Los Simpson ya no solo son parte de la cultura popular. Para los que crecimos viéndolos desde principios de los 90, sus personajes —incluso los secundarios— han llegado a convertirse (casi) en una parte más de nuestra propia familia. Quizás no recordemos a todos de memoria, pero podemos distinguirlos en la multitud, como si nosotros mismos fuésemos habitantes de Springfield.

El cine y la televisión siempre han recurrido a la ficción a fin de diagramar historias y relatos. No solo se presentan realidades ficticias, sino también especies, razas, armas, herramientas, animales, vestimentas, alimentos y, por supuesto, bebidas.

«Hasta la vista, baby!»

Milhouse Mussolini van Houten es un niño de 10 años que vive en Springfield. Y a pesar de ser el mejor amigo de Bart Simpson (aunque este nunca se lo ha hecho saber) es un niño sumiso, de poco carácter, cobarde, desafortunado, no demasiado inteligente y sumamente débil, tanto física como emocionalmente... Una combinación perfecta para convertirse en la burla de los demás compañeros de clase. Pero Milhouse es mucho más que eso.

El hecho de que Los Simpsons nos presentan historias en donde sus protagonistas están envueltos en dilemas románticos es una de las más claras señales de que no solo se trata de una serie para adultos, sino que además sus personajes han alcanzado una evolución propia que les permite indagar en sus parámetros morales.

Hemos crecido y reído por montones gracias a los centenares de episodios de una de las series animadas más consentidas y queridas por la audiencia desde hace casi 30 temporadas. Gracias a The Simpsons, las carcajadas nunca han faltado.