¿Por qué deseamos lo que no tenemos en la pareja?

Parece la frase mas vieja del mundo y, sin embargo, seguimos preguntándonos por ese "qué" en ciertas épocas de soltería o estando en pareja. Y es que el ser humano, inconformista por naturaleza, parece necesitar de muchos años para llegar a ese perfecto equilibro perfecto, no todos claro está, pero si esa mayoría, especialmente en el mundo occidental.

La (eterna) pieza del puzzle

Viajamos destinos cuyo trayecto descuidamos, comemos manjares que pierden su efecto al tragarse, nos rodeamos de dinero y aún así echamos de menos el reto de tener un sueldo básico, anhelamos aventuras cuando tenemos estabilidad amorosa y deseamos las caricias de esa media naranja cuando estamos solteros.

Las personas somos una gran paradoja, y el mejor ejemplo es nuestra eterna inconformidad. Nos han enseñado que debemos tener un trabajo y esforzarnos por sacar el jornal adelante, ascender y tener futuro, que nos olvidemos del arte, la música y las aptitudes naturales y, en lo que respecta a la pareja, sucede lo mismo, pues idealizamos a ese otro alguien durante toda la vida hasta que nos vemos compartiendo una cama, deseando tener mejor sexo, nuevos amantes y aventuras exóticas.

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El problema ya no es sólo la inconformidad, quizás más abstracta, sino la sociedad, la misma que nos hace seguir ciertos rituales que convierten cualquier relación en algo genérico, siguiendo un esquema de pasión-relación-compromiso-convivencia-boda-hijos que posiblemente no sea la fórmula adecuada o, al menos, compatible para todas las parejas. Quizás debamos dejar más espacios, plantearnos dar mayor pie a nuestros sueños y, por qué no, quitarnos ciertos tabúes emocionales y sexuales con nuestra pareja pero, sobre todo, con nosotros mismos.

Esto no cambiará veinticinco años de inconformismo, pero quizás sí nos ayuden a romper esa rutina.

¿Por qué queremos lo que no tenemos?

El otro principal problema radica en nuestra constante obsesión por el futuro y el largo plazo, sin ni siquiera prestar atención a esa comida que preparamos para nuestra pareja, la cena a las que nos ha invitado este fin de semana o la caricia que siempre es diferente a la anterior pero a ti te resulta igual.

Cuando comenzamos extrañábamos dar un salto a la estabilidad y cuando nos encontramos estables extrañamos la incertidumbre y sorpresas del comienzo, un ejemplo que nos indica que debemos centrarnos más en el ahora, empezar a cultivar nuevos órdenes de pensamiento y, también, no permitir que el pasado y el recuerdo condicionen a una persona diferente a la de entonces. 

Y es que debemos ver lo que tenemos y apreciarlo, que no aceptarlo, pues aceptar siempre conlleva algo de resignación. Las personas cambian, y al igual que a los veinte te gustaban las noches de fiesta a los treinta prefieres una botella de vino en casa un sábado por la noche, pero la cuestión es saber qué queremos en este preciso instante y, si miramos a nuestro alrededor detenidamente, comprenderemos qué falla y qué encaja.

Una vez obtengamos esa respuesta, lo ideal será convertir ese presente en un futuro a corto plazo diferente, colmado de pequeñas sorpresas, cambios e ilusiones, porque son estas últimas lo que hace que buscar o esforzarse por algo a veces nos parezca mejor que el resultado obtenido, y no tiene por qué ser malo. Pero sí será mejor aprender a definir nuestros objetivos y ver las metas como algo que nunca volverá y que, en efecto, merecemos disfrutar.

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La respuesta a la pregunta de ¿por qué queremos lo que no tenemos en la pareja? reside en la adicción a la ilusión y esfuerzo de las personas en términos amorosos, una pobre apreciación del presente y una maquillada obsesión por el futuro, los compromisos y, especialmente, una rutina que se ha convertido en la enemiga de muchas parejas y cuyo secreto reside en una madurez, sinceridad e incluso creatividad que aún parece que se nos resiste.

¿Qué opinas de esas famosa frase?