Sobrevivir en Mecca: el último destino de muchos inmigrantes

Este pueblo con nombre de ciudad sagrada es un ejemplo de la marginalidad que sufren numerosos inmigrantes que buscan un futuro mejor en el sur de California.

Canuto Carrillo, un sinaloense de 65 años que es parte de los campesinos indigentes que abundan en Mecca, California.
Canuto Carrillo, un sinaloense de 65 años que es parte de los campesinos indigentes que abundan en Mecca, California.
Imagen Isaías Alvarado

MECCA, California.- Canuto Carrillo tiene 65 años y habita un diminuto cuarto sin puerta que perteneció a una casa ya inexistente entre la calle Lincoln y la carretera 195. Su hogar es una de las construcciones que da la bienvenida a Mecca, un pueblo con nombre de ciudad santa donde solo peregrinan campesinos en busca de jornal. Allí muchos sobreviven en la indigencia mientras tratan de conseguir un puñado de dólares.

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“Yo trabajo cuando puedo pero ya se acabó la siembra”, contó Carrillo a Univision Noticias. Hace tres años que este hombre hizo suya esa 'vivienda'. La limpió como pudo, pero está lejos de ser un refugio para escapar de las altas temperaturas que durante el verano suelen superar los 100 grados (37 C).

En su interior están sus escasas pertenencias: ropa vieja, cuadros religiosos y algunos botes de aluminio que vende para irse ganando unos dólares. El lugar desprende un fuerte olor y hay moscas por doquier.

“Lo más duro aquí es el calor y los rateros, que vienen y me roban”, cuenta el anciano, quien viste unos pantalones de mezclilla percudidos y porta un rosario de madera en el pecho. Carrillo no lleva playera. El calor es sofocante.

Otros agricultores menos establecidos usan sus autos para dormir. Apenas se oculta el sol, se empiezan a reunir en el estacionamiento de una plaza localizada en la esquina de las calles Coahuila y Segunda. Al estar juntos se protegen unos a otros. Algunos han dormido en ese lugar cada primavera desde la década de 1970.

Este año, el municipio colocó una instalación pública cercana a dicha plaza para que esos campesinos desamparados, quienes impulsan una industria que genera ganancias de hasta 430 millones de dólares a la región, puedan ducharse, usen sanitarios y laven su ropa.

Hay quienes encuentran cobijo entre los surcos del campo, bajo árboles y en casas móviles de lámina que se convierten en hornos bajo el clima extremo del desierto californiano.

Es común que las personas sin hogar en Mecca sean mexicanos que llegaron en época de cosecha. No pueden alquilar una vivienda por los bajos sueldos (la mayoría percibe el salario mínimo, de 10 dólares por hora) y las jornadas irregulares que los deja sin trabajo durante semanas.

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“Me he llegado a encontrar a familias enteras viviendo en una forma deplorable, durmiendo en la tierra, usando agua de riego que está contaminada, porque en algún momento de la siembra la mezclan con químicos”, expone Mily Treviño, dirigente de la organización Líderes Campesinas.

La última cosecha

Cubriéndose del intenso sol, Abel Pérez, un oaxaqueño de 82 años, espera su último pago como agricultor en Mecca. Desde hace un cuarto de siglo ha venido cada temporada a sudar la gota gorda en los campos del condado de Riverside, pero no tiene planes para regresar el siguiente año.

“El campo es duro y ya no me dan trabajo porque estoy viejo”, asegura don Abel, padre de dos varones y abuelo de seis, todos avecindados en Ciudad de México. Allá también está su casa, pero la abandona por unos nueve meses para sembrar en California y regresar con unos dólares.

Durante esta cosecha, sin embargo, la fatiga por la edad le jugó una mala pasada.

“Casi no trabajé ahora, no me pagaron mucho, como 4 o 5 horas al día, sólo cuando estaba bueno el trabajo estuve las 8 horas”, relata el anciano, de estatura baja y pelo canoso. El hombre alquila un cuarto por 150 dólares al mes.

Hubo semanas que no ganó más de 120 dólares y otras las pasó sin hacer nada, esperando a que lo contrataran en los viñedos o para cortar dátiles.

Un tren de carga que se dirige hacia el sur pasa frente a don Abel. Es la dirección que tomará el anciano en unos días con la intención de no volver jamás. “Aquí ya no hay nada”, lamenta.

En Mecca como en casa

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En la casa de María Arredondo jamás se apaga el aire acondicionado durante el verano. Ella está contenta en Mecca. Hace 25 años se mudó al parque de casas móviles St. Anthony Trailer Park y declara que, a su juicio, es como si estuviera viviendo en Los Remedios, una comunidad rural en el estado de Michoacán.

“Aquí los niños son libres, como en el país de uno. Por eso nos gusta este lugar”, señala Arredondo quien platica dentro de su pequeña vivienda por la que paga 196 dólares mensuales.

María Arredondo y su esposo, Arturo, se ganan la vida en los campos de Mecca.
María Arredondo y su esposo, Arturo, se ganan la vida en los campos de Mecca.
Imagen Isaías Alvarado

Frente a su casa hay una cancha de baloncesto donde no se encestan balones: sólo están los postes y el armazón del tablero. A un costado hay un patio con juegos infantiles y un jardín comunitario donde siembran nopales. Los caminos, que dividen unas 100 unidades móviles con los servicios básicos, son de tierra. Parece una postal del México rural.

“Tengo un hermano en Sacramento y cuando viene a visitarnos sus hijos dicen: ‘vamos a ir a México’”, cuenta con orgullo Arredondo, quien -como todos sus vecinos- se gana la vida como campesina.

Se calcula que ese poblado es hogar de unas 400 personas. Arredondo afirma que a excepción de seis familias sinoaloenses, todos son originarios de Michoacán. “Uno a otro nos fuimos jalando; y el otro al otro. Nosotros a todo mundo le decimos que aquí está bonito”, comenta.

Pero la mujer pierde el optimismo al hablar del futuro de sus tres hijos, de 5, 13 y 16 años. Para ellos quiere una situación distinta a la que se vive en Mecca. “No quiero que mis hijos sean como nosotros, quiero que tengan una carrera, que no sufran siendo campesinos”, dice ella.

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Desigualdad bajo el sol

A penas a 14 millas de Mecca se encuentra Indio, lugar donde cada mes de abril se celebra un famoso festival de música que atrae a multitudes, jóvenes adinerados y bandas de renombre.

Este año, el festival de Coachella generó un negocio de más de 700 millones de dólares, según grupos empresariales y el próximo fin de semana, ese mismo escenario reunirá a las leyendas del rock Bob Dylan, The Rolling Stones, Paul McCartney y The Who, en lo que se ha venido a llamar 'Oldchella'.

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En seis días de conciertos se espera generar 160 millones de dólares. Los boletos superan en algunos casos los mil dólares. El Valle de Coachella también acoge el prestigioso torneo de tennis de Indian Wells y en su corazón radica la ciudad turística y con alto poder adquisitivo de Palm Springs.

En Mecca, la marginación se asoma en cada esquina. De acuerdo al censo, el ingreso anual por familia es de apenas 26,473 dólares, un tercio del ingreso medio per cápita en California.

Casi todos los 8,577 habitantes de Mecca (98.7%) son latinos, la gran mayoría inmigrantes mexicanos. La mitad de quienes tienen más de 25 años no han estudiado más allá del noveno grado. En 2014, el censo indicaba que el nivel de desempleo era del 20.6%, el triple que el registrado en el estado.

Esta zona desértica, a 130 millas de Los Ángeles, colinda con el lago Salton Sea, que durante la última semana acaparó la atención de los californianos por ser el epicentro de cientos de sismos de distinta magnitud.

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“El Valle de Coachella es una tierra de severos contrastes. Los lujosos campos de golf, centros turísticos exclusivos y la presencia de famosos en las comunidades del reconocido oeste del valle, como Palm Springs, son mundos distintos a las calles no pavimentadas, sistemas sépticos fallidos y vertederos de desperdicios no autorizados del este”, describe un análisis publicado en 2013 por la Universidad de California en Davis.

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