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Cómo enseñar el arte de participar, ganar y saber perder

“Lo importante es participar”, nos decían de niños pero eso sonaba a cuento chino si eras de esos que el espíritu competitivo lo tenias a tope y lo que más te gustaba en la vida era simplemente ganar, y si era siempre y en todo, mejor.

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Recuerdo a algunos compañeros de mi colegio rojos de ira porque les metían un gol en el último minuto y que rumiaban su rabia hasta el siguiente partido.

O aquellos que sentían una frustración indisimulada si no sacaban siempre la mejor nota de la clase. Eran esos niños para los que perder no estaba en sus planes y encajar una derrota era más duro que nada.

En la infancia y adolescencia eran los competitivos, los ganadores, los que se comían el mundo con tal de ser primeros, una cualidad importante si se quieren lograr metas en la vida.

Cuando los padres son malos perdedores

Imagen Thinkstock

Pero, ¿qué pasa cuando esa incapacidad para aceptar la derrota o pretender ganar siempre, y a toda costa, se mantiene hasta la edad adulta?

Me he encontrado con padres que no solo alientan a sus hijos a ser los mejores sino que prácticamente los conminan a ganar, sea como sea, a veces imponiéndoles unos entrenamientos bestiales o en otras ocasiones pasando por alto las malas mañas.

Para ellos lo importante no es participar, tampoco es preparar a sus hijos para eso que es tan importante en la vida, saber perder.

Ver también: Cómo enseñarle a los niños sobre la competencia

Todos sabemos que en nuestro camino no solo enfrentaremos retos sino también muchas pérdidas y derrotas, y parte de vivir es lidiar con ellas, aceptarlas, entenderlas, superarlas, aunque no nos guste o duela.

Por eso creo que es tan importante inculcar el espíritu ganador si este tiene también su contrapartida en la derrota, porque quien gana realmente es el que sabe levantarse de sus cenizas y con fuerzas renovadas volver a intentarlo.