PI ReportajesMichael Benavides, ciudadano de Brownsville, Texas, se levanta todos los días muy temprano -desde hace tres años- y se dirige a una bodega para recoger cientos de productos con los que preparará comida que dará del otro lado de la frontera, donde miles de inmigrantes ya lo esperan para agradecerle el buen corazón que tiene.
"Siempre contarán conmigo": Un veterano del Ejército lleva todos los días comida a migrantes en un campamento a la orilla del Río Bravo
Michael Benavides, ciudadano de Brownsville, Texas, se levanta todos los días muy temprano -desde hace tres años- y se dirige a una bodega para recoger cientos de productos con los que preparará comida que dará del otro lado de la frontera, donde miles de inmigrantes ya lo esperan para agradecerle el buen corazón que tiene.
Michael Benavides, en Brownsville, Texas, empaca la ayuda que le lleva a los migrantes que se encuentran en un campamento de Matamoros, México. La pandemia no ha impedido que siga con su misión.

Todos los días, luego de una jornada maratónica sirviendo comida y regalando carpas a miles de indocumentados que esperan en campamentos insalubres en la ciudad
fronteriza mexicana de Matamoros, Tamaulipas, Michael Benavides
no puede evitar llorar pensando en lo que todos esos seres humanos han sufrido a lo largo de su vida.

Benavides, veterano del Ejército y ciudadano de Brownsville,
Texas, se levanta todos los días muy temprano - desde hace tres años- y se dirige a una bodega para recoger cientos de productos con los que preparará comida que dará del otro lado de la frontera, donde miles de inmigrantes
ya lo esperan para agradecerle el buen corazón que tiene.

Sin importar que se haya instalado una
pandemia feroz, Benavides no se ha permitido que esto limite su misión humanitaria.
“Seguimos cruzando, arriesgando nuestra salud y bienestar”, dice un sonriente y orgulloso Benavides.

La rutina siempre es la misma: Michael cruza, saluda al llegar -respetando la distancia correspondiente- y prepara tres
comidas. Si nota que hay nuevos inmigrantes, el buen samaritano va hacia su camioneta
y baja unas carpas de campamento para que puedan resguardarse en las noches.

Michael, un supervisor de educación especial, acepta que el esfuerzo no se limita al aspecto físico sino también emocional, sobre todo en estos tiempos de pandemia. “Me da mucha pena porque cuando llegamos
los niños pequeños nos saludan emocionados y nos quieren abrazar”, dice con tono afligido por no poder darles un abrazo que les sepa a consuelo.

Este esfuerzo ha traspasado las fronteras de su comunidad, a tal grado que en 2019 la ahora primera dama,
Jill Biden, cruzó la frontera con Michael para ponerse en sus zapatos
y colaborar con esa comunidad que solo aspira a una mejor vida.

“Sirvió comida y tamales a la gente. Pudo ver lo que vivimos diario y recordar eso me da tanta esperanza de que estas personas
puedan tener ayuda y un futuro mejor”, cuenta Benavides.

A pesar de los complicados tiempos recientes en materia de
migración, Michael está convencido de que su lucha
ha valido mucho la pena y no deja de sentir alegría al ver todos los donativos que le da su comunidad.
