuosas con buenos valores, a quienes no los seduce el encanto de la vida en las grandes ciudades. Pero igualmente valorada en la herencia cultural estadounidense está la necesidad de ir a otros sitios, de hacer fortuna en Nueva York, de ser famoso en Hollywood. Los lugares de origen repelen y atraen a la misma vez.

Resulta que ese extraño magnetismo puede estar desempeñando un papel en la contienda presidencial de 2016. La forma en que la gente piensa votar parece corresponder, aunque a grandes rasgos, con el hecho de si decidieron abandonar los lugares donde crecieron. Según la recién publicada encuesta PRRI/ The Atlantic, un 40% de los potenciales votantes del magnate Donald Trump viven en la comunidad donde pasaron su juventud, en comparación con sólo un 29% de los votantes de Hillary Clinton. Y del 71% de los votantes de Clinton que han abandonado sus lugares de origen, la mayoría—casi un 60% de ese grupo—ahora vive a más de dos horas de distancia.

El efecto es aún más fuerte entre los votantes blancos, quienes ya se inclinan hacia Trump. Incluso una corta distancia ya marca una diferencia: Trump gana por 9 puntos entre los probables votantes que viven dentro de un límite de dos horas de distancia de sus hogares de la infancia, pero esa cifra sube a un sorprendente 26% entre los blancos que viven en sus lugares de origen.

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"Los blancos que nacieron y nunca abandonaron sus lugares de origen realmente son firmes partidarios de Trump", dijo Daniel Cox, director de investigación del PRRI. "Si la persona se crió en una zona culturalmente más conservadora y nunca la abandonó, lo más probable es que sea un poco más cerrada. Creo que, entre este tipo de personas, hay un reclamo al que Trump le está prestando atención".

Aunque Trump habla a menudo de llevar de vuelta a Estados Unidos los empleos en el sector manufacturero y restablecer el dominio estadounidense en el mundo, paradójicamente le va mejor entre las comunidades que aún no han sido perjudicadas por la globalización. Sus seguidores viven en ciudades que están un poco mejor que el promedio (Trump tiene más votos que Clinton entre las personas que ganan entre 50,000 y 100,000 dólares al año) y son racialmente homogéneas.

He escrito antes acerca de la "brecha de la esperanza" que separa las campañas de los dos candidatos: estos nuevos datos añaden una dimensión local. ¿Podrían los votantes de Trump verse motivados por el temor al cambio en sus propias comunidades—las ciudades donde crecieron—y, por tanto, votar por un candidato que promete regresar a aquellos tiempos?

April, de 30 años, ha vivido toda su vida en Winthrop Harbor, Illinois. Es un pequeño suburbio al norte de Chicago, junto al Lago Michigan y la frontera con Wisconsin. April dice que ella tuvo una buena infancia, pero está preocupada por la dirección que ha tomado su vecindario durante la última década.

En un seguidor de Donald Trump en uno de sus mitines.
En un seguidor de Donald Trump en uno de sus mitines.
Imagen Getty Images

"Somos un vecindario de clase trabajadora, no somos ricos, pero tampoco somos pobres", dijo. "Pero cuando alcancé la adolescencia, nuestros vecindarios se fueron a la mierda". Ella atribuye el cambio a una afluencia de residentes de Chicago, en su mayoría afroestadounidenses, y está considerando mudarse más al norte.

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"No quiero sonar ofensiva, pero... siento que los demócratas han mantenido la pobreza, especialmente en mi área, es principalmente la comunidad de raza negra. Les gusta tenerlos allí. La comunidad afroestadounidense ha estado votando por ellos... ¡Caramba! ¿Cincuenta y pico de años? Y hay más gente que recibe ayuda social. Y ésas son las zonas que están mal, las he visto en persona", dijo.

David, de 72 años, tiene preocupaciones similares sobre su ciudad natal de Dubuque, Iowa. "Usted va por la calle, ve estas casas, eran unas casas muy bonitas y ya no valen nada", dijo. "Tuvimos un alcalde que acogió a más de 500 familias de raza negra de Chicago y Detroit. No me malinterpreten, hay algunos buenos, pero básicamente casi todos los que nos tocaron aparecían en los periódicos, por robar o por dispararle a alguien. Las pandillas están en guerra".

Que una persona de 30 años y un septuagenario de dos estados diferentes pueden tener la misma opinión sobre sus comunidades dice mucho sobre el experto (o más probablemente innato) enfoque de Trump: él apela a las personas que creen que sus comunidades les están siendo arrebatadas. No se puede dejar de mencionar que la mayoría de estas personas son blancas y las personas que se mudan a sus ciudades no lo son.

Investigaciones anteriores han demostrado que existe una correlación entre mantenerse en un lugar y albergar opiniones conservadoras. Un estudio de 2007 concluyó que las personas con menor movilidad geográfica —es decir, aquellas que han tenido menos probabilidades de haber abandonado sus lugares de origen— también eran menos propensos a pensar favorablemente sobre temas como la homosexualidad. Y Pew Research comprobó en 2008 que los conservadores eran más proclives que los liberales a decir que permanecieron en sus lugares de origen porque en ellos crecieron. Uno de los indicadores más fuertes de que la persona abandonará su lugar de origen es un título universitario, según el informe de Pew: las tres cuartas partes de los graduados universitarios se mudaron al menos una vez durante la adultez.

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La encuesta PRRI/ The Atlantic se hace eco de estos resultados, que son especialmente prominentes entre los blancos de la clase obrera. Aunque la población blanca en general no es más propensa que la de raza negra o latina a permanecer en las comunidades donde se criaron, los blancos sin grados universitarios tienden a permanecer en ellas. Un 41% vive donde nació, una de las proporciones más elevadas.

Así que Trump ha encontrado seguidores entre las personas que decidieron quedarse en sus lugares de origen. Una teoría sugiere que sus partidarios se sienten protegidos: no han conocido el mundo más allá de lo que conocieron mientras crecían y su apoyo a Trump está potencialmente enraizado en los prejuicios. Se podría decir también estas personas están más en contacto con sus comunidades y están dispuestas a pasar por alto los comentarios más incendiarios de Trump, porque él habla sobre sus realidades y las de sus vecinos. O ambas podrían ser verdaderas. De cualquier forma, es una correlación reveladora. Hillary Clinton puede ser la dueña de los corazones de las personas que se han mudado. Pero los que se quedaron en casa, van a votar por Trump.

Este artículo apareció originalmente en inglés en The Atlantic.