La tienda de interiorismo Pottery Barn se pone bajo la mira de activistas en pro de los derechos de la comunidad indígena Otomí, del centro de México. A través de una petición que al día de hoy ha logrado reunir casi 8,000 firmas, la usuaria de nombre Martha Aguilar demanda justicia para los artesanos mexicanos cuyos diseños tradicionales han sido replicados en al menos 10 piezas de la más reciente colección primavera 2016.
Los bordados mexicanos otomíes 'made in' China
Una vez más, los diseños tradicionales mexicanos son objeto de una disputa que no parece tener final próximo. ¿Inspiración o apropiación? Los diseños autóctonos cade vez más a merced de las grandes marcas.

En las descripciones de los artículos para mesa, se argumenta una “inspiración en diseños tradicionales y técnicas de bordado del centro de México”. Sin embargo, la etiqueta revela que estas piezas fueron confeccionadas en China, lo cual desató la indignación de quienes buscan hacer valer los derechos de los indígenas.

La petición de Change.org revela que completar un edredón como el que ofrece la tienda toma cuando menos tres meses de arduo trabajo de manos otomíes, un trabajo y una cultura que se pone en riesgo si máquinas bordadoras en China replican los mismos trazos.
“Debido al gran interés de extranjeros en las culturas milenarias de nuestro país y, por tanto, de la creciente demanda de sus productos originarios, se han utilizado los tenangos (populares bordados de múltiples figuras y colores) en colecciones de mascadas, trajes de baño y algunas otras piezas, sin reconocer el legado cultural mexicano y el valor del autor”, reveló el doctorante Carlos Arturo Martínez Negrete cuando se sumó a las artesanas de la región otomí-tepehua para iniciar la campaña “El valor de la firma”, que logró que en 2014 este saber fuera registrado como marca.
¿Qué podemos hacer para proteger un patrimonio que hoy parece de dominio público? Es necesario legislar en torno a la propiedad intelectual y creativa de los pueblos que cimentaron nuestras culturas, que mientras no estén protegidas como patrimonio mundial no tendrán leyes que las protejan ante la voracidad del mercado. "Es una competencia desleal desde un mundo totalmente asimétrico, en donde si se le copia a un diseñador es piratería, pero si un diseñador plagia diseños tradicionales, es inspiración" aseguró Martínez Negrete.
Este caso es uno más que se suma a la polémica por la vulnerabilidad del patrimonio material mexicano y de varios pueblos artesanales latinoamericanos que se integran a la moda globlal sin que nadie respete las tradiciones, las autorías y los significados que tienen esos tejidos y creasiones para las comunidades. Hace solo unos meses, la famosa Isabel Marant se enfrentaba con la comunidad de Santa María Tlahuitoltepec, en Oaxaca, al incluir un blusón que replicaba los bordados de las prendas típicas del pequeño poblado. Otra disputa se abría también con la marca Antik Batik por los mismos diseños.
Si bien es un proceso legal complejo delimitar lo que es un plagio o una simple inspiración, sí queda claro que menos personas están dispuestas a pasar por alto que los emporios de moda se apropien de la belleza de las artesanías sin darles el crédito y las retribución económica justa a sus creadores.
Lea también:

