No estaría nada mal. Evitar la época más fría del año, durmiendo apaciblemente en el calor de nuestra propia cama, y despertar con todas nuestras energías renovadas cuando ya la primavera comienza a florecer.
Desafortunadamente, los humanos no tenemos la capacidad de hibernar, reservada a algunos animales que generalmente viven en condiciones climáticas extremadamente frías, sin tener a su alcance un aire acondicionado.
Uno puede imaginar las razones más evidentes por las que el cuerpo humano no cuenta con esta capacidad, pero la explicación de por qué los humanos no hibernamos no es del todo obvia.
La hibernación en animales

La función que cumple la hibernación para los animales que la realizan es la de conservar energía cuando no es posible conseguir alimentos, cosa que ocurre en el duro invierno.
Para esto, los animales desaceleran su metabolismo y su ritmo cardíaco, generando un descenso en su temperatura corporal.
- Ver también: «Dormancia: el descanso más largo de los animales»
Antes de hibernar, es necesario que almacenen una gran cantidad de energía que sea suficiente para todo el invierno; animales grandes, por ejemplo los osos, famosos hibernadores, logran esto simplemente comiendo mucho antes del invierno y almacenando energía en depósitos de grasa de su cuerpo.

Hay dos razones por las que los humanos no hibernamos.
En primer lugar, nuestros ancestros evolutivos eran animales tropicales que nunca hibernaron.
Los humanos han emigrado hacia regiones subárticas y de bajas temperaturas recién en los últimos 100 mil años aproximadamente, un lapso muy breve en la historia de la humanidad.
De modo que no se generaron adaptaciones evolutivas que modificaran el metabolismo para poder hibernar.
La segunda razón es más lógica.
Los humanos no necesitamos desarrollar esta habilidad, dado que mucho antes descubrimos la habilidad de hacer fuego, vestirnos, construir refugios, cazar, pescar y cultivar la tierra, todos ellos métodos mucho más efectivos para atravesar las temporadas más inhóspitas, sobrevivir al frío y conseguir alimento.
Por otra parte, si alguna vez alguno de nuestros antepasados quiso hibernar y se dispuso a dormir todo el invierno, probablemente fue despertado pocas horas después por los ruidosos vecinos de la cueva de al lado. Somos animales sociales, para bien y para mal.