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7 momentos que los viajeros empedernidos disfrutamos con locura y pocos lo entienden

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Viajar supone una inyección de oxígeno en nuestras vidas, si bien no todos disfrutan de esta pasión de la misma forma: mientras algunos compran sus billetes de forma automática para otros supone un pasaporte a la libertad, y como este otros muchos momentos que los viajeros empedernidos disfrutamos con locura.

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1. Comprar los billetes

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Desde que nos planteamos hacer un viaje hasta que compramos un billete hay un largo proceso de dudas, elecciones y ajustes de presupuesto. De ahí que cuando finalmente la aerolínea nos anuncia  "Su compra ha sido confirmada" crece en nosotros una especie de éxtasis que tratamos de reprimir en silencio. Una sensación indescriptible. 

2. El aterrizaje

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El despegue del avión rumbo a ese nuevo destino supone la más clara prueba de que, efectivamente, ya estamos en ello. Sin embargo, el despegue no solo nos muestra los primeros rasgos de ese lugar, sino que supone un suspiro tras horas de viaje y nos permite establecer una primera toma de contacto que es crucial a la hora de sumergirnos en ese nuevo territorio. ¡Por fin llegamos!

3. Llegar a ese monumento

Durante años imaginamos cómo sería la Torre Eiffel, La Gran Muralla China o el Taj Mahal; idealizamos e imaginamos cómo sería un respectivo icono turístico. Finalmente estamos ahí y el mundo parece apartarse para permitirnos asomar a él desde las mejores vistas. Ahí está, vemos las cúpulas entre los edificios, suena la música, incluso nos olvidamos de la cámara.

4. Una conversación con un local

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Para ciertos viajeros, especialmente aquellos que no suelen hacerlo o siguen viendo el resto del mundo como un lugar hostil, evitar lo máximo posible el contacto con persona locales en el mismo destino es más que común. Sin embargo, para los aventureros, entablar una conversación con esa persona que nos ofrece un asiento o inicia una conversación con una pregunta supone adentrarnos en una pequeña parte de esa cultura, en una oportunidad de aprender más y ver la vida desde otro punto de vista.

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5. Nosotros, una libreta y un café

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Se trata de un lugar nuevo en donde nadie nos conoce. El aire trae aromas diferentes, su gente viste de colores y el clima acompaña. Acabamos de descubrir una terraza de lo más deliciosa en una calle tranquila que invita a sentarse, reflexionar, escribir e, incluso, en no pensar en nada. Se trata de vivir el momento presente. 

6. Llegar a un tenderete de comida local

Más allá de una simple carta de menús, lo que los viajeros gourmet disfrutamos como un niño es el hecho de agolparnos frente a la vitrina de un puesto callejero y deleitarnos con los aromas y colores de los platos típicos que lucen ante nuestros ojos. Después nos tomamos nuestro arroz biryani en una hoja de palma, hot-dogs o un crepe mientras paseamos por la calle, saboreando nuevas delicias. Seguimos viviendo el presente. 

7. Un atardecer

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Las personas parecemos reservar tiempo para ver el atardecer solo cuando viajamos, atraídos por la atmósfera que se concentra en esa playa, por la necesidad de sentarnos frente a él y sosegar los muchos estímulos del resto del día. Si, además, hay algún viajero del que nos hemos hecho especialmente amigos (y algo más) todo adquiere un ambiente aún más encantador.

Estos momentos que los viajeros empedernidos disfrutamos son realmente experiencias sencillas, tanto que no nos atrevemos a experimentarlas en nuestra vida rutinaria hasta que ponemos un pie fuera.

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Se me había olvidado decir que la vuelta de un viaje es también un momento que, aunque nos disfrutemos de la misma forma, supone el comienzo de una nueva visión de la vida, del mundo. Y eso es quizá lo más importante.

¿Cuál es tu momento favorito cuando viajas?