Se siente la muerte, es así de terrible.
Chiquito, pero Manzanero: la magia de su erotismo 'soft' rebasó sus 1.54 metros de estatura
Armando Manzanero, fallecido este 28 de diciembre a los 85 años, estuvo dotado siempre de una elegancia notoria y una energía imparable: no solo componía y cantaba, sino que también fue productor musical y dirigió la Sociedad de Autores y Compositores de México.
Separarnos de quien amamos es morir temporalmente porque nos aniquila para el otro, mata esa vida que ya no tendremos. Por eso le llamamos duelo.
Pero cómo decirlo con la sencillez necesaria para que resuene en el alma de los despechados y con la poética universal para que cualquiera pueda entenderlo.
Pues ahí están las canciones de Armando Manzanero: "No estar contigo, por Dios, que me hace daño (…) Estoy muriendo, amor, porque te extraño".
Zaz. De golpe y porrazo nos habla del amor como patología, de la muerte y lo divino en una frase cuya simplicidad es notable y de la que pocos son capaces.
Me parece que la sencillez es el gran mérito de sus composiciones que hemos escuchado en las voces de Tony Bennett, Frank Sinatra, José José y hasta la peleada versión de ‘Somos novios’ que cantó Elvis Presley rebautizada como 'It’s Impossible'.
Dicen que medía apenas 1.54 metros (5 pies,1 pulgada): una cosita de poco más de metro y medio de estatura, pero qué cosita.
Este compositor yucateco fue autor de unas 400 canciones. Acabo de darme un atracón escuchándolas -no todas pero muchas- y no sé tú, pero yo, quisiera repetir, el cansancio que me hiciste sentir: un extraño fenómeno ocurre al oír la música de Manzanero y es que dan ganas de enamorarse, de tener a quien decirle ‘adoro el brillo de tus ojos’ o ‘contigo aprendí, que yo nací, el día que te conocí’.
También se antoja ser la primera voz del privilegiado nostálgico que tiene a quien cantarle ‘esta tarde vi llover, vi gente correr, y no estabas tú’.
Romance 'hardcore'
Ya puesta de puro romanticismo y, bueno, del efecto de dos mezcales que ayudaron un poquito, descubrí una veta harto interesante (o así me lo pareció en mi breve ensoñación etílica), en las letras de este señor: lo he denominado el erotismo 'soft' dentro del romance 'hardcore'.
Primero hace declaraciones enamoradizas y chispeantes de candidez como 'Somos novios, mantenemos un cariño limpio y puro', pero luego suelta esta línea 'como todos, procuramos el momento más oscuro'. ¡Ajá! Para qué vamos a negar que también se dan sus arrimones en lo oscurito y aquello del “cariño limpio y puro” era solo una coartada, un despiste para el enemigo.
Y en la misma zona carnal, pero romancera de sus letras, nos encontramos con esta asociación asombrosa: "Voy a apagar la luz, para pensar en ti (frase de la semiótica romántica), pero después nos sorprende con y "así dejar volar a mi imaginación ahí, donde todo lo puedo" y volvemos al erotismo sugerido o quizá ni tan sugerido y más bien frontalmente calenturiento, pues la canción remata diciendo "cómo te abrazaré, cómo te besaré y mis más ardientes anhelos en ti realizaré". Uf, es decir que se nota la abstinencia del cuerpo amado, pues.
Armando Manzanero estuvo dotado siempre, incluso a los 80, de una elegancia notoria y una energía imparable: no solo componía y cantaba, sino que también fue productor musical y dirigió la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM), que antes presidía Roberto Cantoral.
En todas las historias
Cuatrocientas canciones es una producción extraordinaria. Sus composiciones las han interpretado también Chavela Vargas, Elis Regina, Celia Cruz y Alejandro Sanz entre muchísimos otros. Estoy segura de que aún no han nacido las voces que lo seguirán interpretando dentro de 20 y 50 años, sé que no exagero porque historias de amor —ruego a los dioses que así sea— tendremos siempre mientras la humanidad exista y no ceda su presencia de carne y hueso al código binario de la sequía digital.
Hace años vi a una pareja bailar ‘Adoro’: era su canción, esa pieza fundacional que sellaba el vínculo durante la celebración de su boda.
Tal vez era demasiado obvio, para algunos hasta pudo resultar cursi, pero la piel se erizaba al contemplar ese 'happening' mientras se oía "adoro el brillo de tus ojos" y una luz ámbar cruzaba la mirada de los novios con una potencia conmovedora: la del amor. Esa que hace que este portento chiquito, pero Manzanero, siguiera produciendo canciones no solo con talento, sino con alma.























