NUEVA YORK. - Desde la primera semana que llegó a Estados Unidos, Víctor Navarrete quería irse de vuelta a México. Hay lugares que provocan eso, y otros que simplemente se extrañan demasiado.
El mexicano que superó un accidente y hoy es dueño de un restaurante en Nueva York
Víctor Navarrete llegó hace diez años de México y casi de inmediato se quería ir. No sabía suficiente inglés y un accidente retó sus ánimos. Pero el presente luce esperanzador porque no se dejó vencer. Hoy es copropietario de un restaurante en Brooklyn y esta es su historia.

Navarrete es un inmigrante de 30 años que ha construido su vida en Nueva York pero antes estudiaba en Guadalajara con aspiraciones de convertirse en maestro.
"Estaba estudiando en la universidad y ya no podía pagarla. Mi mamá me ayudaba con un poquito pero ya no podía ayudarme más. Yo trabajaba pero no era suficiente", explica Navarrete de las circunstancias que lo condujeron a eventualmente dar el salto.
Su hermano, desde Nueva York, ayudaba también en las cuentas. Fue él quien animó a Navarrete a venir un año, "a hacer plata" y entonces, regresar.
"No fue exactamente así", repasa Navarrete. A su llegada a Estados Unidos, debió lidiar con el frío y con perderse en un aeropuerto por no saber suficiente inglés. Fue una llegada con algo de turbulencia.
Pero a una década de aquellos percances, hoy día Navarrete es codueño del restaurante italiano Fragole, el establecimiento que lo ha visto crecer desde que llegó. El camino, sin embargo, no ha estado exento de escollos.
"Llegué y me puse a trabajar haciendo deliveries. Pero no pensé que iba a trabajar tan duro".
En las mañanas, Navarrete preparaba sandwiches en un puesto en Manhattan, en las tardes hacía delivery. Cuenta que en la semana tenía dos horas para clases de inglés mientras en el fin de semana dedicaba cuatro horas a sus lecciones del idioma.
Así transcurrió el año. Era momento de planificar el retorno a México.
De un accidente a su presente
Cuando Navarrete estaba por regresar, un carro lo atropelló. "Perdí la pasión por seguir estudiando. Siguiendo mi sueño llegué a este país y este país no me fue nada bien", relata quien asegura que sufrió mucho en los ocho meses que estuvo entre muletas y silla de ruedas.
El accidente se tradujo en cirugías y casi un mes en el hospital, y casi un año sin poder caminar.
En esa etapa, Navarrete reflexionó sobre la vida y sus circunstancias. "Sabía que no iba a ser fácil pero tampoco que fuera a ser tan difícil", cuenta.
Las cuentas del hospital las sentía interminables y el desánimo lo llenaba. Los ahorros que tenía, se fueron en esa etapa. Navarrete pensaba que no volvería a caminar. "Lo veía imposible cuando vi mi pierna en tres pedazos... era horrible".
Tras un silencio breve, Navarrete expresa que contempló el suicidio. "Fue una tontería", reconoce hoy día de esos pensamientos, pero en el momento, se sentía un peso para su hermano.
"Era la única persona que tenía y para yo no perder el trabajo, él estaba cubriéndome los turnos (en Fragole)", repasa Navarrete, de esa etapa en el negocio en el cual terminaría como codueño.

Durante esa etapa, su hermano, Eduardo, de 33 años, fue el mejor amigo de Víctor. "Como un padre", reflexiona al acordarse de esos momentos que compartían una litera y el peso de tantos esfuerzos.
El sacrificio de su hermano hizo que Navarrete superara sus frustraciones y los pensamientos más oscuros hasta volver a trabajar. "Ahora él está haciendo todo esto por mí, pero voy a hacer todo lo que pueda para ayudarlo", se dijo a sí mismo Navarrete en ese punto.
Con el apoyo del equipo de Fragole y de su jefe Andrés Rodas, paulatinamente el
interés de Navarrete en la comida italiana creció así como su curiosidad por el mundo de los vinos. Su inglés ya había mejorado.
De ahí, el tiempo y los esfuerzos evolucionaron al puesto que, como le había contado a El Diario de Nueva York, desde hace nueve meses ocupa como copropietario, junto a Rodas y Dritan Ushtelenca, de este restaurante en Brooklyn.
"Trabajo como mesero, como bartender, como manager, sigo haciendo todo lo que siempre he hecho, pero trabajo al igual que mis compañeros", afirma quien no cesa de agradecer el apoyo de su hermano, Eduardo, pero también de Rodas y su esposa Paula, para poder llegar a su presente.
Atrás esos escollos que la vida le presentó, la persistencia ha valido y en el "Día sin inmigrantes", que se llevó a cabo este jueves en distintas partes del país, Fragole fue uno de los locales que se unió a la iniciativa en Nueva York.
"Queridos clientes y amigos, estamos cerrados para el almuerzo en apoyo y solidaridad a todos los inmigrantes de este país. Gracias por su comprensión", leía el mensaje en una hoja suelta que Navarrete y el resto del equipo pusieron en la entrada del local.
Navarrete mira atrás y dice a todos aquellos que han tenido momentos duros, o que los viven ahora, que no le pierdan la fe a sus sueños pese a los obstáculos.
"No importa los obstáculos, alcancen sus metas, porque para ser grande hay que pensar en grande. Mi padre (quien murió cuando Navarrete tenía 7 años) decía eso", subraya.
Aquel accidente del que logró reponerse hacen que Navarrete valore más cada día. "A veces uno piensa que la vida es cualquier cosa, pero no. Después del accidente, aprecio todo, cada cosa que me pasa".
Por el momento, Navarrete ha hecho las paces con Estados Unidos: tiene metas respecto al futuro de Fragole y el futuro de su vida. "Nueva York es mi segunda casa. Pero México es mi primera casa, y allí voy a regresar".
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