Padre del 'Niño milagro' lucha para que no lo deporten tras vivir 27 años en EEUU

José es padre soltero de tres hijos -uno de ellos con una complicada enfermedad-, vive en Los Ángeles y es uno de los 200,000 salvadoreños beneficiarios del TPS que quedaron al borde de la deportación. La decisión del gobierno de cancelar el programa que lo protegía hizo que el "mundo se le viniera encima" y por eso inició una batalla legal para quedarse en Estados Unidos.

El salvadoreño José y su hijo Ángel, quien nació con espina bífida, comparten en la sala de su casa en el Este de Los Ángeles, en California.
El salvadoreño José y su hijo Ángel, quien nació con espina bífida, comparten en la sala de su casa en el Este de Los Ángeles, en California.
Imagen Isaias Alvarado

LOS ÁNGELES, California.- Ángel nació con los días contados. Los médicos le dijeron a su padre, José, que el pequeño no pasaría de tres meses debido a una malformación congénita. "Él nació con la espalda abierta, como cuando usted compra un pescado y lo abre", dice José recordando el instante en que puso a su hijo sobre sus manos, le dio un beso y lo vio partir hacia un quirófano. La posibilidad de que sobreviviera era de apenas el 1%. Pero José dice que se aferró a su fe.

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Al día siguiente, un doctor le expresó con lágrimas que Ángel, quien nació con espina bífida -por la cual existe un cierre incompleto de las últimas vértebras- había pasado su primera prueba de vida: durante la intervención quirúrgica lograron encontrar sus intestinos. Y así como ese fue superando cada vez retos mayores a pesar de su condición: comer, hablar, mover una pierna, usar una silla de ruedas, ir a la escuela... Ángel ya tiene 6 años.

"Angelito se hizo famoso allá (en el hospital de Georgia donde nació) porque no daban un cinco (posibilidades de vida) por él, decían que no iba sobrevivir", recuerda un emotivo José, quien es originario de El Salvador. "Por eso es que a él lo conocen como el 'Niño milagro'", agrega.

José, cuyo apellido se oculta para no entorpecer su proceso migratorio, ha vuelto a orar con la misma fe que tuvo hace seis años pidiendo otro milagro: permanecer en este país al lado de Ángel y sus otros dos hijos, Jordy, de 12 años, y Óscar, de 17. Él es beneficiario del Estatus de Protección Temporal (TPS), que canceló el presidente Donald Trump a principios de enero. Sin este amparo migratorio, José y casi 200,000 paisanos suyos se quedan sin permisos de trabajo, es decir, están al borde de la deportación.

"Se me vino el mundo encima porque dije yo: '¿qué va a ser de mis hijos? ¿Quién con ellos?'·, comenta sobre el momento en que supo que Trump eliminó el TPS y les puso un plazo para regresar a su país, que se vence en septiembre de 2019.

"Yo no tengo ni en dónde caerme muerto en El Salvador, no tengo a dónde llegar; tengo familia, pero mis hijos ¿A qué van a ir allá? ¿A andar con las pandillas? Un cipote (niño) ya anda delinquiendo en las calles. Ese es el futuro que les espera a mis hijos", dice este centroamericano que desde hace más de dos años ha criado solo a sus tres hijos. Su esposa lo abandonó cuando vivían en Georgia.

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Otra preocupación es que en su tierra tampoco hay atención especializada para Ángel. "Allá yo estoy frito. ¿Me le van a dar una sillita de ruedas? ¿Le van a dar pañales? ¿Y las terapias? Aquí estamos bien protegidos", explica.

"Los salvadoreños trabajan duro"

Este hombre asegura que si le quitan el TPS preferiría vivir en las sombras, que bajo la violencia de su país. "Me quedo como indocumentado, pero para El Salvador no me voy", insiste.

José ha pasado la mitad de sus 55 años en Estados Unidos. En 1991, él llegó primero a California, pero la falta de empleo lo obligó a mudarse a Nueva Jersey, donde vivió tres años. Más tarde se fue a Massachussets; allí nacieron sus dos hijos mayores. Una década después la familia llegó a Georgia, lugar en el que nació y comenzó la batalla de Ángel.

Hace dos años y medio, poco después de que la madre los abandonó, José se trajo a sus hijos a Los Ángeles. Los primeros seis meses los pasaron en un hotel.

Ángel ha librado cada obstáculo que se le ha cruzado en el camino. Actualmente, en su humilde casa en el Este de Los Ángeles, el pequeño se mueve como pez en el agua en su pequeña silla de ruedas. En la sala, su padre le da terapias físicas para estimular sus piernas (la izquierda no la puede mover). Lo hace sobre unas cobijas. Cada tres horas debe colocarle un catéter para extraerle restos de orina.

"Es bien difícil para mí porque yo no sabía cocinar. Lo mío era trabajar, mantener mi familia, que estuvieran bien", dice José, quien con muchos esfuerzos ha sacado a sus hijos adelante. "Mi sueño es verlos con una carrera, que sean alguien en la vida y verlos con su casita, que no anden rentando. A Ángel yo lo veo caminando, dependiendo de él solo", anhela.

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La abogada Jessica Domínguez, quien representa a José, aconseja a los beneficiarios del TPS que busquen asesoría legal antes de que el programa expire. Cada caso es diferente y merece un análisis distinto, dice ella. "Todos los padres con hijos nacidos en este país merecen quedarse", señala.

El caso de José aún está bajo revisión inicial. "Lo que haremos es determinar cómo se puede quedar legalmente en este país", comenta la abogada.

Video ¿Qué pasará con los hijos de salvadoreños con TPS si cancelan el programa?

Óscar, el hijo mayor de José, asegura que su papá se ha ganado a pulso el derecho de permanecer en EEUU. "Es un buen padre, porque hace lo que puede para darnos lo que ocupamos y nos quiere sacar adelante", dice en la sala de su hogar.

Este adolescente que sueña con ser un futbolista profesional le envía un mensaje al presidente Trump: "Le pediría que no cancele el TPS, los salvadoreños trabajan duro".

Desde que dejó su país en 1991, José no ha regresado. No volvió siquiera para sepultar a su madre, a quien escuchó morir durante una llamada telefónica hace unos años. "Estaba hablando con ella, cuando empezó a sentirse mal. La muchacha que la cuidaba tomó el teléfono y me dijo 'está agonizando'".

Contar esta anécdota no le entristece tanto como recordar los primeros días de vida de su hijo Ángel. Ahora los dos son inseparables. Duermen juntos y pasan muchas horas compartiendo en comidas, en la escuela, en las terapias y en las visitas médicas.

"¿Quién es tu papá?", le pregunta José al pequeño.
"Tú", le responde el niño.
"¿Y quién es tu mamá?", le cuestiona nuevamente.
"Tú", insiste el pequeño.

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"Yo le diría al presidente que reconozco que hay gente mala, pero ahora estamos pagando justos por pecadores. Para él la (pandilla) Mara Salvatrucha somos todos los salvadoreños, él está bien ajeno a la realidad. Tiene que retroceder", advierte José.

Este centroamericano implora que le permitan quedarse en EEUU por su tesoro más grande, sus tres hijos. "Yo sin ellos no soy nada, son mi todo. Por ellos trato de luchar".

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