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La personalidad del bebé

Aunque la personalidad se construye con el paso del tiempo, todos los bebés tienen unos ciertos rasgos ya marcados desde el momento del nacimiento, que los convierten en más dormilones, menos llorones o risueños. La personalidad del bebé tiene nueve rasgos heredados, que combinados pueden dar lugar a tres tipos de personalidad: el niño fácil de tratar, el que se enoja pero lentamente, y el combativo. Eso no se puede cambiar, aunque se puede potenciar o disminuir. Algunos rasgos se verán desde el nacimiento, otros pueden apreciarse a los tres meses de edad, e ir evolucionando.

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Cómo conocer la personalidad del bebé

Primero que nada debemos fijarnos qué tan activo es nuestro bebé. Los bebés menos activos no suelen aceptar juegos físicos, pero sí que los dejen a su antojo, mientras que los bebés muy activos tienen una alta tolerancia a la estimulación, por lo que pueden llegar a conseguir determinados proyectos de motricidad gruesa como caminar más rápidamente.

Otro punto que hay que tener en cuenta es la regularidad: hay bebés que mantienen horarios naturales para comer, dormir o incluso hacer sus necesidades. Es importante que sean respetados, ya que esto puede darles seguridad. Sin embargo, si es impredecible no debemos ponernos demasiado estrictos con las rutinas -solo es importantísima la de la hora de dormir-.

Algunos bebés son extremadamente sociales. Si es así, debemos darle la oportunidad de jugar y divertirse en compañía de los demás. Sin embargo, si el bebé es tímido no debemos forzarlo a interactuar con extraños hasta que él no esté listo.

También debemos tener en cuenta la adaptabilidad del niño: hay algunos que son los suficientemente permeables como para adaptarse a todas las situaciones, y aunque debemos disfrutar de esta capacidad, tampoco debemos aprovecharnos de ella. Si el bebé no es flexible, debemos hacer los cambios lentamente, lo que nos llevará un poco más de trabajo.

Debemos tener en cuenta la intensidad con la que expresan los sentimientos los bebés. En este caso, ambos extremos tienen pros y contras, ya que aquellos que se muestran irritables, felices, angustiados pero siempre con mucho entusiasmo, pueden ser muy difíciles de tratar, pero debemos tener en cuenta que pondrán toda su energía en cosas buenas en un futuro -los amigos, los estudios-.

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Mientras tanto, los niños más tranquilos son más fáciles de tratar, pero al mismo tiempo será muy difícil saber qué están pensando. Esto está íntimamente relacionado con la disposición del niño: ¿es de los que suelen tener buen humor, o vive con el ceño fruncido? En el segundo caso, más allá de comprobar que no lo hace porque se sienta incómodo o esté enfermo, no debemos desesperanzarnos.

Hay bebés que se distraen fácilmente, algo que puede ser bueno si necesitamos alejarlo de una rabieta o una caída dolorosa, pero malo si las distracciones pueden alterar sus hábitos.

El último rasgo de la personalidad es la sensibilidad: hay bebés que se exaltan con la mínima cosa, por lo que debemos mantener un ambiente relajado. Sin embargo, si no suelen inmutarse ante determinadas cosas como un pequeño dolor, debemos cuidarlos bastante más en algunos momentos.

Estos son algunos de los rasgos de la personalidad del bebé. De todas formas, no debemos desesperarnos por hacer cosas por ellos, sino más bien disfrutar de sus características particulares y ven cómo se desenvuelven en un mundo nuevo.

¿Cómo es la personalidad de tu bebé?