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"Sólo Dios sabe lo que Facebook está haciendo al cerebro de nuestros hijos": los pioneros de Silicon Valley advierten sobre su propia tecnología

Quienes crean los gadgets y programas que utilizamos a diario alertan de que sus propios inventos manipulan de forma masiva a los usuarios y se aprovechan de nuestras vulnerabilidades. La tecnología, advierten las voces críticas de Silicon Valley, puede ser tan adictiva como el tabaco.
14 Nov 2017 – 01:14 PM EST
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Sean Parker, exfundador de Facebook Crédito: Getty Images

¿Se parecen las redes sociales al tabaco? ¿Estamos abducidos por la tecnología? Un creciente grupo de 'herejes' de Silicon Valley así lo cree. Entre ellos se encuentra Sean Parker, uno de los fundadores de Facebook, quien dijo la semana pasada que “solo Dios sabe lo que Facebook está haciendo al cerebro de nuestros hijos”. Parker, que fue el primer presidente de Facebook, dijo que todos en esta plataforma eran conscientes desde el principio de que estaban creando algo adictivo que se aprovechaba de una vulnerabilidad en la psicología humana. “Literalmente cambia tu relación con la sociedad. Probablemente interfiere con la productividad de maneras extrañas”, dijo.

Parker, multimillonario que hoy preside un instituto para el estudio del cáncer, no es el único entre las élites de Silicon Valley en alertar sobre la nocividad de sus propias creaciones. Roger MacNamee, uno de los primeros inversores de la compañía y mentor de Mark Zuckerberg, el fundador, cree que Facebook “ha combinado conscientemente la tecnología con técnicas de persuasión desarrolladas por propagandistas y la industria del juego en formas que amenazan la salud pública y la democracia”, escribió el sábado en The Guardian. La cara más siniestra de Facebook (así como Twitter) salió a la luz los últimos meses con capítulos como la difusión masiva de desinformación que contribuyó a alzar a Trump al poder.

A estas explosivas declaraciones se suma un estudio publicado el lunes en la revista científica PNAS que indica que lo que vivimos hoy “solo es el primer paso en un desarrollo continuo de la persuasión psicológica masiva”. El estudio muestra lo fácil que es conocer la personalidad y las preferencias de los usuarios y utilizar esta información no solo para bien (como incrementar la efectividad de una campaña de salud pública) sino también para mal (conseguir, por ejemplo, que un ludópata visite más casinos virtuales).

Por qué un móvil se parece a una máquina tragamonedas

Tecnologías como el popular botón 'Me gusta' de Facebook buscan atrapar todo el tiempo y atención posible de los usuarios. El problema es que el mecanismo con el que operan esta y otras aplicaciones se parece mucho al de las máquinas tragamonedas: chequeamos el teléfono o el email porque nos dan lo que los investigadores llaman una recompensa de proporción variable. Es decir, de vez en cuando (y puede que sea muy de vez en cuando) recibimos un email o un mensaje que es particularmente gratificante, y nos agarramos a él como clavo ardiendo como justificación, ante nosotros mismos, de por qué pasamos las horas pegados a la pantalla. Este es el mismo mecanismo sicológico que opera con estas máquinas, y el que hace que nuestras mentes queden secuestradas por la tecnología.

Luchar contra este secuestro es la cruzada que emprendió Tristan Harris, un ex empleado de Google al que algunos llaman la 'conciencia de Silicon Valley' y que insiste en que nuestra capacidad de elección está, en realidad, muy limitada, aunque no nos demos cuenta de ello. “Está cambiando nuestra democracia, nuestra capacidad de mantener conversaciones y relaciones”, señala. Este pionero, fundador de la organización Tiempo bien empleado busca convencer a los fabricantes para que sus artículos sean menos adictivos, y alerta de que un minúsculo número de diseñadores con un perfil demográfico muy similar - hombres blancos de entre 25 y 35 años que trabajan en la bahía de San Francisco para Google, Apple y Facebook- tienen un gigantesco impacto en todo el mundo.

Nuestra fuerza de voluntad, argumentan las voces críticas, se encuentra frente a un enemigo formidable. Las ganas irresistibles de mirar el teléfono son una reacción natural ante las aplicaciones y webs diseñadas para que pinchemos cuantas más veces mejor. “Hay 1,000 personas al otro lado de la pantalla cuyo trabajo es echar por tierra cualquier responsabilidad que yo pueda mantener”, dice Harris. “Es como decirle a la gente que haga más ejercicio mientras le das a elegir entre un Big Mac y un Quarter Pounder a la hora de comer”, sostiene. Su nocividad es tal que algunos establecen un paralelismo entre la industria de la tecnología y las tabacaleras antes de que saliera a la luz el vínculo entre el tabaco y el cáncer.

Todo el mundo está distraído, todo el tiempo

Esta es la razón por la que más y más ingenieros llevan a sus hijos a colegios de élite de Silicon Valley donde los portátiles, iPhones o iPads están prohibidos, y huyen de sus propias creaciones. Es el caso de Justin Rosenstein, el ingeniero de Facebook que creó el botón 'Me gusta', que compara la aplicación Snapchat con la heroína y tiene bloqueadas aplicaciones y redes sociales en su celular. “Estas son nuestras vidas, nuestras preciosas, finitas, mortales vidas. Si no estamos vigilantes, las televisiones, ordenadores, y artículos portátiles harán que empleemos el tiempo y la atención de maneras que no se alinean con nuestros deseos”, escribió en su muro de Facebook.

Rosenstein dice que todo el mundo está distraído todo el tiempo. No exagera. Tengamos en cuenta que consultamos el teléfono 150 veces al día, pero los momentos en los que tenemos contacto con nuestro celular ascienden a 2.617, según algunos cálculos. Más y más estudios muestran que la mera presencia de un teléfono sobre una mesa tiene efectos negativos sobre la conversación, por no hablar de la capacidad de concentración. Incluso podría afectar a nuestro cociente intelectual. El propio jefe de diseño de Apple, Jonathan Ive, reconoció el mes pasado que “como cualquier herramienta, hay un uso maravilloso y un mal uso” del iPhone. Preguntado por lo que considera un “mal uso”, Ive respondió: “quizás, el constante uso”.

Nir Eyal, autor de un libro sobre cómo diseñar productos que crean hábitos, se refiere a la compulsión detrás del uso de la tecnología. “Es la compulsión para chequear una notificación de un mensaje de correo, el impulso para visitar YouTube, Facebook o Twitter durante unos minutos, y encontrarte a ti mismo todavía enganchado una hora después”, señala. “Es justo como querían los diseñadores. Los sentimientos de aburrimiento, soledad, frustración, confusión e indecisión a menudo instigan irritación y nos inducen hacia acciones casi instantáneas y a menudo inconscientes para amortiguar esas sensaciones negativas”.

¿Cómo era la vida en el planeta antes del teléfono inteligente? Puede que fuéramos más felices, sugieren estudios como este o este. Eso ya no tiene vuelta atrás, pero lo que sí es posible -y esa es la cruzada de Harris, el ex empleado de Google- es conseguir que la tecnología nos ayude a conseguir nuestros objetivos y a controlar mejor nuestro tiempo, en lugar de a perderlo.

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