¿Comerse los mocos es bueno para la salud de los niños?

Con total desparpajo, tu pequeño se lleva el dedo a la nariz. "Es normal", piensas y le restas importancia. Pero, luego un suceso rompe tu paz interior en mil añicos. Un destello verde capta tu atención y alcanzas a ver cómo el dedito de tu niño, esta vez con más disimulo, se desliza como un rayo hacia su boca y... se come un moco. El asco te ha dejado paralizada y se ha robado todas tus palabras. Pues, ¡tranquila! No tienes por qué hacer tanto drama; comerse los mocos no es tan malo después de todo. 

La reivindicación del moco

Cuando eras niña, los mocos eran un manjar al alcance del dedo. Pero, un buen día creciste y condenaste al pobre moco al completo ostracismo. Entonces, estas bolitas pegajosas se convirtieron en una presencia tan indeseable, como indigna de que tus dedos se le acercaran. Así comenzó la era del pañuelo.

Ahora bien, siéntate, pues es probable que lo que está por venir rompa tus esquemas. Pues, sí: comerse los mocos es bueno para la salud -al menos, así lo han demostrado recientes investigaciones científicas-.

El moco y sus beneficios

Los mocos constituyen uno de los sistemas de "limpieza" más sofisticados de todo el organismo. En este sentido, la producción de moco impide que los gérmenes y otros factores contaminantes ingresen al cuerpo. Es lógico que a estas alturas te estés preguntando, "si los mocos son cúmulos de gérmenes y otras porquerías, ¿cómo puede ser beneficioso comerlos?".

Pues, parece ser que no todos los gérmenes son perjudiciales. De hecho, hay algunos -como los que se encuentran en los mocos- que son indispensables para fortalecer el sistema inmune y prevenir el asma, alergias, complicaciones cardíacas y enfermedades autoinmunes. 

Por tanto, si pescas a tu niño degustando algún moco, no es el fin, sino todo lo contrario: es el comienzo de una vida, un poco más pegajosa -sin duda-, pero también más plena y libre de enfermedades. Como ves, todo tiene un lado luminoso y los mocos no son la excepción.