¿Otro motivo para usar la máscara? Estudio sugiere que podría reducir la severidad del coronavirus

La propuesta -no exenta de controversia y sujeta a validación- fue publicada en un comentario dentro del New England Journal of Medicine y explora la posibilidad de que las máscaras sean mucho más que un mecanismo para frenar la transmisión del nuevo coronavirus.

Según la hipótesis de investigadores de la Universidad de California en San Francisco, el uso de máscara contribuiría a filtrar algunas partículas del virus, lo que podría reducir la severidad de la enfermedad o incluso aumentar el porcentaje de personas asintomáticas. 
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Según la hipótesis de investigadores de la Universidad de California en San Francisco, el uso de máscara contribuiría a filtrar algunas partículas del virus, lo que podría reducir la severidad de la enfermedad o incluso aumentar el porcentaje de personas asintomáticas.
Imagen Dan Kitwood/Getty Images

A aquellos que se niegan a usar la mascarilla por el bien de los demás y de la sociedad, quizá este argumento pueda convencerlos: bien podría reducir la severidad de la enfermedad o aumentar las posibilidades de ser asintomáticos si llegaran a contraer el covid-19.

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La hipótesis -que no ha sido comprobada mediante estudios científicos- goza de suficiente asidero y validez como para que el New England Journal of Medicine, una de las más prestigiosas revistas científicas, publicara un artículo al respecto en su más reciente edición. Pero no deja de ser solo eso: una hipótesis que tampoco está exenta de controversia.

Se relaciona con el concepto de “respuesta de dosis”, según el cual la dosis del virus al que se exponga una persona influye sobre la severidad de los síntomas. Bajo esta óptica, el uso de máscara contribuiría a filtrar algunas partículas del virus, lo que podría reducir la severidad de la enfermedad o incluso aumentar el porcentaje de personas asintomáticas.

El índice de infecciones asintomáticas del SARS-CoV-2 en abril según estimaciones de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades rondaba el 40%, pero -según el artículo en cuestión- la cifra ha aumentado a más del 80% en lugares donde se ha establecido el uso universal de las máscaras lo que -según los autores- es una “evidencia observacional de esta hipótesis”-.


Algunos ejemplos concretos que mencionan: el de un crucero en Argentina en el que pasajeros y tripulantes usaron máscaras y donde el índice de asintomáticos fue del 81% (en comparación con el 20% en cruceros donde no se estableció el uso generalizado de la máscara). También el de plantas procesadoras de alimentos que instauraron el uso obligatorio de máscaras y que, al experimentar brotes de covid-19, tuvieron un 95% de asintomáticos y 5% de casos leves.

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Experimentos hechos en animales han arrojado algunas claves de una posible conexión entre dosis del virus y enfermedad: hámsteres colocados detrás de una barrera hecha con material de una máscara quirúrgica fueron menos propensos a contagiarse con el nuevo coronavirus y aquellos que lo hicieron presentaron una enfermedad más leve, que aquellos sin esas máscaras en un experimento realizado por investigadores de China.

En humanos es una hipótesis difícil de probar porque exponer a personas con y sin máscara al nuevo coronavirus para medir los resultados en un ensayo clínico implicaría consideraciones poco éticas, tal y como explica un artículo del New York Times.

¿Una suerte de vacuna?

La hipótesis no se queda allí. Da un paso más allá argumentando que la exposición a estas dosis ‘reducidas’ del virus podría generar cierta respuesta inmune en las células T y aumentar la inmunidad de la población general como estrategia de mitigación de la pandemia mientras esperamos por la vacuna contra el nuevo coronavirus.


Este aspecto es acaso aun más controversial pues se apoya en el cuestionado concepto de variolización (inoculación) que quedó obsoleto con la creación de las vacunas y que consiste en inocular a las personas deliberadamente con pequeñas dosis de un virus para desencadenar infecciones supuestamente menos severas con miras a crear inmunidad, algo que los médicos practicaron en el pasado con la viruela en su momento, pero que fue bastante polémico y no funcionó en todos los casos.

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De ninguna manera la propuesta es que las personas se expongan al virus -ni con, ni sin máscaras- deliberadamente, recalcan los autores al New York Times.

“Esta no es para nada la recomendación y tampoco lo son las fiestas covid “, insiste una de ellas, Monica Gandhi, profesora de Medicina de la Universidad de California en San Francisco.

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La propuesta va encaminada más bien a explorar beneficios no esperados del uso generalizado de las máscaras que, hasta ahora, se ven como un mecanismo que detiene la transmisión del virus y nada más.

Pero algunos expertos consideran que la hipótesis bien podría malinterpretarse y generar una falsa sensación de seguridad en los portadores de máscaras y que estos dejen de lado otras necesarias e importantes recomendaciones sanitarias como el distanciamiento social, lavado de manos, evitar lugares muy concurridos, etc.

“Mi preocupación es que esta hipótesis lleve a la gente a bajar la guardia”, dijo durante una entrevista Michael Osterholm, director del Centro de Investigación de Enfermedades Infecciosas y Poíticas (CIDRAP) quien además cuestiona la validez de los argumentos.

“No hay data real que respalde esta propuesta”, insiste y reitera que “la dosis puede ser menos importante que quién es el individuo que se contagia”, en referencia a la fuerte asociación que se ha visto entre condiciones preexistentes o edad y el desarrollo de una enfermedad más severa.

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