A lo largo de la vida hemos experimentado diversas relaciones con nuestra madre, la visión que teníamos de ella cuando éramos pequeños, no fue la que predominaba en nuestra adolescencia y ya de adultos nuestra relación con ella cambió todavía más. De adultos comprendemos, quizás, lo que antes parecía totalmente incomprensible: sus actitudes, sus sermones, sus enseñanzas, sus rezongos, sus miedos.
Los años pasan, nuestra relación se fue modificando, pero hay algo que nunca cambiará, mamá

Los años pasan y la relación que tenemos se va modificando, porque los años traen experiencia y gracias a la experiencia logramos darnos cuenta de que nuestra madre es un adulto al igual que nosotros y que está aprendiendo.
Comprendemos que nunca dejamos de aprender, que el aprendizaje es algo que acontece durante toda nuestra vida y así comprendemos que ella dentro de sus posibilidades, dentro de todo lo que había aprendido, trató de darnos lo que consideraba mejor para nosotros.
Soy una niña pequeña, te necesito, mamá

Salgo de la clase en preescolar, después de un día colmado de cuentos, de juegos con mis compañeros, de collages y de corridas por el pasillo, solo espero encontrarte a la salida. Solo estuve cuatro horas, pero esas cuatro horas fueron eternas, porque era la primera vez que nos separábamos desde mi nacimiento.
A veces me negaba entrar o antes de llegar a la puerta me ponía a llorar, pero de a poco fui aprendiendo a disfrutar con mis compañeros y de a poco me fui sintiendo cómoda haciendo lo que más me gustaba: las clases de expresión artística.
Me enseñaste a multiplicar pegando la tablita en la pared de mi dormitorio, te llamaba desde cualquier lugar de la casa y en cuestión de segundos estabas a mi lado. Era una niña inquieta, traviesa, no veía peligros, quería descubrirlo todo y ahí estabas tú, con tu mirada firme buscando mi protección.
Soy una adolescente, no comprendo tus actitudes, mamá

Simplemente no comprendo tus actitudes, tus acciones no están relacionadas a lo que me expresas. No te comprendo y eso me fastidia demasiado. Quiero ser, quiero que me des libertad, quiero descubrir el mundo. Ya no quiero depender de ti.
Quiero sentir mi independencia, esa que siempre intentas reprimir. Quiero salir sola, sin miedos. Deja que sienta que el mundo es mío, que puedo hacer lo que quiera con él, que no tengo límites.
Déjame amar sin ningún tipo de barreras. Ya no te necesito tan cerca y eso no significa quererte menos. Quiero poder hacer todo lo que siento, pero siempre me encuentro con tus límites.
Soy una adulta, te acepto como eres, querida madre

Soy una mujer independiente, tengo aquella libertad que tanto anhelaba, solo que ahora tengo otra visión de ella. Muchísimas personas se han cruzado en mi camino y de cada de una de ellas he aprendido algo nuevo.
Te acepto como eres, no te juzgo por todo aquello que me hubiese gustado que fuera, pero no fue. Como adulto me doy cuenta de que estabas aprendiendo, como lo sigues haciendo ahora y así como yo lo hago.
No te pido nada, no te reclamo nada. Agradezco cada una de tus palabras hacia mí. Y todo aquello que antes me fastidiaba ya no existe. Porque logré comprender que quizás lo hacías desde tus miedos o tus inseguridades, como cualquier otro ser humano.
Te agradezco mamá por todo lo que me has transmitido con tus manos, tus sonrisas y tus palabras. Algo que siempre tendré conmigo, algo que nunca cambiará.









