¿Por qué restaurant al restaurant?

“Venid a mí los que tenéis el estómago vacío que yo os lo restauraré”, esta fue la frase que en  1765 lo comenzó todo.

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Aquel año, un pequeño empresario francés de apellido Boulanger abrió en París una casa de comidas. Una drástica osadía de su parte, pues en aquella época no existían casas de tal tipo; lo más parecido que había eran las tabernas; pero bien sabido es que su clientela no acudía a ellas por la comida sino por el vino y otras bebidas, y quizás con suerte por algún picadillo para acompañar, pero nada especial.

Al frente de su novedoso local, Boulanger colocó un letrero que en latín vulgar anunciaba: “Venis ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos”, o sea: “Venid a mí los que tenéis el estómago vacío que yo os lo restauraré”.

El éxito no fue inmediato para el ‘restaurador’, pero luego de veinticuatro años (tras el estallido de la Revolución Francesa) finalmente llegó, y fue tan resonante, que los establecimientos como el suyo comenzaron a multiplicarse en forma acelerada, primero por todo París, y luego en todas las capitales europeas.

Boulanger fue el pionero, impuso los establecimientos de comida, y no quedando conforme, determino cual sería su nombre. Es por él, por la frase que escribió en su letrero, que todos los locales de su tipo se denominaron, primero restaurat y más tarde restaurant. Incluso determino la tradición de precios: uno de los primeros clientes de Boulanger fue el enciclopedista Denis Diderot, quien elogiaba mucho sus platos, pero a la  vez admitía: el lugar es «un poco caro».

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Antes de la Revolución de 1789, las familias aristocráticas de Francia mantenían en sus castillos y mansiones grandes y sofisticados equipos de cocina, pero, finalizado el Antiguo Régimen, muchos jefes de cocina y cocineros desempleados abrieron sus propios restaurantes inspirados por la idea de Boulanger. A tal punto todo esto, que en 1804 había en París más de quinientas casas de comida. Ahora, los deliciosos platos de algunos de los jefes más célebres de cocina, podían ser saboreados no solo por nobles sino  también por plebeyos. Claro, había que ahorrar un poco.

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