Kathryn Bigelow, la primera y única directora mujer ganadora del Premio Oscar, que coincidentemente (o no) se ha destacado con películas de géneros percibidos como predominantemente masculinos —horror en Near Dark (1987), acción policial en Point Break (1991), ciencia ficción en Strange Days (1995)—, vuelve este año con una película que, tal como sus últimas producciones, parece abordar ciertos asuntos políticos de relevancia actual.
Conflictos raciales y políticos en el regreso de Kathryn Bigelow, el drama histórico «Detroit»

Ya lo hizo antes con The Hurt Locker (2009), creando uno de los retratos más intensos y desoladores de la Guerra de Irak, que fue la que le valió el Oscar, y luego con Zero Dark Thirty (2013), una película menos lograda e ideológicamente más ambigua, que narra ese evento crucial de la Guerra contra el Terror en la que se embarcó Estados Unidos que fue la captura de Osama Bin Laden (y el uso de la tortura como método).
Su nueva película, Detroit, vuelve a reunir a la directora con su guionista Mark Boal, precisamente escritor de The Hurt Locker y Zero Dark Thirty y también ganador del Oscar por la primera.
Detroit está centrada en una histórica revuelta en esta ciudad en 1967, y se estrena ahora con motivo del 50 aniversario de los acontecimientos.
Una ciudad en llamas

También conocidos como los disturbios de la calle 12, los acontecimientos de Detroit comenzaron con un allanamiento policial en un bar clandestino de la ciudad, llamado blind pig.
La policía esperaba cierta resistencia por parte de la gente en el lugar, pero lo que no esperaba era que, en el mismo momento de su irrupción en el bar, se encontraran allí más de 80 miembros de la comunidad negra, que celebraban el regreso de Vietnam de dos soldados locales.
La policía decidió arrestar a todos los presentes, y el clima comenzó a calentarse.
Una multitud se congregó para ver lo que estaba sucediendo, y sobra decir que no muchos estaban contentos de ver cómo un escuadrón policial se llevaba arrestados a casi un centenar de hombres, la mayoría de ellos negros.
Cuando la policía se fue, comenzaron los disturbios, cada vez con mayor intensidad y alcance.

La revuelta duró cinco días y dejó como saldo 43 muertos, casi 2000 heridos, más de 7000 detenidos y miles de edificios destruidos.
Es una de las revueltas más violentas y destructivas de la historia de los Estados Unidos, por detrás de una en Nueva York en 1863 (durante la Guerra Civil) y la de Los Angeles en 1992.
El trasfondo es, naturalmente, el problema racial; la furia contenida y velada de una comunidad desplazada, que explotó con la chispa del allanamiento policial.
Pese a que Detroit era considerada una de las ciudades más avanzadas de los Estados Unidos en en la integración racial, y tenía una fuerte comunidad negra en buenas condiciones sociales (fue la ciudad que recibió a Rosa Parks después del rechazo que sufrió por su rebeldía en tierras sureñas), en 1967 las tensiones y la agitación en torno al movimiento por los derechos civiles eran ineludibles, y la segregación, por más que fuera más moderada, seguía siendo un gran problema con múltiples manifestaciones y ramificaciones.
Un año más tarde sería asesinado Martin Luther King.
Basada en hechos reales

En el mejor de los casos, la película de Kathryn Bigelow puede establecer un diálogo, tender un puente entre aquel Estados Unidos de fines de los 60 y el de hoy, el Estados Unidos del movimiento Black Lives Matter, que evidencia que, a pesar de los avances tan promocionados y publicitados ( Barack Obama, el primer presidente negro) el racismo estructural e institucional sigue siendo un grave problema para la sociedad estadounidense.
En el elenco están John Boyega, Will Poulter, Anthony Mackie, Jack Reynor y John Krasinski.
Hannah Murray, más conocida por interpretar a Gilly en Game of Thrones, tiene, según se ha revelado, “un papel clave” en la película.

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