La ansiedad de uno de los barrios mexicanos más característicos de Chicago

Desde la victoria de Trump, la zona de Little Village está tratando de enfrentar una nueva realidad de miedo.

Un mural de la Virgen de Guadalupe en La Chiquita Supermercado en Little Village, Chicago.
Un mural de la Virgen de Guadalupe en La Chiquita Supermercado en Little Village, Chicago.
Imagen Philip Langdon

Para comprender el dolor causado por la amenaza de Donald Trump de deportar a grandes números de inmigrantes indocumentados, puede no haber mejor lugar que Little Village, una comunidad mexicano-estadounidense en el Southwest Side de Chicago.

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Siendo un vecindario de clase trabajadora de larga tradición a cinco millas de El Loop, Little Village es hogar de más personas de ascendencia mexicana que cualquier otra comunidad en el Medio Oeste. Dentro de sus 4.4 millas cuadradas, limítrofes con la ciudad de Cicero, viven 79,000 personas. Más de un 80% nacieron en México o son descendientes de inmigrantes mexicanos.


En las semanas transcurridas desde la elección de Trump, Little Village ha experimentado un enorme temor. Entre un 25% y un 30% de los residentes de Little Village son indocumentados, según Katya Nuques, directora ejecutiva de Enlace Chicago, la principal organización comunitaria de Little Village. Este año, en las cinco escuelas secundarias del vecindario, Nuques dice que "cerca de un 25% de los egresados fueron indocumentados". La mitad de las familias de Little Village, dice ella, deben tener al menos una persona que no tiene ningún derecho legal a permanecer en Estados Unidos.

"El día después de las elecciones, lo primero que hizo mi hija fue empezar a llorar", dice Jaime Di Paulo, director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Little Village. "Ella dijo, 'mi mejor amiga se va a tener que ir'. Mi hija nació en Estados Unidos, pero su amiga no". Nuques dice que ha habido "muchos casos de niños llorando en las escuelas, y pánico entre los adultos".

El vendedor de paletas, un ícono de las comunidades mexicanas en EEUU, en una calle de Little Village.
El vendedor de paletas, un ícono de las comunidades mexicanas en EEUU, en una calle de Little Village.
Imagen Scott Olson/Getty Images

Andrea O'Malley Muñoz, quien nació en Massachusetts y su marido Marcos Muñoz, quien nació en México, se asentaron en Little Village en la década de 1970 después de trabajar para César Chávez en su lucha por mejorar la vida de los trabajadores agrícolas a nivel nacional. Desde las elecciones, Muñoz dice que ha oído hablar a algunos vecinos sobre vender sus muebles durante los próximos meses en preparación para abandonar voluntariamente Estados Unidos al final del año escolar. Piensan que deshacerse de sus posesiones en forma ordenada y gradual limitará las pérdidas financieras si son desarraigados.

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"Dos días después de las elecciones, escuché sobre un muchacho que estaba trabajando en una planta de Ford en Chicago", dice Muñoz. "Su esposa era indocumentada. Ella estaba en estado de pánico, así que él dejó su trabajo y se fueron a México. Supongo que él sí tenía documentos. Los fabricantes de automóviles no contratan trabajadores indocumentados".

Con sus 80 restaurantes y docenas de tiendas que venden trajes de novia y vestidos de quinceañera, el corredor comercial de 26th Street de Little Village se anuncia como el segundo mayor generador de impuestos sobre las ventas en todo Chicago—solo detrás de la lujosa North Michigan Avenue. Sin embargo, desde las elecciones, los dueños de las tiendas "se quejan de que los negocios han caído en un 5% o 10%", dice Di Paulo. "La gente no está gastando dinero. Tal vez la gente no está de humor para ir de compras, o está comprando menos".

Cuando el entonces candidato Trump prometió deportar a millones de mexicanos indocumentados, la mayoría de los estadounidenses nativos probablemente no se detuvieron a pensar qué consecuencias podría traer un éxodo semejante para los vecindarios que habitan los inmigrantes. Éste sería un buen momento para empezar a pensar en ello. En el Little Village de Chicago, el historiador Frank S. Magallon dijo que Little Village—conocida hasta mediados de la década de 1960 como South Lawndale—le debe mucho a su capacidad para albergar exitosamente una gran afluencia de personas provenientes de México.

Desarrollada por primera vez tras el gran incendio de Chicago en 1871, South Lawndale se convirtió en un enclave checo a principios del siglo XX y se benefició de las grandes industrias con decenas de miles de empleos en la periferia del vecindario. El dominio checo comenzó a debilitarse en las décades de 1950 y 1960, cuando muchos partieron hacia los suburbios como Cicero y Berwyn. "Las industrias se habían estado trasladando lenta pero constantemente después de la 2ª Guerra Mundial", dice el historiador de Chicago Dominic Pacyga. Una afluencia de residentes afroestadounidenses en la vecina North Lawndale también puso nerviosos a algunos checos sobre permanecer en el lugar. Los escaparates comenzaron a vaciarse.

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Los empresarios checo-estadounidenses, encabezados por el vendedor local de bienes raíces Richard Dolejs, se propusieron en 1964 rebautizar South Lawndale como "Little Village" y acoger a los mexicanos, quienes empezaban a trasladarse desde Pilsen, un vecindario más concurrido inmediatamente al oriente, y desde México. Algunos de los recién llegados de México adquirieron pequeñas tiendas de esquinas de los checos y las mantuvieron en funcionamiento. Otros abrieron restaurantes y tiendas de ropa, eventualmente atrayendo clientes de toda el área metropolitana de Chicago, una región que en 2011 contaba con 2 millones de hispanos entre sus 9.2 millones de habitantes.

Los mexicanos y sus hijos llenaron los antiguos chalets, los bungalows, los edificios de dos y tres pisos, y los edificios de apartamentos en las esquinas con más personas que nunca antes. La densidad se disparó: ahora es de alrededor de 18,000 habitantes por milla cuadrada, suficiente para sostener una amplia variedad de comercios, desde tiendas, agencias de seguros, y oficinas de cambio de cheques hasta vendedores ambulantes que venden tamales, paletas, y bebidas en las calles y fuera de las escuelas.

Cuando estudié Little Village para un próximo libro sobre comunidades estadounidenses transitables, me sorprendió cuán ordenada y organizada es la comunidad. Aunque la mayoría de los residentes son de recursos modesto s—las cifras del censo ponen el ingreso familiar promedio en unos 34,000 dólares al año— la gente se preocupa por sus propiedades. Las cercas negras de imitación de hierro forjado separan las aceras de la ciudad de los pequeños patios delanteros de las casas. Algunos residentes cuelgan bolsas plásticas, de las que dan en los supermercados, en sus cercas para que los transeúntes tengan dónde deshacerse de la basura. El efecto puede no ser elegante, pero muestra cuánto los habitantes valoran un ambiente limpio y ordenado.

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En su libro Heat Wave (La Ola de Calor), el sociólogo Eric Klinenberg señaló que durante una terrible ola de calor ocurrida en 1995 que provocó la muerte de cientos de ancianos en Chicago, la tasa de mortalidad en Little Village permaneció extremadamente baja. Atribuyó esto en parte a la comparativamente baja tasa de delincuencia de la comunidad y a sus ajetreadas zonas comerciales, que hacían que las personas interactuaran y les ayudaba a saber a dónde acudir en caso de emergencia.

Sin embargo, en Little Village sí parece haber cierta cantidad de tiroteos y ataques de una pandilla contra otra. Pero, aunque los homicidios en South Side y West Side de Chicago se han disparado en los últimos dos años, Nuques dice que Little Village ha tenido una disminución de entre un 40% y un 50% en la tasa de homicidios desde 2008. La iglesia y los grupos cívicos trabajan diligentemente para darles a los hombres jóvenes alternativas a la vida pandillera.

La gran pregunta ahora es cómo les iría a Little Village y a otros vecindarios de inmigrantes si se materializan las deportaciones a gran escala sobre las que Trump habló. "La incertidumbre está generando ansiedad", dice Raúl Raymundo, director ejecutivo de The Resurrection Project, una corporación de desarrollo comunitario que se centra en vecindarios sustancialmente latinos como Little Village, Pilsen y Back of the Yards.

Trump ha sembrado el pánico con su promesa de campaña de deportar a indocumentados "criminales" y acabar con el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) del presidente Obama, que ofrece cierta protección legal a cientos de miles de personas que fueron traídas a Estados Unidos siendo niños y permanecieron aquí ilegalmente.

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"Mi sobrina llegó a la edad de tres años. Ella sólo habla inglés y está a punto de graduarse de la escuela secundaria con un promedio de 3.9, dice Michael Rodríguez, miembro del comité demócrata del 22º distrito electoral de Little Village. "Ella calificaría para DACA, lo cual le permitiría trabajar e ir a la escuela legalmente en Estados Unidos. Trump dijo que él eliminaría eso en su primer día en el cargo".

"Conozco a un hombre joven, de 28 años, propietario de un negocio, que está pensando en irse a Windsor, Canadá", añade Rodríguez. "Es indocumentado. Estaba en el programa DACA. Estaba pensando en ir a una universidad de Iowa para obtener una maestría. Ya nada de eso se va a poder hacer".

A Di Paulo, de la Cámara de Comercio, le preocupa que las personas sean deportadas por delitos menores o por los cuales ya han sido debidamente castigadas. "Conducir en estado de ebriedad es un delito conforme a la ley del ICE [Servicio de Inmigración y Control de Aduanas]", dice. "Tenemos que averiguar qué es 'criminal'. Sostenemos que, si uno ya pagó su deuda con la sociedad, un delito no debe ser motivo de deportación

Una recién graduada caminando por Little Village.
Una recién graduada caminando por Little Village.
Imagen Scott Olson/Getty Images

El alcalde Rahm Emanuel ha prometido que, como parte de su condición de ciudad santuario, los organismos municipales de Chicago, incluida la policía, no colaborarán con los agentes del ICE en las deportaciones. El 14 de diciembre, el Ayuntamiento aprobó un presupuesto para el Fondo de Defensa Jurídica de Chicago, que les permitirá a The Resurrection Project y al Centro Nacional de Justicia para Inmigrantes de Heartland Alliance aumentar el número de abogados disponibles para representar a los inmigrantes en los procedimientos judiciales.

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Otro elemento del programa contempla la capacitación de 200 voluntarios para ayudar a los inmigrantes a conocer sus derechos y luchar contra la deportación. Debido a que muchos inmigrantes indocumentados no están familiarizados con sus derechos, Enlace Chicago ayudó a organizar una coalición de grupos sin fines de lucro en Little Village. Di Paulo dice que la coalición está, entre otras cosas, desarrollando de un paquete de información y capacitando al personal de empresas minoristas para darles folletos a los clientes donde se explican sus opciones. "Tenemos que prepararnos para lo peor y esperar lo mejor", dijo.

Sería una lástima si la administración Trump desestabilizara los vecindarios de inmigrantes trabajadores como Little Village, donde la gran mayoría, documentados o no, están intentando construir vidas productivas y comunidades decentes. Quizás el prolongado activismo cívico de Little Village y otras comunidades de todo el país ayudará a evitar que esto ocurra. "Somos un vecindario muy organizado", dice Nuques. "Ésa es una gran ventaja".

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.
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